Olleros y Córdoba. Una chica veinteañera pasa por la vereda y la ve del otro lado del vidrio, dentro del barcito, charlando con el cronista, tomando una chocolatada. Se detiene una ínfima fracción para construir un corazón con los dedos. Esa dosis de afecto, esa comunión solidaria, le arranca una sonrisa aún más amplia a la ya sonriente Melisa Trad. Otro gesto de respaldo a quien fue víctima de una muestra contundente de lo que es capaz la prensa canalla.

Pero quedarse en ese episodio de TN+ sería una injusticia abrumadora para la periodista sanjuanina. Estudió Comunicación en la Universidad Nacional de su provincia. Descendiente de bisabuelos libaneses, fue a Medio Oriente a conocer el lugar de sus ancestros: anduvo de mochilera durante cuatro meses en 2016. Había estudiado el conflicto regional pero se enfrentró con «una realidad totalmente distinta a la de los libros. Pasar por chequeos fronterizos, ver cómo los militares tratan a los palestinos, me generó la sensación de ‘acá hay una historia y debo contarla'». Se especializó en política internacional, obtuvo una beca de la Unión Europea para una maestría en Seguridad, Inteligencia y Estudios Estratégicos. Trabajó en distintos medios (entre ellos el proyecto autogestivo La Mecha) y el año pasado encaró un viaje de varios meses que concluyó en Qatar para el Mundial. Al pasar otra vez por Medio Oriente se impuso regresar por un lapso prolongado para «hablar con la gente. Los artículos me quedan chicos. Hay tanto que explicar. Una idea naciente: un libro más humano sobre las historias de la gente».

Estuvo siete meses. Estaba en Ramallah. Se le expiraba la visa de turista, debía salir para renovarla. Pero estalló esta nueva fase de la guerra. Integró el primer contingente de los vuelos humanitarios del gobierno argentino en vuelos humanitarios. «Hay una historia que contar del lado palestino que no se está contando. Los corresponsales no van allí. Sólo hablan desde el lado israelí», dice mientras le estalla el celular. Apareció en decenas de medios antes de retornar a San Juan «para votar».

–¿Completaste el laburo de investigación o quedó trunco con esta salida abrupta?

–Me inspiré en Rodolfo Walsh. Quiero contar esas historias de modo literario. Vínculos con la gente, entrevistas, anécdotas, una visión personal y diferente. Nunca quise ser una analista internacional de panel. Hablar con las comunidades, ver cómo viven, traer sus voces. Tenés los ojos frescos cuando vas a un lugar así: la población palestina soporta una historia de décadas de ocupación. Más aún visto desde un país como Argentina que es vanguardia en la lucha por los DD HH.

–¿Cómo se vive en un territorio bajo ocupación?

–Por caso, al pasar de Cisjordania a Jerusalén hay un control militar. Al bondi se suben dos militares de unos 20 años, muy armados: controlan permisos, y maltratan a una señora que quiere pasar con una bolsa de naranjas. O hacen bajar a todos los palestinos y dejan pasar a los que no lo son o tienen pasaporte extranjero. Es muy fuerte: sos turista y tenés derechos que la población local no tiene. Aunque yo ya suelo tener problemas para entrar o salir por mi origen.

–¿Incluso en el Hércules argentino que te sacó de Israel?

–Estaba con funcionarios argentinos, saliendo, en el aeropuerto Ben Gurion: todos pasaron y a mí me mandaron a un control de seguridad exhaustivo, extra, por mi apellido.

–¿Pensás volver?

–Yo quiero. Obvio, cuando las cosas se calmen. No sé qué pasará. Hoy las condiciones laborales de un periodista en zona de guerra son paupérrimas. Siempre fui muy cuidadosa con lo que publiqué pero una no puede quedarse en silencio cuando pasan estas cosas, sobre todo aquí donde hay una narrativa muy unilateral. Como periodista tengo la responsabilidad de contar lo que he visto.

–No fuiste sólo para conocer el Mar Muerto, justamente.

–Siempre traté de entender cómo se vive allí y transmitirlo. No para justificar el ataque de Hamas y la masacre a civiles. Obviamente estoy en contra. Todavía me siento ridícula teniendo que aclararlo. Soy activista de DD HH y de género de toda la vida. No me interesa ser corresponsal de guerra sino de zonas de conflicto. Todo el mundo posa sus ojos cuando se producen eventos del horror del ataque de Hamas. Pero quién estaba antes ahí, cómo vivía, los DD HH que se violan. Incluso hay conflictos dormidos con historias para contar. Por ejemplo, en Chipre. Estuve en más de 45 países tratando de entender la historia.

–¿Cómo era tu vida antes del ataque del sábado 7?

–Los países árabes tiene una paradoja tremenda: no viven una paz constante y duradera, pero a la vez es la gente más hospitalaria, amable, dulce. Te subís a un colectivo y a los 5′, el de al lado, ya te contó su vida, las peores tragedias que le sucedieron…

–Que son muchas.

