Pequeños grupos de mansiones rodeadas por una muralla y del otro lado asentamientos con gente a la que le faltan los servicios más básicos. La imagen se reproduce en las afueras de la Ciudad de Buenos Aires y de varias urbes de Latinoamérica. El conflicto por la toma de Guernica reinstaló el debate sobre el uso del suelo y los modelos de urbanización. Uno de los ejes de ese debate es el fenómeno de los countries y sus consecuencias. “Es un modelo cuestionado en todo el mundo”, dice Andrés Barsky, geógrafo, doctorado en Barcelona, investigador del Instituto del Conurbano de la Universidad Nacional de General Sarmiento.   

“El problema se da en la interface urbano rural, lo que llamamos el periurbano. Un colega de la universidad de La Plata lo denomina el cinturón de la especulación inmobiliaria. El pase de hectáreas rurales a potenciales metros cuadrados urbanizados dispara los valores de la tierra. Se puede multiplicar hasta 100 veces. Es una ganancia fenomenal. Por eso hay tanta presión por urbanizar los bordes de la ciudad. Es un fenómeno especulativo. Hay propietarios que solo están esperando que aparezca, por ejemplo, el proyecto de una autopista en la zona para vender los terrenos. Ahora se compran incluso campos inundables porque ya está la tecnología para elevar el suelo. Es un desastre desde el punto de vista ambiental porque urbanizan humedales, pero son terrenos muy baratos”. 

-¿Cuántos barrios cerrados hay en el GBA?

-Alrededor de 700 con distintos formatos. Ocupan una superficie mayor a la Capital Federal, que tiene 200 kilómetros cuadrados. Los countries utilizan entre 250 y 300 kilómetros cuadrados. En la Capital viven 3.000.000 de personas más los tres millones que se suman durante la jornada laboral. Los countries no llegan a tener 500 mil habitantes. Es un altísimo uso de suelo urbano por habitante. Y al ser cerrados fragmentan socio-espacialmente la ciudad. Se arman enclaves autosegregados.  La idea de la ciudad es la de un espacio de encuentro, en el que los sectores sociales se cruzan. El barrio cerrado cristaliza la desigualdad.

-¿Hay influencias de otros países en este fenómeno?

-Un poco del suburbio americano. Sin embargo, en Estados Unidos los suburbios son abiertos. No están amurallados. Recibimos la influencia anglosajona pero está adaptada. En el periurbano la gente con dinero busca el verde y la tranquilidad. El tema es que en Latinoamérica el periurbano también es la zona de expulsión de la población más pobre. La foto de la urbanización cerrada y muy cerca el asentamiento es habitual. También es porque ahí vive la mano de obra que brinda servicios en el barrio cerrado: albañiles, electricistas, pileteros, servicio doméstico. El modelo de sociedad que resulta de este tipo de segregación potencia las desigualdades.

-Alguien podría rebatir diciendo que generan inversión…

-Eso pasa un poco con los intendentes, pero ahora ven también la otra cara de la moneda. En principio, para cualquier intendente puede ser tentador porque piensa que migra gente con poder adquisitivo y que se le pueden poner tasas municipales importantes y aumentar los ingresos. El barrio cerrado se construye su propia infraestructura, su potabilizadora de agua, sus cloacas. Pero demanda servicios. La mano de obra se instala en el asentamiento donde no hay infraestructura. Y quién tiene que dotar la infraestructura para ese sector con migración interurbana: el Estado. Tenés enclaves con servicios que se financian ellos mismos, de forma privada, y después el Estado tiene que salir a apagar los incendios alrededor.

-¿Es decir que lo que aparece como fuente de recaudación termina generando más gastos que ingresos?

 -Exacto. A principios de los años ’70, Pilar, que hoy tiene 200 barrios cerrados, tenía 25 mil habitantes. Hoy son más de 300 mil. El 80% de la población no tiene cloacas. Creció de modo explosivo y el Estado municipal no puede responder. El conurbano se expande un kilómetro por año hacia las afueras y el Estado va muy atrás. Solo en el primer cordón pueden encontrarse partidos que tienen 100% de cloacas. En el segundo cordón, que creció rápido, ya aparecen partidos que tienen 10 o 20 por ciento de cloacas nada más.

-El que los countries estén dispersos, ¿complica los costos para llevar los servicios? 

-Es un modelo de urbanización cuestionado en todo el mundo. Genera costos altísimos de infraestructura. El suelo puede parecer infinito, pero hay que llevar los fierros, el agua, el gas. Todavía no se llegó a cubrir bien el segundo cordón y ya se está hablando del cuarto, más allá de la Ruta 6. Tenés enormes contrastes sociales y el Estado no llega con la infraestructura. La urbanización dispersa genera un gasto gigante. Es el mismo costo llevar los fierros hasta un punto para 1000 que para 100.000 personas. Pero el aprovechamiento de ese trabajo es mucho mayor. Y si tengo que llevarlos a varios pequeños puntos muy dispersos es carísimo.   

-¿Qué podría hacerse para aminorar el fenómeno?

-Es difícil. Tenemos una baja tradición de planificación territorial. Nuestro Estado está fragmentado y en la zona del conurbano se cruzan jurisdicciones y competencias muy variadas. Y los modelos económicos suelen tener más impacto en los fenómenos migratorios internos que la planificación. Europa tiene un modelo fuerte. Primero montan el lote con servicios y después va la población. Los chinos construyen ciudades enteras antes de que la población vaya a vivir. Para nosotros ambas cosas son muy complejas porque no tenemos los recursos de Europa ni la cultura vertical de China. Ahora ha comenzado un trabajo para crear primero un banco de suelo. Por algo hay que empezar.