La Guerra de Malvinas es un acontecimiento inquietante, que moviliza afectos e imaginarios de toda índole pero que también desafía cómo leemos la historia reciente y no tan reciente, rechazando lo cómodo o lo estático. En un  nuevo aniversario y a pesar de la diversidad de investigaciones, testimonios, novelas, obras de teatro, canciones y/o películas que invitan a repensar el conflicto de 1982, la guerra sigue ocurriendo porque conserva historias secretas pero latentes, que están ahí y que articulan, las veamos o no, una singularidad histórica

Es necesario entonces reconocer, estudiar y divulgar tales “lagunas” con el fin de enriquecer nuestro entendimiento de la batalla, sus efectos y sus consecuencias.

El caso del ARA San Luis es ilustrativo de esto. Aunque el submarino estuvo en el frente de batalla durante la guerra, superando condiciones muy desfavorables y logrando regresar a puerto con el objetivo de volver al combate, suele quedar a la sombra del retiro de tropas de superficie que realiza la Armada Argentina tras el hundimiento del ARA Belgrano, ocurrido el 2 de mayo.

Sin embargo, Solo contra el imperio, del docente e historiador Pablo Melara, editado por El Cazador, propone echar nueva luz sobre una de las muchas experiencias de la Guerra de Malvinas que hablan de la vitalidad del hecho histórico en nuestro tiempo presente y su necesaria proyección hacia el futuro.

-¿Cómo surge tu interés por la Guerra de Malvinas?

-Mi interés por Malvinas comenzó desde muy chico. Mi primer recuerdo me lleva a 1979. Tendría unos ocho años, y aún recuerdo la sensación que me causó leer una nota en la revista Gente. En la misma hablaba de los habitantes de las islas y, para mi sorpresa, estos eran ingleses. Le pregunté a mi papá al respecto y me confirmó que los ingleses las habían tomado por la fuerza.

Aún no olvido la bronca. Ese interés por las islas se va a profundizar en 1982, son muchos los recuerdos sobre aquellos días: la noticia del incidente en las islas Georgias y cómo iba ganando los espacios en el diario, los movimientos militares en la base de submarinos [de Mar del Plata], los festejos por el 2 de abril con mis amigos en el cole. También me acuerdo del reto de nuestra maestra, que nos dijo que no había mucho para festejar: “Una guerra es posible”.

Eso impactó en tu formación posterior y te llevó hasta el ARA San Luis.

-Este interés de niño se va a profundizar en mi adolescencia. Sobre todo a partir de la lectura de una serie de fascículos que publicaba la editorial Reguera, que hablaban de la guerra, del campo de batalla terrestre, aéreo y naval. Pero va a ser un libro el que me va a marcar, Malvinas. La Trama Secreta [de Cardoso, Kirschbaum y van der Kooy, de 1983].

El submarinista Eduardo Lavello con el autor del libro Solo contra el imperio de Pablo Melara

Admiré su escritura y definitivamente despertó algo nuevo en mí: la idea de, algún día, escribir un libro. A los 29 años comencé la carrera de historia en la Universidad Nacional de Mar del Plata y noté con sorpresa que el estudio de Malvinas no ocupaba un lugar importante, tuve que esperar hasta la última materia.

Hacia el final de la carrera comienzo a realizar mi tesis. El tema era obvio. Decidí meterme en el campo de batalla y elegí el accionar de la Agrupación de Buzos Tácticos. En el 2010 finalicé mi tesis y en el 2011 se convirtió en el libro Malvinas. Sentir la Guerra. En la presentación de ese libro había un grupo de submarinistas.

Posteriormente nos reunimos en la casa de uno de ellos y me dijeron “queremos contarte la verdadera historia del submarino San Luís”. Allí comenzó la investigación. El libro está pensado en torno a dos historias. Una en primer plano, la de la campaña del submarino San Luis, y otra que la contiene, que está detrás, el conflicto de Malvinas.

-Si bien Solo contra el imperio incluye tu voz como hilo conductor, optaste por entramar las voces de los distintos protagonistas. ¿Qué te impulsó a explorar la guerra desde los testimonios?

-La voz de este grupo de hombres con sus historias de vida contadas de primera mano va desde febrero de 1982 hasta julio de ese año, con su regreso a Mar del Plata. El trabajo con testimonios es un hecho placentero como investigador, sobre todo en la parte previa a la escritura: contactar a los protagonistas, realizar el encuentro -en general en sus casas-, acercarse a la experiencia de los protagonistas, las largas entrevistas, lo que dicen -y lo que no dicen-, todo es importante.

 La voz en primera persona otorga imágenes muy vívidas, fundamentales para comprender un hecho tan complejo como lo es una guerra. Al escribir uno piensa en un lector, o sea que a la hora de contar una historia estas experiencias tienen esa faceta intimista que se va intercalando con la rigurosidad de los acontecimientos. El objetivo es que el lector se pueda acercar a la historia del ARA San Luis de una manera vívida.

Submarinistas Eduardo Lavarello, Alberto Poskin, Oscar Serrano y Rafael Guara tomada en 2013 en la Base Naval de Mar del Plata.