–Una vez viajé con un hombre al que le faltaba un brazo: lo había perdido en la Intifada. Son historias que se deben contar. ¿Qué cosas me hacían ruido? El movimiento restringido, el no acceso a un montón de bienes y servicios, el trato, la humillación que baja desde el gobierno israelí, y el ejército. No hablo de militantes de Hamas, hablo de familias como la tuya o la mía.

–Eso en Cisjordania. Lo que será en la Franja de Gaza.

–Los dos territorios, que no están conectados, viven una realidad muy distinta. Los palestinos son ciudadanos de segunda clase, pero a su vez, dentro de la comunidad, hay categorías. Con un sistema de permisos que limitan lo que pueden hacer. En Gaza están mucho peor, encerrados en lo que se conoce como «cárcel a cielo abierto más grande del mundo»: más de dos millones de personas completamente hacinadas en 40 km. La calidad de vida en Cisjordania es infinitamente mejor que la de Gaza. Antes del ataque quería ir a cubrirlo pero el sistema de permisos es súper complejo: deben darlos las autoridades israelíes y las de Gaza. Desde la oficina de representación argentina me dijeron: «Si entrás a Gaza y pasa algo, la Argentina no puede rescatarte».

–La crisis humanitaria viene de antes del ataque. Ahora debe ser espeluznante.

–Israel bloqueó pasos de agua, electricidad, comida. Mientras, bombardeaba. De esa situación no se habla con la gravedad que merece. No puede haber una competencia del horror: el que cometió Hamas en Israel no es de distinta envergadura del que genera Israel, con lo que podemos llamar «crímenes de guerra»: la población civil no merece lo que está pasando y, por más horroroso que suene, la guerra también tiene reglas. Israel, desde antes del ataque de Hamas, no cumple mucha disposiciones y nadie parece poder reclamarle.

-En una guerra como esta, desde qué lugar se puede hablar de humanidad.

Foto: AFP

-Debe venir de la comunidad internacional no dándole un cheque en blanco a Netanyahu. Hamás ya cometió este ataque. Israel ya bombardeó Gaza. Ya hay demasiados muertos, aunque uno solo lo justificaría. Después de lo que vivió, la gente en los kibutz tiene derecho a pedir justicia. Pero eso es muy distinto a pedir que se cometan crímenes de guerra. Hemos visto a jerarcas israelíes hablar de los palestinos como “bestias humanas” que serían tratadas como tales. Como si todas la comunidad palestina fuera representada por un grupo terrorista. Claramente este conflicto está muy despojado de humanidad. Cuando no es posible evitar la guerra, a veces se establecen tribunales para establecer responsabilidades pero Israel no suele respetar los fallos. Después esos tribunales terminan juzgando a líderes de ejército de liberación en África, pero no a los grandes responsables de las grandes guerras.

-¿Cómo es la relación de la población israelí con su gobierno y su ejército?

-No podemos ser ajenos que Israel tiene uno de los gobiernos de más extrema derecha de su historia. La coalición que llevó al poder a Netanyahu tiene mucho que ver con los cargos judiciales que enfrenta. Y el combo entre eso y un grupo extremista desde Gaza es terrible para pedirles madurez a los líderes. Antes de que esto sucediera, Netanyahu trataba de pasar una reforma judicial muy polémica, mucha gente consideraba que coartaba derechos humanos y democracia. Hubo grandes protestas los sábados. Como en todos lados, hay gente que banca y otra que no. Con el ejército pasa lo mismo: el servicio militar en Israel es obligatorio para hombres y mujeres. Genera una cuestión cercana en la población con el ejército. Hay 300 mil reservistas.

-¿Es posible la paz? Más aún: ¿es posible una paz equitativa para ambos lados?

-Es complejo sentarse en una mesa de negociación porque no hay dos bandos en pie de igualdad. Además que no hay una representación legítima en Palestina para decir quién se sienta. Es un obstáculo para la paz. El momento más cercano a la paz, en los ’90, cuando la OLP depone las armas y crea la Autoridad Palestina, que sería la que negociaría con Israel: hubo una promesa de que se iba a crear el estado palestino y nunca sucedió. Por lo tanto, de aquellos acuerdos de Oslo, una parte rige cómo se vive hoy y otra quedó en promesa. Además, las últimas elecciones fueron hace años: la gente siente que no tiene una representación legítima. La Autoridad no tiene ninguna jurisdicción sobre Gaza y en Cisjordania no conocí a ningún palestina que esté de acuerdo con ese gobierno, completamente deslegitimado. Lo ve como cómplice de la ocupación. En cuanto a Hamás, en Cisjordania, hay muchísimos palestinos horrorizados con la masacre en Israel.

-La actualidad no da resquicio para ser optimista.

-Se requiere de cierta madurez de los líderes. No soy optimista. No creo que Netanyahu y la cúpula israelí pueda correrse de una respuesta brutal como la que hizo. Está dispuesto a ir por todo. ¿Y qué pasará con la Franja: quién va a gobernar ese territorio; tendrá un status como el de Cisjordania? Ya que ahora los ojos del mundo vuelven a estar ese lugar, es el momento para que la comunidad internacional presione lo más posible. La solución no puede ser militar: podríamos ver el exterminio de una población.

