Las estructuras fijas no son para Humberto Tortonese. Ya sea arriba del escenario, frente a un micrófono o ante una cámara, el actor, conductor y humorista siempre encuentra la forma de cambiar, divertirse y construir algo diferente. En su carrera hizo de todo y acomodó su forma de ver la vida a su trabajo. Siempre con desparpajo, pero también con convicción y talento. Su nueva aventura es el papel principal de Blum, la obra de Enrique Santos Discépolo y Julio Porter, con adaptación y dirección de Mariano Dossena. Se trata de la historia de un multimillonario cuya vida se ve drásticamente alterada por un delirante reclamo de un trío de coristas. A partir de esa circunstancia, Blum encontrará en Lucy (Magalí Sánchez Alleno) una ventana a la ilusión y, al mismo tiempo, un sinuoso camino de desencantos.

Para Tortonese la clave de todo es siempre tratar de divertirse: «Si vos te tomás muy en serio algo, se arruina. Porque termina siendo un peso. Por más que sea un drama hay que disfrutar». Ese modus operandi lo aplicó desde sus inicios en el Parakultural, de la mano de los míticos Alejandro Urdapilleta y Batato Barea, a principio de los ’80. Su desembarco en la televisión fue con Antonio Gasalla y alcanzó su pico de popularidad acompañando a Mariana Fabbiani en RSM. Allí su mirada ácida y divertida llegó a un público masivo. Paralelamente, junto a la Negra Vernaci, constituye una dupla radial única desde hace casi dos décadas (ahora como Black & Toc, lunes a viernes de 10 a 13, por Radio con Vos).

–¿Fue amor a primera vista cuando leíste el guión de Blum?

–No. Cuando me la mandaron dudé, me costó empezar a leerlo. Para meterse en la lectura de un guión hay que tener ganas y la imaginación fresca. Si estás distraído difícilmente funcione. No conocía la obra, pero pensé que no me iba a gustar. Hasta que en determinado momento pude concentrarme, leí todo el guión y me enganché completamente. El siguiente paso fue preguntarme cómo saldría. ¿Podría hacer una linda versión? Me sedujo mucho que tenga eso de clásico del cine argentino, ese tono que no es del todo comedia ni del todo drama.

–¿Qué te atrajo de tu personaje?

–Que es un tipo de esos para los que la guita es todo. Encima de otra época, donde a los 50 ya eran viejos, y de la nada se le desata la locura por amor. La magia de Discépolo es mostrar la debilidad de un poderoso. Me encanta hacer de un millonario que pierde todo por amor

–¿Discépolo siempre es actual?

–Es un gran autor, pero el teatro no siempre acepta temas de actualidad. No podés poner todo el tiempo algo de coyuntura. Sí desplegar problemáticas sobre lo humano, sobre cómo nos afectan ciertos hechos. Esas cosas nunca pierden vigencia. Pero no creo que haya autores que ven el futuro. Me parece que un buen texto que habla sobre las problemáticas de los hombres y las mujeres permite diversas lecturas y de esa manera tiene muchas probabilidades de vencer al tiempo.

–¿Sos de pensar en tu carrera? ¿Planificaste por dónde querías ir?

–No. No planifico. Nunca paré de hacer cosas, eso sí. Para mí toda la magia de mi trabajo está en hacer cosas distintas todo el tiempo. Este es un clásico y me encanta, pero mañana puedo hacer algo totalmente distinto. No soy de pensar. Cuando estás más grande te das cuenta de que tuviste una trayectoria, que hiciste cosas. Pero no tengo fórmulas. Mi forma de vida me lleva a ser como soy como actor. Trato de reírme, de  buscarle algo a cada situación para mirarla distinto. Cuando algo me hace reír o me divierte me doy cuenta de que hay que seguir por ese camino. Confío en mi intuición. No sé de dónde salen algunas cosas, pero me aparecen y las dejo fluir. En la radio de golpe surge un tema y me nace improvisar algo. Si funciona le doy para adelante. Yo vengo de una escuela donde no nos agarrábamos de un texto. Fue una forma de trabajar que adopté en el Parakultural, pero me quedó para siempre. Siempre me rodeé de gente talentosa y creativa, y uno se contagia.

–¿Podrías haberte dedicado a otra cosa?

–Desde chico tuve ganas de ser actor. Para hacer teatro tenés que tomarte la vida de una forma más loca. Y a mí me gustaba eso. Al principio no sabía bien qué quería en mi vida, sólo hacía lo que me nacía. Cuando salí del colegio me puse a pintar. Me gustaba, pero sabía que mi vida no iba a ir por ese lado. Cuando empecé a estudiar teatro sentí algo más fuerte. En general todos tienen miedo de que les vaya mal en lo que quieren hacer. La primera vez que actué fue porque unos amigos me dijeron «venite que vamos a hacer Romeo y Julieta para chicos». Yo me mandé y de ahí en más se me fue dando.

–¿Nunca sentiste las dificultades que tiene la tarea teatral fuera del circuito comercial?

