Empecé en la música de muy niña y ni bien escuché rock supe que eso era lo que me gustaba.

Más adelante, al sentarme en una batería supe que eso era lo que quería hacer y desde donde quería ser ante el mundo.

Casi no había visto ninguna chica tocando (eran los 70 ) y lo que registré muy fuerte era que eso que tanto me atraía no era algo que en general hacían las mujeres.

Cuando vi una foto de Liliana Vitale sentada en una batería supe que mi futuro estaba ahí, era viable y me decidí a pelear en este ring gigante que es la escena musical, el rock y el negocio de la música.

Estar alerta, en guardia, demostrando capacidad, practicar, prepararte y otra vez seguir demostrando capacidad era mi vida normal.

Demostrar que yo estaba ahí “porque tenía talento”.

Agotador.

Desde muy chica toqué en grupos y con artistas muy talentosos y he sido parte de situaciones muy importantes a nivel artístico y a nivel comercial, o sea que aprendí todas las internas de este mundo.

Por eso sé positivamente que no es necesario “talento” para estar ni en un festival y diría que casi en ningún lado de esto llamado espectáculo.

Así que cuando escuché al productor del Cosquín Rock, José Palazzo, decir que no había «suficientes mujeres con talento a la altura» del festival registré la malísima intención que traía, aunque a mí no me afectó en lo personal porque no es que lo dijo Frank Zappa, sino alguien a quien no le tengo ni respeto ni nada.

Pero vivo en este país, soy música y soy mujer. Entonces no me es ajeno el hecho de que esta persona es una de las que decide qué va a visibilizarse musicalmente hablando en la escena rock (digamos).

Y ahí, esas palabras pasaron a ser peligrosas y cero inocentes ya que traer otra vez el talento o la capacidad como razón para justificar un hecho o una existencia es de un nivel muy nefasto.

En un festival, solamente la tercera parte de las bandas es convocante; lo demás es relleno y es lo que “se quiere mostrar que existe en la escena musical”. Amiguismos, negociados, plata que ponen las bandas creyendo que “les va a servir” estar ahí, imposición de los sellos grandes, paquetes que arman las agencias, ¡qué se yo! Hay varias razones por las que cada banda o artista integra las grillas.

El talento no es ninguna de estas razones. Sí lo es la cantidad de convocatoria pero esto, como dije antes, solamente le corresponde a muy pocos.

¿Cómo se construye la convocatoria? Hay una parte que es un misterio , por suerte. Otra parte es el gusto que se genera en “la gente” y esto se arma. Se hacen acuerdos con las radios, canales de televisión y se machaca hasta que determinado gusto se le mete en “la cabeza” a “todo el mundo”. Y ahí deciden qué les gusta tal o cual cosa

¿Pero somos libres de elegir?

¿Cómo sé qué elijo si ni siquiera conozco una gran parte de la oferta artística? La mayoría, más del 95%, de las artistas mujeres somos independientes y autogestionadas. Desde ese lugar pretender ser vista es como querer que te escuchen en la superficie cuando estás metida en un pozo de 200 metros debajo de la tierra y tapado.

Es imposible siquiera que se enteren que existís y solamente personas curiosas se enterarán y sabemos que la curiosidad no está de moda.

Hay algo más que es peligroso y que es ( como todo lo que incluyen los comentarios de Palazzo) político.

La necesidad de confrontar.

Inmediatamente saltan comparaciones con las bandas que sí son convocadas o (algo que detesto) la gente se pone a tirar listas de artistas mujeres “con talento” creyendo que hacen un bien cuando en realidad el tema es otro.

Y esto no es una confrontación entre artistas. El problema no es lo que se escucha o se ve sino lo que se tapa.

El mensaje de “ no te va bien porque por ahí no sos tan buena o por ahí a la gente no le gustás, no te quieren, no llegás al nivel”.

El problema no lo tenemos entre los músicos y las músicas , el problema es que al grupito que decide a dedo o en una oficina quien va a ser o no visto y escuchado no le gusta que le marquen que tienen que registrarnos e incluirnos y por eso patalean ante la Ley de Cupo.

A todas nos gustaría no tratar una Ley y que naturalmente la escena sea mixta (lo es, pero me refiero a la escena llamada exitosa).

Pero esto no pasa, nunca pasó y lo que sí hizo el proyecto de Ley es que se hable del tema porque justamente ¡es un tema!

Antes una nena no pedía una batería de regalo de navidad. Hoy, al ser más común ver una mujer tocando, la nena pide porque registra la opción y nadie le dijo que “la batería es para varón” porque no existe eso, ¡porque era mentira!

“No me gustan las mujeres que cantan rock”

“No pasa nada con las mujeres”

“A la gente no le gustan las mujeres”

Frases que se repiten hasta volverlas verdades mientras se nos trata de esconder debajo de la cama.

El motivo lo desconozco. Yo creo que en este caso puntual es algo personal que se podría tratar en terapia aunque seguramente aparece el famoso «pero si en mi familia son todas mujeres, si me llevo re bien con las mujeres, si en el festival las mujeres trabajan en puestos muy importantes…”.

“Yo quiero estar arriba de un escenario porque lo valgo y no por una ley de cupo”, te dicen y yo les digo: yo ya sé lo que valgo y estoy agotada de tener que demostrarlo. Dame ese espacio que también es mío y después hablamos aunque por ahí ni es necesario porque en ese momento va a ser algo tan natural que nadie se va a acordar cuando en los escenarios casi no había mujeres. Es más, va a parecer ridículo hasta recordarlo.

En el 80 Patricia Sosa escribió :

“Cuando tengo frío

Cuando tengo calor

cuando un desengaño sufro por un amor,

cuando más me cuesta necesito un rocanroll”

Porque las chicas desde que el rock nace somos parte y nos gusta tocar, gritar nuestras verdades, cuestionar lo que se nos quiere imponer y que la distorsión explote en las cabezas de termo que se sienten más fuertes en un mundo sin colores, sin variedad y donde ellos pueden decidir qué o quién tiene derecho a hablar y ser escuchado o escuchada. ¡Que se hagan ver!