-Indagar la historia del ARA San Luis es pensar desde el Mar Argentino y las Islas Malvinas, pero también desde la ciudad de Mar del Plata. ¿Cuál es el valor de las memorias e historias locales para pensar la Guerra?

-Me gusta pensar la Guerra de Malvinas desde Mar del Plata. Aquí hay muchos veteranos de guerra. De hecho, tenemos uno de los centros de exsoldados combatientes más importantes del país. Mar del Plata tuvo una activa participación durante la guerra. Por su particular posición geográfica hay bases de las tres Fuerzas Armadas.

Cientos de muchachos de la ciudad participaron de manera activa en las diferentes operaciones que se efectuaron en el Atlántico Sur. La labor de los submarinos, la presencia de Comandos Anfibios y Buzos Tácticos o del Grupo de Artillería Antiaéreo 601, solo por nombrar algunas unidades, atestiguan la importante labor de los marplatenses en la guerra con Gran Bretaña. Y hay que agregar la acción de los buques mercantes.

Por otro lado, la forma que se vivió la guerra (y la posguerra) aquí fue diferente a la experiencia de Buenos Aires o de las ciudades patagónicas, por ejemplo. Es en busca de esas experiencias locales donde estas investigaciones son importantes. En un conflicto aún vigente que no solo abarca Malvinas sino también al Atlántico Sur y al sector Antártico, Mar del Plata como ciudad marítima nos obliga a pensar y a actuar sobre la creciente influencia británica en nuestro sur.

En tu libro afirmás que la educación es clave para combatir la desmalvinización, ¿cómo se articula tu labor docente con la búsqueda de repensar los sucesos de la guerra a más de cuatro décadas de lo acontecido?

-La educación es el camino ideal para dar batalla a la desmalvinización y proponer un debate y una reflexión de lo que es una guerra y de los intereses que persigue Gran Bretaña en el sur de nuestro país. Al finalizar la guerra comenzó esa política de “desmalvinización”, hacer como si la guerra no hubiese ocurrido, con metáforas como “locura” o “aventura” y los principales damnificados fueron los soldados, que fueron escondidos también.

Las imágenes que aún persisten de la guerra son las que se construyeron en esos primeros años de posguerra y, en esas explicaciones, Inglaterra queda afuera, casi inocente. Esa batalla cultural contra las simplificaciones a la hora de hablar de Malvinas se trasladan a la educación y el aula es el ámbito propicio para darla.

A modo de ejemplo, en el Instituto Jesús Obrero, mi colegio, creamos un grupo de investigación denominado GIHOR, donde se plantea el análisis y la discusión sobre Malvinas y la desmalvinización. Se propone problematizar las relaciones entre historia y memoria, a través de la utilización de testimonios orales en el estudio de Malvinas. Este grupo está integrado por chicos de 16, 17 y 18 años, y participan de la propuesta de forma voluntaria.

Submarinistas Eduardo Lavarello, Alberto Poskin, y Oscar Serran0 en el interior del submarino Salta gemelos del San Luis

Este no es tu primer acercamiento a la historia de la Guerra. ¿Cómo dialoga este material referido al ARA San Luis con tu libro anterior?

-Pasaron doce años entre la finalización de Malvinas: Sentir la guerra y Solo contra el imperio. Hay varias cosas que cambiaron y hay algunas continuidades. Similitudes que tienen los dos libros: hay una historia en primer plano, que es la de los protagonistas, los buzos tacticos en el caso del primero y los submarinistas del San Luis en el segundo.

Pero en ambos hay una historia que los contiene, que es el contexto del conflicto de Malvinas. Y para esto uso una larga duración. En el primer libro afirmaba que las causas de la guerra hay que encontrarlas en la década del sesenta. En esta nueva versión se profundiza esta idea y lo hago a través del estudio de fuentes inglesas, donde se puede ver la necesidad de sectores ingleses de que ocurriese una guerra en 1982.

 Otra cosa en común que presentan ambas producciones es que la recuperación de Malvinas fue un grosero error estratégico del gobierno militar. Y cuando un plan estratégico está equivocado, las tácticas están condenadas a fracasar. Una diferencia que encuentro en estos doce años es el contexto de investigación, producción y difusión del tema Malvinas. Antes era un camino poco transitado por los investigadores argentinos, salvo excepciones como Rosana Guber, Federico Lorenz o Andrea Rodríguez.

Hoy la realidad es muy diferente, por fortuna. Otra diferencia es que el Reino Unido de Gran Bretaña ha acrecentado su poder e influencia en el Atlántico Sur en detrimento del interés de los argentinos.

*Ricardo Dubatti es doctor en Historia y Teoría de las Artes (UBA) becario posdoctoral del Conicet y autor de Nadar en diagonal, tesis sobre Malvinas y Teatro (EUDEBA)

Torpedo en el agua

La polifonía con la que trabajé funciona en su totalidad en uno los capítulos, “Torpedo en el agua”, donde se aborda el combate del 1 de mayo, con 20 horas de combate. Más allá de los hechos objetivos/puros y duros, se da lugar a la experiencia de los tripulantes. De proa a popa y de babor a estribor cada uno va recordando ese delicado momento. Es como una historia en cámara lenta, y seguramente así fue vívido por los tripulantes. Sufrieron un ataque que duró muchas horas, ¡y sobrevivieron!