Fue una campaña distinta. Sorprendió en su inicio y se mantuvo por 45 días con coherencia interna y respeto absoluto por las recomendaciones previas. Hoy, a las 21, cuando se difundan los primeros datos, se verá su resultado. En estas primarias, la campaña que rompió los moldes fue la de Cristina, la de Unidad Ciudadana.

La expresidenta apostó a una reingeniería completa del espacio kirchnerista: cambió de nombre, fijó la centralidad en los ciudadanos que padecen el ajuste, abandonó la hiperpersonalización del candidato, tuvo un tono más intimista, afectivo, en las imágenes y en el discurso. Fue la estrategia elegida para protagonizar la elección más difícil desde que se convirtió en figura estelar del escenario político.

CFK eligió asumir el riesgo de presentarse y competir en las urnas a pesar de que la mayoría de los medios se esfuercen en dar por terminada su carrera política y reducirla a las páginas judiciales. No es un escenario fácil. Tiene enfrente el oficialismo de Cambiemos, que administra los tres aparatos estatales más grandes del país –la Nación, la provincia de Buenos Aires y CABA-. Además, buena parte del establishment empresario y de embajadas extranjeras están involucrados en el «combate al populismo» y su eventual regreso. Cristina eligió, frente a esto, representar a las mayorías afectadas por el ajuste y la estrategia de shock neoliberal implementado en estos 19 meses.

El entorno más cercano y de confianza de la expresidenta revisaba ayer los últimos detalles de preparación del búnker de Unidad Ciudadana, que funcionará en el gimnasio cubierto, en el predio para la concentración de los jugadores, en la confitería del club y en el playón de estacionamiento del Club Arsenal de Sarandí, municipio de Avellaneda. Los colaboradores que acompañan a Cristina están muy satisfechos por la finalización del primer tramo de la campaña. «Estuvo buenísima», es la evaluación que hacen los responsables de las áreas de comunicación y prensa, al repasar la sorpresa y el impacto que generó la nueva impronta de CFK, desde su virtual lanzamiento en el mismo estadio de Arsenal.

Los adversarios de la ex presidenta incluso parecieron desacomodados por la estrategia que condujo de modo férreo –con instrucciones, retos, coaching y muchas charlas internas– la propia Cristina. Una de las incorporaciones del ‘equipo’, dirían en el PRO, fue el catalán Antoni Gutiérrez-Rubi, de la consultora Ideograma. Ante un contexto crucial para el futuro de los trabajadores y los sectores empobrecidos de la sociedad, el kirchnerismo y el sector mayoritario del PJ bonaerense pusieron en marcha una gradual profesionalización de la comunicación política y su relación con las redes sociales. Y lo hicieron sin complejos.

Más allá de estas cuestiones, que nunca deben ser minimizadas, la clave estuvo en que Cristina detectó –mucho antes que el resto de la dirigencia política– que una parte significativa de la sociedad estaba angustiada por la percepción del rápido deterioro de su economía familiar. Ese malestar en determinadas franjas sociales se expresa en escenas muy duras, como el desmantelamiento del polo textil de la localidad de Jáuregui (Villa Flandria), partido de Luján, que dejó en la calle a cientos de trabajadores. Aquella angustia, que los candidatos de Unidad Ciudadana comprobaron en el terreno, no tenía representación política. Al menos en el marco del peronismo. Las otras facciones del PJ estaban consustanciadas con su vocación de ser «oposición amigable». Todo eso abrió el camino para que la antítesis de Mauricio Macri fuera Cristina, sólo ella. Otra vez ella. Pero distinta.

Las escenas que dan cuenta de la realidad del Conurbano y de otros sectores productivos de la PBA son innumerables. También demoledoras. El descenso del ritmo de producción de hilanderías en San Martín –de 160 metros a 40 metros la hora– y la consecuente pérdida de ingresos. La implementación de tarjetas prepago por parte de la distribuidora eléctrica de Edenor, ante la creciente ola de usuarios del GBA que no pueden pagar las boletas de luz durante dos meses consecutivos. «Nuestro objetivo era desarrollar una campaña de tono ciudadano. En la que el centro fuera el pueblo que está sufriendo el ajuste del gobierno, no una pelea entre dirigentes políticos. Queríamos que nuestra campaña fuera la pelea del pueblo contra el gobierno. Y lo estamos logrando», sintetizan, en diálogo con Tiempo, desde el búnker de Unidad Ciudadana.

La primera etapa está cumplida. La estrategia para el segundo tramo de la campaña será distinta. «Es otro partido», aseguran, cautos. «