Hacía nueve años que Etiopía y Egipto protagonizaban un duelo verbal de creciente intensidad, hasta que en febrero pasado, aunque siguieron la disputa en el terreno de las palabras, empezaron a darle al lenguaje un fuerte giro bélico. La situación se remonta a 2011, cuando el gobierno de Adís Abeba anunció el inicio de las obras de la Gran Represa del Renacimiento Etíope, una enorme central hidroeléctrica que alterará el régimen de altas y bajas del río Nilo, con seguros y nefastos resultados para la población egipcia. Para Etiopía, la presa es una causa nacional. Para Egipto, una amenaza existencial.

En el inicio de la nueva ronda de amenazas, el presidente egipcio Abdul al Sisi dice ahora que su país usará “todos los medios disponibles” para defender sus intereses, y el primer ministro etíope, Abiy Ahemd, le responde que el país “defenderá su posición con todas las fuerzas y no negociará su soberanía sobre la represa”. A medida que las partes empiezan a andar un camino de difícil retorno, el inicio de una confrontación militar parece cada día más cercano. Sudán, también regado por el Nilo, es el tercero en discordia, pero puede recibir algún beneficio colateral por lo que mantiene una cómoda prudencia.

En la primera semana de este mes, Etiopía inició el llenado del embalse –un lago capaz de retener 74 mil millones de metros cúbicos de agua–, la más clara señal de que, con acuerdo o sin acuerdo, está dispuesto a poner la central en funcionamiento en el segundo semestre de 2021. Llamado por el gobierno de El Cairo, EE UU se prestó a actuar y hasta propuso fórmulas de entendimiento que fueron desechadas de plano por Etiopía, que rechaza a ese mediador y sólo acepta los buenos oficios de la Unión Africana (UA).

La represa que convertirá a Etiopía en el mayor productor africano de energía, por encima de Sudáfrica, es vital para llevar la electricidad a los cien millones de habitantes del país, permitir el abordaje de ambiciosas obras de desarrollo y generar divisas por la exportación del excedente. El gigante, de 145 metros de altura y una capacidad de generación de 6000 megavatios, está construido en un 70% y tiene un costo aproximado de 5000 millones de dólares. Aunque la ejecución quedó en manos de la italiana Salini Costruttori, empresa del grupo Impregilo, sólo el 30% de la obra está financiado por capitales externos provenientes de entidades bancarias de China.

El Nilo Azul nace en los pantanos etíopes y corre hacia el norte, regando en su camino al vecino Sudán, hasta confluir en las cercanías de Jartum (la capital sudanesa) con el Nilo Blanco originario del corazón de Uganda. Desde allí ya se habla del Nilo, a secas, tal como lo enseñaron generaciones de maestros, el que desbocado en las cíclicas inundaciones del verano, al retirarse deja un sedimento rico en nutrientes y minerales (ver aparte).

Lo que para Etiopía será una bendición, para Egipto es una amenaza a su existencia, como lo dijera Al Sisi ante el auditorio de la ONU. “El funcionamiento de la represa y su embalse provocarán una rápida bajante del río que da vida a nuestra gente”, dijo. “Tendremos sequía e inundaciones devastadoras”, sólo en el primer año, cientos de miles de campesinos quedarán sin la ocupación legada de sus ancestros. “Si en lo inmediato el agua se redujera un 2% perderíamos más de 81 mil hectáreas, y una sola hectárea permite sobrevivir a una familia de cinco miembros. Unas 400 mil personas quedarán sin trabajo, esto es un tema de seguridad internacional”.

Para Etiopía, “la represa que estamos construyendo juntos, mano con mano, está en la lista de los megaproyectos, no sólo de África sino del mundo todo. Y se convierte en la fuente de nuestro orgullo nacional”, dijo ya en 2017 el entonces primer ministro Hailemariam Desalegn. Etiopía es uno de los pocos países con un plan para gestionar el aumento de la población que se duplicaría en las próximas tres décadas. Así, se levantan parques industriales y se desarrollan planes que necesitan energía.

La Gran Represa del Renacimiento Etíope tiene un financiamiento quizás único en el mundo. Se han sucedido diferentes gobiernos: el país quiere que la obra se haga con recursos propios, sin ayuda internacional, salvo ese 30% proveniente de la banca china. Una causa nacional. El Estado puso a la venta una serie de bonos, los funcionarios del gobierno aportan un mes anual de su salario y hay una lotería destinada exclusivamente al financiamiento de la represa. «

Moisés

El Nilo, como las cosas naturales que el hombre no pudo destruir y permanecen a lo largo de todas las edades, compite en el rubro con otros famosos como el Éufrates y el Tigris, el terceto que incubó a las primeras grandes culturas. En sus nacientes, en Etiopía, cobijó y protegió hasta mediados de los ’80 del siglo XX a los Beta Israel, los negros falashas descendientes de la tribu perdida de Israel. En otro punto nunca precisado, se generó otro de los episodios –leyenda, realidad, depende de quién– que enriqueció la fama del Nilo y marcó al mundo. Fue –leyenda, realidad– en algún sitio de Egipto, unos 1500 años antes de Jesús, Edad de Bronce, que el Faraón ordenó asesinar a los judíos recién nacidos. Para salvarlo del genocidio, una madre judía puso a su hijo en un cesto de mimbre y lo lanzó aguas arriba del Nilo, de donde fue rescatado por una princesa: lo llamó Moisés. Ya adolescente, por justiciero debió huir. Años después, tras un milagroso encuentro con “el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob”, Moisés reapareció, ya con largas barbas pero sin “moisés”, para darles a los hombres las Tablas de la Ley.

El conflicto libio

En torno al Mediterráneo crece la preocupación. Libia tiene los yacimientos petroleros más importantes de África: fue desmembrado por la intervención de la OTAN y EEUU en 2011 para derrocar a Muhammad Khadafi. Desde entonces tribus regionales se disputan el control de la nación, obedeciendo a los intereses de las multinacionales petroleras. Libia se divide entre un territorio en el este, liderado por el general Jalifa Haftar, en Bengasi, y otro en Trípoli, en el oeste, con apoyo de la ONU. El gobierno del egipcio Abdul Fatah al Sisi apoya a Haftar, porque así resguarda su frontera, mientras que el turco Recep Tayyip Erdogan se suma a la ONU, Rusia y Emiratos Árabes en favor del gobierno de Tripoli. La situación se complica en tanto Turquía es miembro de la OTAN y como Egipto, aliado de EEUU.

Por otro lado, la OMS  alertó por el crecimiento de coronavirus en el continente, donde ya se produjeron más de 15.000 muertos desde que comenzó la pandemia. El país más golpeado, es el más rico y a la vez el más desigual: Sudáfrica, que ya superó los 5000 muertos y se acerca a los 400.000 contagiados.