* Empleo en picada: 217 mil puestos de trabajo menos en un año, según datos del Ministerio de Producción. 

* La inseguridad alimentaria ya afecta a 14 millones de argentinos: un informe de la FAO concluyó que en sólo dos años se sumaron 5,9 millones más que padecen la falta de acceso continuado a alimentos.

* Sin créditos UVA, se derrumbó el mercado inmobiliario: en junio cayó un 41,8% la firma de escrituras por compraventa de propiedades en la CABA respecto de las realizadas en el mismo mes de 2018. 

* Se derrumbaron más del 13% las ventas en supermercados y autoservicios. Según el relevamiento del Indec, en los shopping la caída fue todavía mayor.

* Casi la mitad de los trabajadores privados no cubre la canasta de pobreza. El dato surge al cruzar el último informe del Indec sobre canastas de pobreza y de indigencia, con la mediana salarial publicada por la Secretaría de Trabajo.

* Sólo en el último año, cayó un 4,4% el consumo de leche por habitante: Entre enero y mayo, los argentinos consumieron 115 millones de litros de leche menos que en el mismo tramo de 2018. 

Son noticias de esta semana. Datos duros de la insufrible vida cotidiana en la Argentina de Mauricio Macri, que pasaron casi inadvertidos mientras la prensa del sistema discurrió durante horas sobre pindongas y cuchuflitos, declaraciones inflamadas, o los modos de una protesta de pilotos aéreos. 

¿La manipulación de la agenda informativa es inocua para el proceso electoral? ¿La pirotecnia verbal de los candidatos es más determinante que los hechos en el comportamiento de los votantes?

Hace años que los teóricos de la comunicación debaten sobre la influencia de los medios en la conciencia política de la sociedad. Empresas mediáticas y periodistas mainstream se bajan el precio. Dicen que su influencia es nula, y como prueba citan a Juan Perón: «Contra los medios gané, con los medios perdí».

Los políticos, en cambio, les adjudican a los medios un poder sobrenatural. Y a modo de síntesis teórica citan la frase que el radical César Jaroslavsky le dedicó a Clarín: «Hay que tener cuidado con esos; atacan como partido político, pero se defienden con la libertad de expresión».

A riesgo de caer en el témpano del centro, ni mucho ni tan poco. Hay evidencias sobre la influencia decisiva que tuvieron los medios –y la difusión de noticias falsas– en procesos electorales recientes. Donald Trump, el flamante premier inglés Boris Johnson en el Bréxit y la gobernadora María Eugenia Vidal fueron beneficiados por «fake news» y campañas tóxicas en redes sociales y medios tradicionales. ¿Habrían ganado sin esa ayuda? Nunca se sabrá.

Lo que sí se sabe es que los medios del sistema, aun con su credibilidad en declive, mantienen la capacidad de influir sobre la agenda y el sentido común. ¿Eso significa que «la gente» es una masa manipulable, incapaz de elegir por sí misma en función de su propia realidad? Es obvio que no. ¿El ciudadano elige con libertad si se le presenta un menú contaminado? Tampoco. 

Con un 35% de pobres y la mitad de los trabajadores en situación de vulnerabilidad, es evidente que la víscera electoral más sensible de los argentinos sigue siendo el bolsillo. Pero aun así es una ingenuidad suponer que la lacerante realidad, por sí sola, es capaz de penetrar el costoso blindaje que protege al gobierno: el especialista en comunicación Agustín Espada detectó que en el primer semestre de este año el Ejecutivo invirtió $ 2177 millones en pauta oficial, cifra casi idéntica a los $ 2250 millones pautados durante todo el 2018. 

La pauta trepó un 200%, semestre contra semestre.

Republicanísimo todo.

Total normalidad. «