Hubo un día en que el deporte cambió para siempre. Ocurrió algo que parecía imposible y se abrió una puerta hacia una dimensión desconocida. Y a partir de allí todo cambió. Fue el 4 de septiembre de 2002, 15 años atrás, en el Mundial de Indianápolis, cuando el seleccionado que permanecía invencible, casi inalcanzable, perdió. Y fue Argentina, formada por una camada que recién empezaba a hacer historia, la responsable de mostrarle el camino al resto del mundo para vencer a un equipo formado por estrellas de la NBA. Y en la casa de esas estrellas.

Esos jugadores, que dos años más tarde llegarían a su Everest con el oro olímpico en Atenas 2004, nacieron viendo ese mundo estelar por la televisión. Y ese día lo hicieron añicos. Emanuel Ginóbili, Luis Scola, Hugo Sconochini, Fabricio Oberto, Rubén Wolkowyski, Juan Ignacio Sánchez y Andrés Nocioni, entre otros, se criaron imitando en sus clubes a sus ídolos de la NBA.

Ellos ya dejaron su lugar, encarrilaron a una nueva generación que hoy toma la posta, que se crió viendo ese el 4 de septiembre de 2002 en loop y el oro como coletazo, y que saben que todo es posible: Facundo Campazzo, Gabriel Deck, Marcos Delía, Patricio Garino, Nicolás Laprovíttola, Lucio Redivo y tantos más, quienes este fin de semana tienen una prueba de fuego al disputar la AmeriCup.

La mayoría de los que hoy defienden la camiseta de la Selección tenían entre ocho y diez años en esa noche del 87-80 en el Conseco FieldHouse Centre de Indiana. Solo con el tiempo se fueron dando cuenta de lo que se había logrado.

«Sin dudas marcó un antes y un después en el básquet, dejó de ser como lo conocíamos, fue algo histórico. Por supuesto que les pregunté a quienes estuvieron ese día sobre las sensaciones y sobre qué pensaban en la cancha, y todos me dijeron que fue algo único. Hay días que veo los videos; yo apenas tenía diez años, pero fue algo que me marcó», cuenta Delía, el pivote titular del conjunto dirigido por Sergio Hernández y que va por su segundo año en el Murcia de la ACB española. El otro hombre grande del equipo nacional, Tayavek Gallizzi, sonríe al recordar esa jornada: «No entendía mucho lo que estaba pasando. En ese momento se convirtieron en inalcanzables, intocables. Ni siquiera soñaba en ser como ellos. Cada día iba y jugaba, solo eso. Era muy chico. De grande me di cuenta de la dimensión de semejante logro».

Erik Thomas, nacido en Entre Ríos, vivía en Estados Unidos junto a su familia: «Todo fue demasiado grande allá. Todavía hoy miro los videos de los partidos. Fue un momento muy feliz para todo el deporte argentino». El triunfo de la Argentina ante Estados Unidos fue también un impulso para el básquet local y Eric Flor, estrella de Quilmes de Mar del Plata, lo vivió cuando recién arrancaba en la categoría mini de Los Indios de Moreno. «Se armó un quilombo hermoso por todo lo que generó –cuenta el goleador–. Después vi como loco el partido con Alemania y la final con Yugoslavia. En Los Indios de Moreno dejamos de tener un equipo de mini y pasamos a tener tres. Se triplicó la cantidad de chicos jugando al básquet. Fue un impacto terrible. Se notaba en las canchas. De grande lo charlé varias veces con Walter Herrmann, cuando coincidimos en San Lorenzo».

Ese triunfo quedó registrado entre los mayores logros del deporte argentino. Y fue el empujón que necesitaba una camada de jugadores especiales e imposibles para ir por más. No se dieron por vencidos luego de la polémica caída ante Yugoslavia en la final y dos años más tarde lograron el oro en Atenas 2004 y un sinfín de hitos dignos de un cuento de fantasía. El tan esperado recambio generacional ya es una realidad y la AmeriCup se presenta, tras el desgarro de Luis Scola, como el primer torneo sin un «dorado» en el plantel. Todo un desafío para un grupo que tiene como objetivo tener su propia identidad, pero con el legado de aquellos que 15 años atrás abrieron un nuevo universo para Argentina y para el mundo.

Una carrera frenada por Yugoslavia y los árbitros

La Selección de Rubén Magnano dejó en claro que iba en serio desde la primera fase: 107-72 ante Venezuela, 100-81 a Rusia y 112-85 a Nueva Zelanda. En la siguiente fase apabulló por 85-71 a la China de Yao Ming, mientras que fue más parejo, 86-77, a la Alemania de Dirk Nowitzki. Llegó el  87-80. Pese a la clasificación asegurada, Argentina salió a ganar para quedar primera ante un equipo formado por Paul Pierce, Reggie Miller, Baron Davis y Ben Wallace. El primer tiempo fue 34-21 y se escuchó la famosa frase de Andrés Nocioni: «¿Cuándo se van a despertar estos tipos? Estamos 15 arriba!». No lo hicieron. El primer puesto le valió jugar con Brasil en cuartos. Argentina ganó 78-67. De nuevo Alemania en semis. Fue 86-80 con 18 de Sconochini, pero con la lesión en el tobillo de Manu Ginóbili.

Sin él –apenas jugó unos minutos–, del otro lado estaba Yugoslavia, pero los verdaderos rivales fueron los árbitros: el dominicano Reinaldo Mercedes y el griego Nikos Pitsilkas. La polémica llegó sobre el final, cuando no le cobraron una falta a Sconochini en una bandeja. Tiempo después, Pitsilkas confesó que se equivocó en esa jugada. Fue 84-77 para los balcánicos en tiempo suplementario.