Vivimos en un mundo repleto de virus. Nuestros modos de vida social, de producción y de consumo nos llevan a enfrentar riesgos cada vez mayores de exposición y contagio por estos agentes.

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Las condiciones están dadas. Los virus están allí, reproduciéndose en especies animales, mutando a formas que eventualmente consiguen reproducirse en humanos. Los humanos vivimos en enormes centros urbanos, viajamos por todo el planeta, toleramos grandísimos bolsones de pobreza. Existen migraciones masivas. Algunos consumen infinitamente más de lo necesario; otros, mucho menos. Producimos alimentos y otros bienes en cantidades monstruosas. El ambiente se encuentra degradado y el cambio climático es una amenaza concreta. La posibilidad de enfrentarnos a una emergencia sanitaria mundial “se vislumbra peligrosamente en el horizonte” como concluyó en su informe anual de 2019, la Junta de la Vigilancia Mundial de la Preparación (Banco Mundial y Organización Mundial de la Salud).

Para la comunidad científica esto no es una novedad. El surgimiento de un virus o de una variante viral nueva, con potencial de morbilidad (enfermedad) y letalidad elevados y con consecuencias devastadoras para los sistemas económicos, políticos y sociales – incluyendo el colapso de los sistemas de salud –  es considerado hoy, por los expertos en salud, como un riesgo concreto y muy elevado. El informe menciona que, entre 2011 y 2018, la OMS realizó el seguimiento de 1483 brotes epidémicos en todo el mundo. En su gran mayoría, se trató de infecciones virales emergentes, o sea enfermedades desconocidas hasta el momento de aparición.


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Ninguna llegó a tener las dimensiones pandémicas del SARS-Cov2 que actualmente asola al mundo, dada su rapidísima velocidad de contagio y dispersión acelerada. No creo que esta sea la tan temida pandemia que estábamos esperando. Pero el SARS-Cov2 puede ser un gran ensayo general para alertarnos sobre las posibilidades concretas de esta amenaza y para mostrar hasta qué punto es necesario tener mecanismos de prevención, de vigilancia y de asistencia a la salud para toda la población. Como este informe demuestra, y más de 4400 publicaciones científicas sobre el asunto, las alertas ya han sido dadas. Falta voluntad política, firmeza para actuar y liderazgo para enfrentar esta pandemia y las próximas que vendrán.

* Investigadora de la Fundação Getúlio Vargas (Rio de Janeiro) / Directora de Et al. Centro de Comunicação Científica