Hubo dos leitmotivs que Alberto Fernández utilizó durante la campaña electoral con los que acentuaba su rol como líder de una coalición. Uno decía: «No quiero ser un gran presidente sino el presidente de un gran país». Y el otro: «Voy a gobernar con los 24 gobernadores». De estas dos consignas la primera es una expresión de deseo y la segunda implica continuar el trabajo de articulación política que el futuro jefe de Estado había comenzado incluso antes de su postulación presidencial para reunificar al peronismo bajo otro lema: «Con Cristina no alcanza y sin ella no se puede».

La preservación de la unidad del gran frente nacional-popular que ganó la elección el pasado 27 de octubre no es sólo el trabajo de hilvanar las expectativas (el poder) de cada sector. También hay decisiones de gestión que pueden generar tensiones. Eso dispara una pregunta paradojal que no tolera una única respuesta: ¿la base de sustentación política debe ser la meta primera de una gestión, no importa lo que se haga o deje de hacer para sostenerla? Una primera contestación podría decir que sí, ya que sin ese soporte no es posible llevar adelante las políticas que se quiere implementar y por lo tanto es la condición necesaria, inevitable.

Esto –en apariencia– podría resolver un debate que en realidad es irresoluble. Hay una verdad muy repetida que sostiene: «La política es el arte de lo posible». Es cierto. El punto es que esa idea contiene un interrogante dentro de sí que es mucho más difícil de saldar: ¿qué es lo posible?, ¿quién dice cuál es el límite de lo posible? En gran medida de eso se trata el liderazgo y por eso los debates sobre «lo posible» pueden durar décadas. Ocurrió, por ejemplo, con las decisiones tomadas por el expresidente Raúl Alfonsín luego del levantamiento carapintada.

Alberto Fernández asume con una fuerza parlamentaria relativamente sólida. Un bloque de 120 diputados que podría subir a 125. En la Cámara Alta, con la unidad que tejió la expresidenta Cristina Fernández, el bloque llegó a 42. Cabe recordar aquí un antecedente: cuando CFK asumió su primera presidencia en el 2007, el poder parlamentario era aun mayor. En Diputados el bloque tenía 146; en el Senado, 47. Y a los tres meses se produjo la fractura luego de la Resolución 125 y las protestas rurales. ¿CFK rompió el límite de lo posible? ¿Era un error aumentar el impuesto sobre las súper rentas de la soja? Preguntas que muestran que no hay respuestas lineales y constantes. Y que el equilibrio entre «lo posible» y la audacia necesaria para cambiar la sociedad es un enigma. «