El próximo presidente se encontrará en el frente judicial con un panorama inédito y sustancialmente mejor, en términos políticos, que todos sus antecesores. Los principales referentes políticos que podrían condicionarle, acaso reducirle, su margen de maniobra tienen problemas, inminentes o potenciales, en los tribunales.

Cristina Fernández de Kirchner tiene en lo cercano tres juicios orales por comenzar: Memorando con Irán, Los Sauces–Hotesur y Cuadernos. Además, la Cámara de Casación debe resolver (y probablemente lo hará en el primer semestre de 2024) si confirma o revoca la condena por la Causa Vialidad. Y la Cámara Federal se apresta a reabrir el expediente conocido como Ruta del Dinero. Ya sin fueros, la amenaza de una detención sobre la vicepresidenta está latente. Esa hipótesis judicial es posible; políticamente no lo parece tanto.

Mauricio Macri sabe que hay una decena de causas judiciales que lo involucran y que tendrían angustiado (y bastante más) a cualquiera. La venta de armas a Bolivia durante el golpe de Estado contra Evo Morales, la Mesa Judicial para perseguir a opositores, la renegociación de los peajes, Correo Argentino S.A., la venta de centrales energéticas, los parques eólicos y el decreto de blanqueo para familiares permanecen hoy dormidas. El expresidente teme que en un eventual gobierno de Sergio Massa se despierten.

Hay una diferencia sustancial en las situaciones judiciales de Cristina Kirchner y Macri. A la actual vicepresidenta la odian casi todos en Comodoro Py 2002. A Macri siempre lo cuidaron, casi que lo protegieron.

¿El frente judicial de ambos referentes puede ser utilizado como una válvula reguladora de la gobernabilidad?, ¿acaso también un elemento de negociación? Imposible: en la Argentina los jueces son absolutamente independientes y no se dejan influir por factores políticos, económicos ni mucho menos aún por carpetazos…

El mundo judicial está en suspenso a la espera de lo que pase hoy. De hecho, estaba en gateras un fallo sobre la causa del mega espionaje ilegal durante el gobierno de Cambiemos y se postergó hasta después del balotaje. Tampoco se movió en los últimos días la causa en la que está preso el expolicía Ariel Zanchetta, también por espionaje ilegal.

Sergio Massa goza de buena llegada al Poder Judicial. Tiene (y tuvo) amigos allí, algunos de ellos persecutores implacables e incluso abusivos contra Cristina Kirchner. Javier Milei, en cambio, no debe saber ni cómo llegar a Comodoro Py y su primera elección de representante judicial, el abogado Santiago Viola, generó rechazo generalizado. No sólo por el papelón que protagonizó denunciando un «fraude colosal» para después irse a baraja cuando fue citado a justificar sus expresiones. Viola, quien además es apoderado de la lista de La Libertad Avanza, está sospechado de haber sido el ideólogo de la celada contra el juez Sebastián Casanello y aquel invento de una reunión en Olivos con CFK que nunca existió. Fue sobreseído de esa acusación; judicialmente lo zafaron, pero su figura no genera empatía en los tribunales de Retiro.

¿Qué hizo Milei ante ese escenario? Se contactó con Mariano Cúneo Libarona, uno de los abogados influyentes, líder de un estudio que cuenta entre sus clientes a poderosos de todos los ámbitos, incluso jueces con frentes abiertos en Comodoro Py. Nunca antes Cúneo Libarona se había involucrado –de esta manera, al menos– en la actividad política. Si Milei gana el balotaje, probablemente sea su ministro de Justicia.

Massa mantiene el mismo hermetismo en Justicia que en el resto de su eventual gabinete. Algunos nombres circulan, no obstante, en tribunales como potenciales ministros: el expresidente del Consejo de la Magistratura y del Colegio Público de Abogados de Lomas de Zamora Diego Molea y la diputada que lo acompañó en el Frente Renovador Graciela Camaño. Ambos tienen un perfil dialoguista, completamente diferente al confrontativo e improductivo del actual gobierno.

Una cosa parece clara: ninguno de los dos tiene entre sus prioridades el juicio político a la Corte Suprema. ¿Reformas al sistema judicial? Cosméticas, tal vez sí; profundas, difícilmente.

¿Y en el Poder Judicial qué esperan? El escenario que imaginaban se esfumó en las PASO: era Horacio Rodríguez Larreta presidente. De su mano pudo haber regresado a la escena político-tribunalicia el ex ministro de Seguridad porteño Marcelo D’Alessandro, eyectado por la filtración de chats que lo salpican de turbiedad  pero de excelentes vínculos con jueces de Comodoro Py y también de Talcahuano y de la provincia de Buenos Aires.

En el orden de preferencias, Massa estaba en segundo lugar (no lejos del jefe de gobierno porteño), Bullrich en tercero y Milei ni siquiera era contemplado como una alternativa. El resultado de esa primaria los sorprendió. De cara a la elección de hoy, su escogencia es clara. Pero de optar a acompañar hay un trecho largo e incierto. También en el Poder Judicial las lunas de miel de los flamantes presidentes son cada vez más cortas.

No obstante, si sale mal rápidamente se reacomodarán. Siempre lo hacen. Confían en que, como decía María Elena Walsh, «tienen la sartén por el mango y el mango también». «