Que la MUD no era todo lo unida que pretendía como opción antichavista era un secreto a voces en Venezuela desde el inicio de su primer intento de asalto al poder. Pero la convocatoria del presidente Nicolás Maduro a elecciones regionales desnudó que las diferencias se profundizaban y tras el resultado de los comicios del 15 de octubre, ya no esconden la grieta que divide a los sectores internos en la Mesa de la Unidad Democrática (MUD).

El excandidato presidencial venezolano Henrique Capriles anunció este martes su retiro de la coalición opositora MUD, en protesta porque cuatro de sus gobernadores electos se juramentaron ante la Asamblea Constituyente.

«Yo no voy a seguir en esa Mesa, no voy a hacer parte ya» mientras «esté en la Unidad» Henry Ramos Allup, líder del partido al que pertenecen los cuatro gobernadores, aseguró Capriles en declaraciones a través de la red Periscope.

La  jura también despertó la denuncia del líder de uno de los partidos de ese sector, Leopoldo López, condenado por instigar a la violencia en las manifestaciones de 2014, a denunciarlos por traidores.

Este lunes, los gobernadores electos por los estados Táchira (Laidy Gómez), Mérida (Ramón Guevara), Nueva Esparta (Alfredo Díaz) y Anzoátegui (Antonio Barreto Sira) rompieron con la estrategia de la MUD de no reconocer a la ANC y acudieron a la ceremonia de jura, como el viernes lo habían hecho los 18 mandatarios regionales triunfantes del oficialismo.

La escalada de violencia en las manifestaciones opositoras que se desarrollaron durante gran parte de este año y que buscaban la caída de Maduro, dejó un saldo de más de 120 muertos que los medios hegemónicos atribuyeron a la represión estatal. En este proceso destituyente, la oposición contó con la anuencia de los gobiernos estadounidenses y de los países latinoamericanos de corte derechista. El antichavismo más tenaz desde el exterior está comandado por el secretario General de la OEA, el uruguayo Luis Almagro.

Bastó con que Maduro convocara a una consulta para reformar la constitución que había puesto en vigencia Hugo Chávez en 1999 para que “milagrosamente” se terminaran las marchas opositoras y simultáneamente la violencia callejera. En esa ocasión más de siete millones de venezolanos demostraron su voluntad de resolver la crisis en forma pacífica.

Fue en ese contexto que el gobierno de Maduro puso todo el poder en la ANC, que está integrada solo por representantes del oficialismo porque la oposición no quiso convalidar la consulta y prefirió atrincherarse en el parlamento, la unicameral Asamblea Nacional de Venezuela, (ANV) donde desde 2015 es mayoría.

Mientras la MUD buscó por todos los medios deslegitimar al chavismo desde el exterior y pedir cualquier modo de intervención, fue avanzando la consolidación del proyecto de reforma política basado en darle más poder a las instancias populares. La ANC llamó entonces a elección de gobernadores.

La primera demostración de fractura fue entre los partidos de la MUD que querían participar y los que buscan crear una suerte de instituciones paralelas sin contacto con el Ejecutivo venezolano, que cuenta con amplio apoyo de las fuerzas armadas y como se ve, también entre la población.

Henry Ramos Allup, uno de los líderes de la MUD y ex presidente de la ANV, con el resultado de los comicios de la semana pasada en la mano reconoció que habían perdido tres millones menos de votos que hace dos años, cuando dieron el batacazo en las parlamentarias al lograr 112 bancas sobre 167 escaños.

Abstención letal

«Nos afectó terriblemente la abstención», señaló en entrevista al canal Globovisión el jefe de Acción Democrática, partido ganador de cuatro de las cinco gobernaciones de MUD. Ramos Allup analizó que el oficialismo mantuvo su caudal de votos, en torno a los cinco millones y medio de sufragios. La diferencia es que ahora fue menos gente a votar, “quizá debido al poco interés de los electores por un proceso al que consideraron de poca importancia y a la alimentación del discurso abstencionista».

La MUD, que ganó en cinco estados, primero dijo que no asumiría los cargos ante la ANC, a lo que desde Caracas respondieron que quien no tomara el juramento no será reconocido como mandatario y en su distrito se celebrarán nuevas elecciones. Eso bastó para que los dirigentes de AD aceptaran el convite.

De inmediato Voluntad Popular, el partido de Leopoldo López, que cumple una condena ahora domiciliaria de casi 14 años, afirmó que es una «acción de traición y engaño». Mientras tanto Juan Guanipa, gobernador electo del estado de Zulia (en el oeste del país), se negó a asistir a la ceremonia. «Informo al pueblo venezolano por coherencia, dignidad, por amor al Zulia y a Venezuela: no voy a someterme a la juramentación ante la Asamblea Nacional Constituyente», declaró en las redes sociales.

«El pueblo de Nueva Esparta me otorgó la atribución de estar en el lugar que sea para defenderlo», se justificó en cambio Alfredo Díaz, mandatario electo de ese estado, durante el acto ante la titular de la ANC, Delcy Rodríguez.

¿Qué pasará con la MUD? Por lo pronto la jura de sus candidatos expone a la AD a la expulsión. Se sabe que Ramos Allup quiere competir con el chavismo por la presidencia y para Maduro es el líder de la oposición.

Guanipa, el gobernador rebelde, milita en Primero Justicia (PJ), el partido del actual presidente del Parlamento, Julio Borges, y de Henrique Capriles, quien hasta ahora representó en los comicios presidenciales al antichavismo.

«Sin duda vamos hacia una nueva unidad», consideró Capriles, sin tanta virulencia como la que mostró López. «Tal acción (la juramentación) la consideramos un acto de traición y engaño contra la mayoría de venezolanos que el pasado 15 de octubre en elecciones fraudulentas les eligieron como representantes de la Unidad para seguir luchando en todos los terrenos contra la dictadura y sus artimañas», dice el comunicado del partido “lopecista”.

¿Secesión en ciernes?

En cuanto a Guanipa, el gobierno central ya adelantó que la opción es convocar nuevamente a elecciones en Zulia. Pero la situación puede tornarse complicada por versiones circulantes sobre aspiraciones secesionistas de grupos zulianos en el marco de un estado con antecedentes de intentos de declararse una república independiente. Y de hecho hay documentación sobre proyectos de creación de un nuevo país uniendo los territorios de Zulia y los departamentos colombianos de Santander y Guajira. No casualmente, una región rica en petróleo –de hecho Zulia rodea al lago de Maracaibo, con las mayores reservas del planeta de ese recurso- y por lo tanto apetecible para la voracidad de las oligarquías locales y de las multinacionales.

Que los mandatarios de los estados limítrofes con Zulia de Táchira y Mérida hayan aceptado someterse a la ANC y por tanto al gobierno central es una buena noticia para Maduro. La mala es que Juan Manuel Santos, el presidente colombiano, no reconoce a la ANC y se muestra cercano a la oposición.

Colombia y Venezuela, que comparten 2.219 kilómetros de frontera común y cuando asumió el cargo Santos su antecesor, Álvaro Uribe, había tensado la cuerda al máximo con Hugo Chávez como para temer una guerra entre ambas naciones que alcanzó a evitar el que fuera primer secretario de Unasur, Néstor Kirchner, en agosto de 2010.

Pero el clima amistoso entre Santos y Chávez, que heredó Maduro, se fue enrareciendo tras las denuncias de que paramilitares entrenados en Colombia cruzan la frontera para cometer tropelías en Venezuela. Y por los casos de contrabando de mercadería con precios subsidiados por el gobierno venezolano que provocan desabastecimiento dentro de Venezuela.