El gobierno logró, parado sobre los 107 diputados que tiene, más intensas presiones sobre los gobernadores y represión en las calles, imponer su voluntad en el Congreso Nacional. Se aprobó la reforma previsional que, en rigor, implica una reducción hacia adelante de las jubilaciones, y otros recortes. La ley salió con un resultado ajustado. Hubo 127 diputados que votaron a favor y 117 lo hicieron en contra. 

Esta mayoría que se reflejó en la Cámara Baja no tiene un correlato en la sociedad. La aceitada comunicación que caracteriza al macrismo no logró convencer a la mayoría de la población de que la reforma mejoraría la situación de los jubilados, tampoco de que era totalmente necesario hacerla. Quizás por eso, al día siguiente, volvió el “show de los presos” a las pantallas de televisión.

Dos encuestas a las que tuvo acceso Tiempo Argentino muestran el mayoritario desencanto con la medida que el oficialismo impulsó después del contundente triunfo electoral que logró en el mes de octubre. Los números del rechazo al ajuste jubilatorio son tan amplios que sería necio negar que, entre ellos, hay muchos votantes de Cambiemos. Al igual que con el primer tarifazo, la reforma aprobada en el Congreso produce un impacto negativo en buena parte de la base electoral del oficialismo, que tuvo entre los mayores de 65 años, un núcleo muy amplio de votantes.  

La consultora Ágora midió la opinión pública en Capital y GBA, entre el 14 y el 20 de diciembre, con 1200 casos.
Al preguntar sobre la Reforma, la medición dio que el 65% estaba en el universo del desacuerdo, con un 47 de rechazo total y un 18 que se manifestó “algo en desacuerdo”. Quedó un modesto 17% que respondió que estaba «algo de acuerdo» y sólo un 12 a favor. 

El otro sondeo fue hecho por la consultora D’Alessio Irol. Realizó casi 1000 casos en todo el territorio nacional y obtuvo datos similares sobre el desencanto con el ajuste jubilatorio. 

Para el 55% de los consultados, la medida del ejecutivo fue «mala y además innecesaria». Hubo un 30 que la consideró «mala, pero necesaria», y sólo 15 puntos opinaron que era «buena». 

Al igual que en los indicadores de Ágora, si se suman los resultados que de una forma u otra consideran nociva la medida, la cifra se vuelve unánime: 85 por ciento.   

Este dato confirma que gran parte de los votantes del oficialismo desaprueba una reforma que para el gobierno es parte del corazón de su plan económico. Es decir: cuando el macrismo comienza a mostrar su genuina visión del país, buena parte de la base social que le permitió construir un potente respaldo electoral comienza a cambiar de humor. 

El 12 o 15% que considera buena la ley que se aprobó representa el histórico respaldo que ha tenido la derecha conservadora argentina, representada por partidos como la UCeDe, que a nivel nacional jamás lograron sacar más de 7 puntos.

Los cimientos 

Si se mira el mapa del triunfo electoral de Cambiemos en octubre pasado y en 2015, se ve con bastante claridad que el núcleo central del respaldo al oficialismo se encuentra en los sectores medios urbanos y rurales. Además, entre los mayores de 65 años, según todos los sondeos, el oficialismo tuvo una mayoría abrumadora.  

El debate de por qué el grueso de esa franja etaria respalda al actual proyecto político que, entre otras cosas, le redujo el acceso a los medicamentos, es un análisis que necesita una nota aparte. El punto es que los jubilados votaron masivamente a Macri, en 2015 y en en 2017.  

Los elementos que se acaban de mencionar son centrales para valorar otros datos que arrojan los sondeos, que confirman el impacto negativo que tuvo la reforma en las bases del oficialismo.  

En la encuesta de D’Alessio hay una pregunta sobre los cacerolazos que se extendieron por la ciudad de Buenos Aires y otras capitales del interior después de que la Cámara de Diputados aprobara la nueva ley.  

Al ser consultados sobre estas protestas, que suelen ser un modo clásico en el que la clase media manifiesta su malestar, el 62% sostuvo que fueron espontáneos y que eran en contra del Ejecutivo. Hubo un 27% que remarcó que fueron planificados y un 11 que no contestó.  

Una de las cosas que derrumban estos datos es el intento de un sector de los medios de comunicación oficialistas, de instalar la idea de que los cacerolazos fueron a favor del ejecutivo y para rechazar, culpando a los manifestantes, los incidentes que se habían producido frente al Parlamento. La percepción de la mayoría de la sociedad no fue ésta. En esta oportunidad estuvo más apegada a la realidad que a la posverdad. 

El plan económico de Macri, que no tiene ningún elemento que no se haya probado en la Argentina en otras etapas, se basa en el ajuste y la transferencia de ingresos a los sectores más poderosos del empresariado. No hay forma de que la clase media quede a salvo de estas medidas. El lunes pasado se vio la primera reacción espontánea y toda la maquinaria comunicacional que el gobierno tiene a su servicio no pudo detenerla. «