Cincuenta años después de los fusilamientos de diecinueve presos políticos en la madrugada del 22 de agosto en Trelew, nuevos descubrimientos dan cuenta del carácter continental de la ofensiva contras las organizaciones político-militares del gobierno de facto de Alejandro Lanusse.

En La Patria Fusilada, los tres sobrevivientes de la Masacre de Trelew (María Antonia Berger, Alberto Miguel Camps y Ricardo René Haidar), lograron dar su testimonio sobre los hechos y sus responsables, entrevistados por Francisco “Paco” Urondo en la cárcel de Devoto.

Allí, Camps y Berger recordaron que ya trasladados a la Base Almirante Zar, entre interrogatorios, torturas y vejaciones, Roberto Bravo, uno de los fusiladores, les facilitó “material de lectura” a los presos políticos que participaron de la fuga en la cárcel de Rawson.

“Un día apareció Bravo con una revistita que se llamaba El Desengaño: era la historia de un estudiante que, cansado de luchar en formas no violentas, decide incorporarse a un grupo guerrillero. Por supuesto, a ese grupo la revista la pintaba con todas las lacras imaginables”, relató Camps a Urondo.

“Y nos ofrecía la revista para que la leyéramos. Por supuesto, con el aburrimiento que teníamos aceptábamos leer cualquier cosa”, completó.

De acuerdo al relato de los militantes montoneros, Bravo intentó que la publicación fuera el disparador de discusiones políticas entre presos y captores, pero cuando los primeros objetaban la caracterización que el folleto hacía de la lucha por la liberación “se iba rapidito con su revistita.”

Berger, Haidar y Camps estimaban en La Patria Fusilada que la publicación era “propaganda antisubersiva” que  provenía “seguramente de la CIA”, editada para ser adaptable a cualquier territorio del continente donde actuaran guerrillas.

Registros oficiales en diferentes archivos en el exterior le permitieron a Tiempo ratificar la existencia de ese folleto, hallarlo y determinar qué su edición fue parte de un esfuerzo coordinado de los Estados Unidos para influir en la opinión pública latinoamericana.  

También, confirmar que fue financiado y distribuido por una petrolera de capitales estadounidenses con intereses en el Cono Sur.

El Desengaño es una historieta de 18 páginas, que narra la historia de dos personajes, El Águila, el líder de una “banda terrorista” de izquierda y Manolo, uno de sus adherentes, que comienza a dudar del propósito del grupo y a aborrecer las acciones armadas y sus consecuencias.  Con un tono moralizador, retrata a los guerrilleros como criminales comunes e inescrupulosos, que cometen actos barbáricos “para salir en las primeras planas de los diarios”.

Aunque, como señala en el reportaje Alberto Camps, la revista no tiene pie de imprenta, se trata de una producción de la Agencia de Información de los Estados Unidos (USIA, por sus siglas en inglés). El Desengaño figura en el acervo de este organismo en los Archivos Nacionales del país del norte, junto con mucho material no atribuido a la Agencia al momento de su edición.

De acuerdo a las transcripciones de una sesión del Comité del Senado Estadounidense para las Relaciones Internacionales, El Desengaño es parte del material clasificado como “no atribuido, pero atribuible”, es decir, que Washington no negaría su proveniencia si era preguntado al respecto. 

La USIA, activa desde 1953 hasta su cierre en 1999, estaba dedicada a la “diplomacia pública”. Con trabajo en el cine, la radio, las publicaciones, la televisión y la prensa institucional en general, el organismo se centraba en la «lucha por las mentes y las voluntades» más amplia, contra el comunismo y los actores no estatales en entornos fluidos, para favorecer los intereses estadounidenses.

El Desengaño “era muy similar a esa en la que se ridiculiza a los cubanos”, le decía Marìa Antonia Berger a Paco Urondo en Devoto. El tema del guerrillero arrepentido es uno que USIA repetía con frecuencia en muchos de sus materiales contra la izquierda latinoamericana. Un ejemplo es “Escuela de Asesinos”, un film animado que la Agencia produjo a fines de los 70 y distribuyó hasta 1983. 

En la historia, un joven con preocupaciones políticas y  sociales de un país no determinado de América del sur viaja a Cuba para entrenarse militarmente. Cuando regresa a su tierra natal, el protagonista vive una crisis similar a la de Manolo en El Desengaño: comienza a “darse cuenta” que elegir la vía armada lo convirtió en un asesino ante los ojos de la gente que pretendía liberar.

Cientos de materiales gráficos y cinematográficos conforman el acervo de USIA en los Archivos Nacionales en Washington.

Sólo en 1972 en América Latina, la Agencia realizó 1.100 programas y segmentos radiales, publicó 2.736 materiales gráficos, y produjo 2.141 piezas audiovisuales para cine y televisión.

En Argentina, en el año de la Masacre de Trelew, USIA tenía una dotación de 87 empleados, 67 de los cuales eran argentinos. Además del plantel propio, cooperaba estrechamente con las Fuerzas Armadas, y distintas asociaciones sin fines de lucro de la academia local y la sociedad civil. 

Exactamente 20.000 copias de El Desengaño fueron distribuidas en nuestro país por USIA, incluida la que Bravo usaba para tratar de adoctrinar a los cuadros montoneros en los calabozos de la Base Naval.

Pero los registros del gobierno estadounidense muestran que la Agencia no fue el único poder detrás de la propaganda antisubversiva. 

De acuerdo a Darrel Carter, la cabeza de USIA para América Latina en esos años, varias compañías estadounidenses acompañaban los esfuerzos propagandísticos.

El funcionario norteamericano admitió al Senado de su país en 1973 que la petrolera Texaco no solo financió El Desengaño, sino que además, se encargó de distribuirla en Bolivia y Ecuador. Y que la colaboración con esa y otras empresas “era parte de su objetivo de política exterior”.

En el mismo sentido se encuentra, por ejemplo, la colaboración del gigante manufacturero ITT en el derrocamiento de Salvador Allende en Chile, un año después.

Durante todo el gobierno del socialista, USIA pagó por ficciones televisivas, libros y folletos que despertaran el sentimiento contra el gobierno y que los chilenos favorecieran y tomaran como propia la opinión norteamericana sobre el proceso de la Unidad Popular.

El Desengaño no fue la única incursión de Texaco en la política del continente. Entre muchos episodios, se destaca su rol a  principios de la década de 1970 en la persecución a comunidades indígenas que se oponían a los pozos petroleros en el noreste de Ecuador, y hacia la década de 1990, la petrolera auspiciaría la creación de escuadrones de la muerte en Colombia.

Roberto Bravo, el propagandista de USIA en Almirante Zar, fue el último asesino de Trelew impune. Este año, fue condenado en Estados Unidos, tras una demanda promovida por las familias de las víctimas.