Las tres principales figuras del PRO afrontarán en las primarias de este domingo el primer examen en la carrera electoral por su reelección. El presidente Mauricio Macri, la gobernadora bonaerense María Eugenia Vidal, y el jefe de Gobierno porteño buscarán revalidar los títulos, luego de una campaña proselitista muy acotada, bajo la nueva marca de Juntos por el Cambio, originada a partir del ingreso del senador peronista Miguel Angel Pichetto como compañero de fórmula de Macri, con el objetivo de oxigenar al oficialismo luego del impacto de la crisis económica que ya suma 15 meses, tras la primera corrida cambiaria de mayo de 2018, donde el Gobierno buscó auxilio en el FMI con un endudamiento inédito.

En la Casa Rosada aseguran que las propuestas programáticas no se realizan en las PASO sino antes de las generales. El argumento confirma un eje determinante sobre el desarrollo de una campaña que comenzó como Cambiemos y, Pichetto mediante, continuó como Juntos por el Cambio. El gobierno trabaja en la campaña desde principios de año. La inició con una agenda de gestión que combinó la utilización de ejes sustitutos, como seguridad o transparencia, para sortear las dificultades evidentes de abordar la problemática económica. Se sumó la inauguración de obras de baja y mediana escala, con hitos de gran envergadura vinculados a la movilidad en el área metropolitana, como el Paseo del Bajo, nuevos tramos del metrobús en el conurbano y viaductos en la capital.

Hiperpolarización.

A pesar del ajuste que tuvo que aplicar por el acuerdo con el FMI, junto a la resignación de actualizar el Fondo del Conurbano a la provincia de Buenos Aires, el gobierno apostó todos los recursos que le quedaron para concluir una serie de obras emblemáticas que se transformaron en la plataforma de sustentación práctica y estética de la campaña por la reelección de los tres principales candidatos que tiene el oficialismo.

La agenda política estuvo concentrada en polarizar a fondo con el kirchnerismo, en una ofensiva que se dislocó cuando Cristina Fernández de Kirchner eligió jugar un segundo plano, impulsar a Alberto Fernández como candidato a presidente y recuperar el factor sorpresa a favor del peronismo, en una contienda de profundo antagonistmo con el oficialismo, que diluyó el peso de una tercera fuerza, como Alternativa Federal.

Desde ese giro, el peronismo no kirchnerista se desinfló por la fuga de sus principales referentes. Pichetto migró al macrismo y el líder del Frente Renovador, Sergio Massa, inició su regreso al PJ, en un proceso de reunificación del peronismo que achicó la chances del PRO para conquistar la reelección de Macri a nivel nacional y la continuidad de Vidal en el gobierno bonaerense.

La tercera fuerza quedó encabezada por el ex ministro de Economía Roberto Lavagna y por el gobernador salteño Juan Manuel Urtubey, pero su desempeño en las mediciones de intención de voto revelan una polarización extrema entre las dos principales contendientes, aunque la fórmula de Consenso Federal mantiene una porción del electorado que luego de este domingo será determinante para las generales del 27 de octubre. Sobre esa disputa Juntos por el Cambio concentró sus cañones de marketing político, especialmente en las grandes cabeceras de la zona centro del país, como Córdoba y Santa Fe, dos provincias que ya eligieron gobernador en mayo, con la reelección de Juan Schiaretti para un tercer mandato en tierra mediterránea y la derrota del socialista Miguel Lifschitz a manos del peronista Omar Perotti. 

La interna PRO por las encuestas.

Desde la consolidación de la fórmula Fernández – Fernández y la postulación del ex ministro de Economía Axel Kicillof como candidato a gobernador bonaerense, acompañado por la intendenta Verónica Magario como vice, las encuestas  ofrecieron un espejo amargo para Macri. La fórmula junto a Pichetto arrancó con una desventaja de diez puntos frente a sus contendientes del Frente de Todos.
Desde hace un mes los principales voceros de la Rosada insisten en que esa brecha se redujo a una variación de tres puntos, cercana al error muestral, pero no aportan datos que sustenten esas afirmaciones. Lo mismo sucede sobre las estimaciones respecto a la Provincia, que no tiene segunda vuelta. Los funcionarios de Vidal hablan de una desventaja que no baja de los 8 puntos, pero en la Rosada los refutan y se aferran al clima de paridad. Además de coincidir en la estética de la campaña, los escuderos de Balcarce 50 y los que tienen despacho en La Plata comparten otro tema: si la desventaja es mayor a los cinco puntos el escenario para las generales se torna más escarpado de lo previsto, con una pendiente directamente proporcional al incremento de la diferencia.


Climas y mercados.

La autodefensa pública del Gobierno parece más concentrada en construir un clima de paridad con el Frente de Todos que en sustentar esos pronósticos con números que los confirmen. La incógnita se revelará cuando comience a desarrollarse el escrutinio provisorio, aunque la batalla bonaerense toma una centralidad determinante por algunos gestos que surgen en medio de la cuenta regresiva. Uno de esos datos tienen que ver con los sorprendentes movimientos que realizan algunos intendentes de Cambiemos en el conurbano, que cortan la boleta de Macri y ponen la suya junto a la del Frente de Todos. Otro tiene que ver con el último tramo de la campaña que compartieron Macri y Vidal, donde el presidente siguió sin ofrecer ninguna propuesta y buscó transmitir emociones al punto de sostener que no hay que buscar razones para votarlo.

El último giro de la campaña estuvo protagonizado por los esfuerzos de Macri por trasmitir sensaciones. De la euforia al llanto, pidió una nueva oportunidad para no volver al pasado, mientras Vidal le prodiga gestos públicos para reducir la desventaja que padece por hacer campaña sin separarse de su principal mentor.

Del trío amarillo que maneja las tres principales jurisdicciones del país, el único que muestra menos riesgo es el alcalde porteño, aunque el techo de su tolerancia dependerá del número que obtenga este domingo porque esta vez los capitalinos no votarán en forma separada de las presidenciales y la figura de Macri puede transformarse en una mochila de plomo tan pesada como la que carga Vidal, expuesta a una pelea por su reelección sin balotage, donde las PASO de este domingo significarán una primera vuelta para su futuro.

En ese contexto, el último ingrediente de la cuenta regresiva estará signado, paradójicamente, por la problemática económica que todo el marketing político de Juntos por el Cambio ha buscado soslayar. Entre el cierre de las urnas de las 18 y el desenlace que tenga el escrutinio restará saber la respuesta de los mercados ante el resultado. Para entonces, habrá que esperar hasta las 10 de la mañana de este lunes. Es una variable que incrementó su calibre desde este viernes, por los señalamientos de economistas y ex funcionarios sobre una presunta maniobra de recompra de acciones por parte de empresas que buscaron construir un clima de recuperación en la Bolsa, casi con el mismo empeño que invierten los voceros del gobierno por hablar de paridad en las encuestas.