Como todos los años, según el calendario lunar que rige a la comunidad islámica mundial, los musulmanes visitan la ciudad Sagrada de la Meca para cumplir con el quinto pilar del Islam: la peregrinación o Hajj. La importancia del Hajj, para la tradición islámica, es que no distingue clases sociales y pone a todos los musulmanes y musulmanas del planeta en un pie de igualdad ante los ojos de Al´lah (Dios). Es la celebración religiosa monoteísta más grande del mundo que obliga a cada musulmán a realizarla por lo menos una vez en la vida siempre que su condición económica y de salud lo permitan.

Luego de 2019, cuando se desató la pandemia de Covid, el ministerio de Asuntos Religiosos de Arabia Saudita había reducido el número de peregrinos y en la medida que se consolidaban los controles sanitarios fueron progresivamente aumentado la concurrencia hasta llegar en 2022 a poco más de un millón de fieles. Este año participaron más de 160 países. Toda África estuvo representada y en gran medida Asia. De América Latina, Argentina, Brasil, Bolivia, Chile, Cuba, Perú y México. En Argentina el Centro Cultural Islámico Rey Fahad Custodio de las dos Mezquitas trabajó en la selección y preparación de los postulantes que conformaron el grupo que representaron al país. Con todos los gastos cubiertos por el Reino de Arabia Saudita y con la exigencia de tener los certificados de vacunación de fiebre amarilla, meningococo y esquema completo de Covid, doce peregrinos provenientes de distintas instituciones islámicas de Córdoba, Mendoza, Catamarca y Buenos Aires llevaron adelante la peregrinación acompañados por el Sheij Zaher Nallar y su esposa Kinana, guías espirituales en el recorrido. 

Este año las autoridades administrativas del Hajj estimaron la presencia de cerca de 2,5 millones de musulmanes en Meca similar a 2019. Sin embargo, en simultaneo otros sitios sagrados como Muzdalifa, Mina, Arafat y Medina, donde se encuentra la Sagrada Tumba del Profeta Muhammad, la concurrencia fue multitudinaria. 

Este encuentro religioso, pero también multi-cultural, conformado por diferentes etnias del planeta estuvo amalgamado bajo las pautas de conducta y costumbre que exige el Islam. Tal vez, por ello el respeto y la empatía se dio naturalmente.   

El aumento año tras año de peregrinos obliga a un desafío logístico cada vez mayor. Para garantizar la seguridad e integridad física de los peregrinos se usaron helicópteros y drones dotados de inteligencia artificial para controlar el flujo de ingreso y egreso a los sitios sagrados. Ha sido una tarea de precisión quirúrgica evitar disturbios por conglomeración; reducir el número de enfermos y muertos, ya que muchos adultos mayores participan del Hajj exponiéndose a altas temperaturas (este año durante el día oscilaban entre 45 y 50 grados centígrados, bajando a 28/30 durante la noche). Para paliar la inclemencia climática todas las fuerzas de seguridad, grupos de scouts y voluntarios, médicos y paramédicos estuvieron asistiendo a las personas con agua y jugos, pan, dátiles, medicamentos y sillas de rueda en los cientos de puestos sanitarios distribuidos en todo el recorrido, y ayudando en los caminos para la toma de los buses gratuitos que los transporten a sus campamentos. La hospitalidad recibida es propia de la idiosincrasia constitutiva del mundo árabe-islámico y se profundizó en 2019 con la llamada Ruta de la Meca, que brinda comodidades desde la llegada al aeropuerto de Jeddah hasta los distintos albergues.

Época de transformación

Es de destacar que este capítulo de la Peregrinación ocurrió en un contexto de transformación socioeconómica que está llevando adelante el Reino.

Con el Plan Visión 2030, Arabia Saudita, en sintonía con el acuerdo climático de París, impulsa un proceso de transformación económica y social que tiene como objetivo principal alejar de su economía los combustibles fósiles y diversificar la producción. Así se busca reducir el 45% de las emisiones de gases y bajar el calentamiento global a 1,5 °C.

Como se sabe la mayor parte de la riqueza saudí proviene del petróleo. Sin embargo, el príncipe heredero Mohamed Bin Salman está destinando inmensos recursos a acelerar la transformación socioeconómica del Reino para convertir al país en una potencia en energías verdes, minería, logística e infraestructura, deportes, artes, turismo, servicios digitales y finanzas entre otras propuestas.

Para llevar adelante la transformación es necesario garantizar la paz regional. Desde hace un tiempo, el príncipe se esforzó en el restablecimiento de las relaciones diplomáticas con Irán, con China como garante del acuerdo; votó a favor del regreso de Siria a la Liga de los Estados Árabes y multiplicó los esfuerzos para que haya un cese de hostilidades en Sudán y se encaminen los acuerdos de pacificación.

Según encuestas locales los jóvenes sauditas observan con mucho entusiasmo el Plan Visión 2030 porque se alienta atraer la inversión extranjera; abrir la economía y crear zonas económicas especiales y generar megaproyectos.  

Este impulso es posible por las utilidades récord –U$S 161 mil millones en 2022– , que la petrolera estatal Saudí Aramco destina para mejorar en el plano interno el transporte, diversificar al sector energético, educación superior, cultura y turismo y en el desarrollo de Neom The Line la ciudad futurista que se construye a la vera del mar Rojo. 

EL Reino tiene el firme propósito de modernizarse. Este cambio redundaría en un equilibrio geoestratégico y llevará beneficios económicos en toda la región.