La periodista en Cisjordania, antes del ataque de Hamás.

-¿Viste venir el ataque?

-No se veía venir uno de esa magnitud y que encontrara a Israel desprevenido. Pero todos estos meses han sido de mucha tensión. Cada tres cuatro días había ataques de uno y otro lado, bastante violencia incubándose… Sobre todo el incremento de la violencia de los colonos israelíes, los que viven en asentamientos, pequeñas ciudades o barrios en territorios palestinos, con calles en las que no pueden entrar los palestinos. Representan una estrategia de ocupación y no cumplen los derechos internacionales.

-Otro conflicto es Jerusalén.

-Una tierra muy conflictiva. Tienen sus sitios religiosos más importantes las tres religiones monoteístas, el judaísmo, el cristianismo y el islam. Sitios que son relevantes para ellos, fundacionales. Todo el mundo reclama la potestad y nunca se llegó a implementar el plan de partición de la ONU sobre jurisdicción internacional. Israel controla la zona.

-¿Cómo se maneja el miedo y el concepto de muerte en tiempos de guerra?

-Es recomplejo cuando uno no vivió nada similar. Mal que mal la Argentina es un territorio en paz. Nací en el 91, en democracia, ni siquiera viví los momentos más oscuros de Argentina, sino mediante la gente que trabaja por recuperar la memoria. Pero no es lo mismo: es la diferencia entre estar en un lugar y llegar cuando pasa algo. Sentir que hay una parte de la historia que no se está contando: yo sentía que era fundamental ese rol. Y no me quería ir ahí nomás, quería mostrar las cosas. Tenía el televisor prendido, algo que como milenial yo no hago. Consumo las noticias de otro modo. Cuando cerraron los cruces de Cisjordania me dije: «Estoy encerrada en Palestina». Pero de la oficina de representación me dijeron «nosotros te sacamos». Eso me tranquilizó… Para mí era muy fuerte estar en un lugar donde yo me iba a dormir y sonaban los aviones de guerra. No estaba en una región en peligro, no caían cohetes al lado mío. Pero la distancia entre Gaza y Ramallah es menos de 100 km. Entre la capital de San Juan y la Mendoza hay el doble de distancia. Eso me pareció tan tétrico…  Pero los cohetes desde Gaza y los bombardeos a Gaza ocurren bastante más seguido de lo que vemos en los medios. Siempre es diferente ser testigo de la muerte en primera persona.

Madres

-Tres días antes de que sucediera el ataque estuviste en Jerusalén.

-En un encuentro entre mujeres israelíes y palestinas. Era el Llamado de las madres, con el concepto: Más allá del conflicto y de la ideología no queremos que sigan matando a nuestros hijos. Es inevitable pensar en las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo. La fortaleza de estas mujeres que trascendían el dolor para estrechar las manos por la paz. Pero resultó muy triste; a los tres días empezaron los ataques y esos grupos reciben muchas presiones. Hay mucha gente, de ambos lados de la frontera que no quiere que estas mujeres se junten.

-La resistencia a las Madres y Abuelas se decantó en sectores negacionistas, incluyendo la derecha más próxima a la dictadura. 

-El de Medio Oriente es un conflicto que lleva tanto tiempo que la gente nace y muere en ese marco. Es fácil verlo de afuera y criticar a los que critican estos intentos. Hay un término que usan, que en inglés es normalizer, como que lo que están haciendo las organizaciones que pugnan por la paz tratan de sostener el status quo de ocupación. Hay gente que cree en los dos lados de la frontera que el otro lo quiere exterminar. Y en algún punto es verdad, pero no es una verdad absoluta. Hay muy distintas posturas y voces en ambos lados.

Periodistas

La invitaron a LN+ y Trad comenzó a relatar su visión sobre la guerra. Pero dos periodistas inescrupulosos la interrumpieron intespestivamente, e incluso, uno de ellos la acusó de “antisemita” y de «defender a la dictadura”, cuando horas antes sí admitió un extenso diálogo con una candidata que vindica los años de terror en la Argentina.

-Me pareció muy triste que terminemos en trincheras donde nadie se escucha. Cada medio tiene atrás su línea editorial. Sabiendo eso, aun así fui a LN + y a otros canales. Creo en el periodismo como diálogo. Hay una diferencia muy grande entre opinar distinto y faltar completamente el respeto y no darte el lugar para opinar. ¿Me invitan para cubrir una cuota de diversidad o qué? Me sientan con cuatro personas con un activismo sionista muy fuerte. En este caso específicamente, más allá de la falta de respeto, no sólo un periodista se levantó de la mesa sino me acusó de cosas sin conocerme. Que defendía a Hamas cuando en toda la nota aclaré siempre que condenaba lo que pasó y que no tengo problema en decir que Hamas cometió un ataque terrorista. ¿Ellos pueden aceptar que Israel está cometiendo crímenes de guerra? Me desprestigió sin conocerme y me acusó de homofóbica: yo lo quiero invitar a ese periodista a venir a San Juan y que averigue cuando nosotras éramos 100 personas saliendo a la calle a defendiendo una ley en una provincia que no la defendía…