Apenas cerraron las listas de precandidatos a las legislativas, comenzó el indignómetro y la guerra de encuestas a modo. No deja de sorprenderme que, en cada elección, se olviden los papelones anteriores de las encuestadoras y de vuelta estallen especulaciones sobre vencidos y vencedores en una Argentina en la que es imposible saber qué va a pasar mañana. En las PASO tendremos indicios, pero nada se va a saber seguro hasta el 22 de octubre, con los votos contados.

En campaña, bah, todo el tiempo, cada quien se indigna según sus amores y odios políticos. La estrella de la semana post cierre de listas fue Fernanda Vallejos, la candidata cristinista a diputada que osó defender a Amado Boudou. La furia mediática y tuitera antik le dio con todo. La expresidenta jefa de Unidad Ciudadana lo advirtió bien clarito: no hay que hablar del pasado. Hay tanto que les puede jugar en contra. Ora sí que el kirchnerismo tiene su propia pesada herencia y Boudou está en esa larga lista.

Otros se enojaron con Florencio Randazzo porque su primer tuit como candidato fue para criticar a su exjefa. Acto seguido, así como para disimular, criticó a Mauricio Macri. Ya veremos cuánto le rinde su largo acto de equilibrismo.

Para como viene la cosa, las acusaciones van a oscilar entre la corrupción kirchnerista, el empobrecimiento macrista y la desconfianza que generan el massismo y el randazzismo.

Los medios militantes (asumidos y no asumidos), juegan su parte, como hace tanto. Por ejemplo, fue muy divertido leer a afamado periodista muy enojado con los periodistas que solo hablan de la expresidenta, así sea para criticarla, porque, según él, le hacen propaganda. En su columna, el afamado solo hablaba (mal, por supuesto) de la expresidenta. Otro escribió que cuando gobernaba el kirchnerismo estaba todo mal, pero no se notaba. Y que ahora con el macrismo todo va bien, pero tampoco se nota. La militancia periodística macrista insiste en que las inversiones (sí, existen, pero en otros países) no llegan ni llegarán por el miedo a la expresidenta y que una derrota del macrismo (que gobierna hace año y medio, detalle que suele olvidarse) complicaría la economía. Les falta poner titulares en letras fantasmagóricas. Otra coincidencia de los periodistas oficialistas, que suelen ser los más ricos, famosos y mediáticos, es «explicar» alternativas tipo: si el kirchnerismo gana, volverá la locura/el infierno/el maldito populismo; si triunfa (otra vez) Cambiemos, será una apuesta a la normalidad/el crecimiento/la seriedad. Les hacen muy difícil la elección.

La obsesión binaria k-antik es tan fuerte en Argentina que un editor del Financial Times (medio populista por excelencia, como todos sabemos) tuvo que aclarar: «no soy kirchnerista», después de publicar una encuesta sobre las «medidas locas» de la economía entre las que ganó el bono macrista de la deuda a 100 años. Y ni hablar de la BBC y El País de España, que ya criticaron la bicicleta financiera del gobierno macrista. Cada vez que leo estas notas de mis colegas lamento que en Argentina haya desaparecido la bonita sección «Cómo vio la prensa extranjera» que era tan popular cuando los corresponsales o medios internacionales criticábamos al kirchnerismo. 

Lo bueno es que en campaña los funcionarios muestran su respeto a las instituciones. Como la ministra de Seguridad, que escribió en Twiter: «Quiero felicitar a los candidatos de #Cambiemos. Un Equipo sólido y unido. El Equipo de Seguridad listo para apoyarlos en todo». Como quien dice, el Estado al servicio del partido. Del resto de los candidatos de otras fuerzas políticas no dijo nada, pero segurito los va a cuidar con el mismo esmero. Sin duda.

Esta semana me sentí en una especie de túnel del tiempo. Entre la diputada oficialista antivacunas y el proyecto del gobierno que pone las creencias religiosas por encima de la ley, no hay a cuál irle. A este ritmo, el próximo año en la Argentina del siglo 21 van a estar discutiendo el voto femenino o las ventajas y desventajas de haberse independizado de España.  

El viaje al pasado duró poco gracias a la represión (repetimos: represión, no desalojo ni enfrentamiento ni incidentes ni reyerta) que ejecutó el gobierno del diálogo, el consenso, el respeto y la tolerancia. Las redes sociales se colmaron de Agradeselfies de manifestantes golpeados por policías vestidos de civil. Nada como la alegría que produce el gas lacrimógeno y que vamos a seguir viendo en los próximos meses a pesar de las denuncias de organizaciones de Derechos Humanos.

Lo mejor, y esto es en serio, es que podemos celebrar que en Colombia culminó el proceso de desarme de las FARC. Gran noticia en una América Latina en la que México y Venezuela están sumidos en graves crisis humanitarias y el gobierno de Brasil en pleno derrumbe. ¿Llegará Michel Temer a la Cumbre del Mercosur en Mendoza del 21 de julio o será destituido antes?

Seguimos. «

Cecilia González es periodista, corresponsal mexicana.