Mucho se habló de que la muerte del expresidente venezolano Hugo Chávez en marzo de 2013 fue orquestada, que su cáncer fue inducido, implantado o generado con algún tipo de nanotecnología o radiación dirigida. Aun cuando parezca una teoría extremadamente conspirativa, los atentados que enfrentó Chávez probarían la existencia de un plan magnicida. Eso es lo que quiere demostrar el periodista venezolano, radicado en Argentina, Modesto Emilio Guerrero, en su reciente libro Quiénes mataron a Chávez (Librería de la Paz). Registra 26 intentos frustrados, lo que es, en proporción, más de lo que sufrió el propio Fidel Castro: “3,5 intentos por año contra tres de Fidel”. Guerrero repone un debate no poco audaz, que tuvo mucho arraigo dentro del chavismo en los tiempos inmediatos a la muerte del líder, pero que con el tiempo se fue diluyendo incluso (o sobre todo) dentro del propio gobierno. El libro expone presuntos autores materiales, conspiraciones probadas y la idea de que un análisis científico minucioso de última tecnología podría dar una respuesta definitiva.

–¿Cómo llegó a retomar esta hipótesis?

–Soy de los que nunca la creyó. Incluso en 2013, a propósito de la segunda edición de mi biografía de Chávez, Atilio Borón me invitó a presentarlo al Centro Cultural de la Cooperación. Él planteaba esto desde 2012, porque el propio Chávez lo planteaba ya que había dicho: “Me llama la atención que haya varios presidentes progresistas con cáncer”. Yo no tenía dudas de que la CIA quería matar a Chávez, nunca hubo dudas de eso. Pero le habían hecho más de 60 análisis clínicos y me preguntaba cómo es que no saltó una partícula extraña, no digo siquiera cáncer. Pero en 2021 me trajo una duda más grave. Que en 2011 Chávez hable de que tiene cáncer, pero en octubre de 2010 ya lo tenía. En la biografía cuento la historia de los pólipos nasales y cancerígenos, pero como una versión de un periodista en el diario de un barrio, que nadie siguió. En junio de este año, un amigo, autoridad en salud, me dijo que la versión era cierta. Les mandé la versión a varios funcionarios, entre ellos el hermano, Adán Chávez, y a la exprocuradora: ninguno lo cuestionó.

–Para un plan así debió existir una enorme falla de seguridad o una alta traición.

-La que me terminó de convencer fue Eva Gollinger, una ciudadana estadounidense-venezolana que fue muy allegada al presidente, con mucha incidencia en la inteligencia. Es abogada y vive y trabaja en EE UU. Ella dijo los nombres de los que creía sospechosos. El hombre que cuidaba a Chávez y era su edecán, Leamsy Salazar, un marino experto en técnicas de seguridad y ataque cuya única prueba de seguridad política fue haber agarrado el asta de la bandera el 13 de abril de 2002, el día de la contraofensiva de masas que derrumba al golpe. Eso lo catapultó al nivel de “héroe”. Salazar es el sospechoso dado por Gollinger. En 2014 se va con su esposa de luna de miel a Santo Domingo en un avión de la CIA y de ahí a la Florida, donde queda resguardado en una casa de seguridad con dinero de EE UU. Y hay dos oficiales más de las fuerzas bolivarianas que son pareja. Uno era el que cuidaba al hijo de Chávez y la mujer capitana y enfermera, asignada como asistente cuando Chávez vuelve de Cuba. Cuando salen los Panamá Papers, ella y su marido figuran con cuentas en negocios turbios. Hoy están viviendo bajo protección de la CIA en Madrid, hasta ahí llega la información.

–¿Por qué la exfiscal Luisa Ortega Díaz no aceptó la investigación y el gobierno, a pesar de estar en esa línea, tampoco la continuó?

–Son responsabilidades distintas, que se mezclan o se parecen, pero distintas. La fiscal ya estaba embarcada en un proyecto de convertirse a la oposición, se niega a abrir la causa y se aprovecha de un hecho personal. Una parte de la familia de Chávez se negaba a que se investigue por razones religiosas. Abrir la causa era poner en titulares muchos meses la muerte de Chávez. Les dolía. Maduro también tiene presiones de la familia. Él quería iniciar la investigación, pero eso requería contratar a expertos internacionales, entonces se metió en el problema de anunciarlo casi como seguro y luego no saber cómo encararlo. También debe haber tenido dudas. Entre las presiones para gobernar un país ingobernable y las dudas, debe haber dicho que ese era un problema para después.

–¿Qué le parece este nuevo proceso de reapertura del diálogo donde la oposición acepta ser parte de las próximas elecciones?

–Que es una victoria política de Maduro. El gobierno va a tener que aflojar en alguna cosa y ellos también. Ya aflojaron en algo muy importante. Apoyaron la declaración de que Venezuela tiene derecho al Esequibo (territorio administrado por Guayana y reclamado por Venezuela) y eso no es pequeña cosa porque hay petróleo allí y ellos son parte de ese negocio.