–Eso siempre estuvo. Pero creo que la dificultad se la pone uno mismo. Cuando no tenía un mango, salíamos con lo que podíamos. Lo importante es hacer. La vida es un cúmulo de problemas. Siempre hay quilombos, así que si te ponés a ver eso no hacés nada. Yo empecé y nunca pensé que me iban a pagar por actuar. Todo se fue dando y seguí porque me gustaba. Toda la vida trabajé de manera independiente. No tengo la desesperación de trabajar. Me adapto a lo que va saliendo y lo que puedo generar en ese espacio. Esta carrera es equivocarte hasta encontrar algo que te llene.

–¿En qué te inspirás?

–La inspiración te sale de leer, de ver películas o de la vida. Cuando empezaba miraba la obra de Fellini y era una locura, pero uno no pensaba estar en sus películas: trataba de imaginar cómo se podría hacer algo semejante en la Argentina. Laburábamos sin ensayar, sin dudar, como salía. Tenía dos vestiditos, una tela, una mesita y un vodka: con eso armábamos una obra. Con gente talentosa, todo encaja. Cuando empecé era imposible que mi estilo guste, por suerte las cosas fueron cambiando y encontré mi lugar.

–¿Esas experiencias en el Parakultural fueron determinantes en tu formación?

–Sin dudas. Porque me permitieron hacer desde la primera hasta la última locura que propuse. Y eso me ayudó a siempre animarme a más. Yo sentía que se podía hacer cualquier cosa con ellos, lo que sea. Lo primero que armamos, creo, fueron rimas y leyendas de Beckett que yo gritaba desde unas escaleras detrás de un telón negro, del que sólo asomaba la cara. ¡Parecían cabezas flotantes! Era todo loco y muy fantástico. Sin darme cuenta creé un hábito de trabajo que me permitió adaptarme a todo lo que se me cruzó después.

–¿Uno se puede reír de cualquier cosa?

–Yo a todo le encuentro algo de lo que me puedo reír. No intento meterle humor a las situaciones: busco la gracia que ya tienen aunque sea una tragedia. La vida tiene de todo, pero uno tiene que buscar la libertad y la risa te da esa libertad. «

La hermandad con la Negra Vernaci

«La vida te da sorpresas», dice la letra de «Pedo Navaja» (Rubén Blades). Tortonese canta esa canción cuando se lo consulta sobre su carrera en radio. Humberto es parte del equipo de Black & Toc, el programa encabezado por Elizabeth Vernaci. «Hace 20 años que estoy con la Negra. Logramos una hermandad como tuve pocas. La radio es una cosa que apareció y que yo no la esperaba en mi vida. La Negra tiene mucha fuerza y no sólo aprendés y te divertís con ella, también te da lugar para que lo tuyo se luzca. Logramos hacer un tándem explosivo. Ella es la locutora y yo me complemento a ella. Nos potenciamos en cada hora que estamos al aire. Cada día me siento como cuando por primera vez me invitó a boludear. Ella tiene la carrera puesta ahí. Yo soy más actor y creo que en la radio juego con eso porque no me preocupa tanto el micrófono», confiesa. Tortonese sólo se separó de su amiga el año pasado, para descansar después de hacer el unipersonal Obra de Dios (producida por Lino Patalano) en el Maipo. «Este año volví con todo y estoy muy contento», dice.

El tesoro escondido que se transformó en éxito

Muchas veces los genios tienen algún tesoro escondido o un trabajo no tan renombrado, pero que es muestra de su capacidad creativa en su esplendor. Blum es uno de esos casos. La obra fue estrenada en 1949 en el Teatro Presidente Alvear por la compañía de Enrique Santos Discépolo pero no tuvo mucha repercusión. Fue la última pieza que «Discepolín» protagonizó y escribió junto a Julio Porter. En 1961, en el ya demolido Teatro Odeón, se estrenó una exitosa versión interpretada por la compañía encabezada por Silvia Legrand y Juan Verdaguer, donde debutó Zulma Faiad como actriz, siendo aquella versión un éxito de crítica y público. «Me fascina trabajar con textos clásicos, ya que estos autores nos siguen interpelando, y me parece interesante revisar escénicamente este material de un Enrique Santos Discépolo muy poco visitado, en su rol de dramaturgo, más allá de sus tangos, que son himnos argentinos», señala quien esta vez tiene a cargo la adaptación y dirección, Mariano Dossena. Esta obra de Discépolo aborda temas como la soledad del poder, el amor por conveniencia y el sentido de la vida. Está más que claro: al autor de «Cambalache» le gustaban los grandes temas.

BLUM

Guión: Enrique Santos Discépolo y Julio Porter. Elenco: Humberto Tortonese, Magalí Sánchez Alleno, María Inés Sancerni, Alejandra Perlusky, Eliseo Barrionuevo, Daniel Toppino y María Rosa Frega, entre otros. Funciones: de jueves a sábados a las 20:30, domingos a las 20. Teatro Regio, Av. Córdoba 6056.