Un universo heterogéneo motivado por causas y consignas sociales, pero divorciado de la naturaleza y lógica de los partidos políticos que, en su mayoría, no lo representa. Una comunidad que busca ser interpelada, que articula su agenda ciudadana a partir de los reclamos de acceso a la educación, formación laboral y oportunidades de trabajo, y milita –sin camiseta partidaria– por la ampliación de derechos.

Aunque parciales, esas coordenadas definen el perfil de un actor clave de las próximas elecciones nacionales: las y los jóvenes.

La descripción de la franja del electorado que medios y analistas suelen reducir a la categoría de «voto joven» obliga a pensar en diferentes segmentos que, por su peso específico en el mapa nacional y de cada distrito, hoy son codiciados por todos y cada uno de los comandos electorales. Las cifras lo confirman. Los ciudadanos de entre 16 y 35 años que hoy están habilitados para votar suman casi un 40% del padrón nacional, según datos actualizados a los que tuvo acceso Tiempo.

Cuando todavía falta un barrido final de las planillas oficiales, las estadísticas que maneja la Dirección Nacional Electoral (DINE) precisan que los electores de entre 16 y 18 años –esa franja incluye a los adolescentes de 16 y 17 que pueden sufragar en forma optativa– suman 1.033.297 (3,1% del padrón), mientras que muchos de los que ya pasaron por la experiencia del primer voto y hoy tienen entre 19 y 25 ascienden a 4.900. 577 (14,7 del total de votantes).

El mapa se consolida con la franja de 26 a 35 años: los empadronados en ese recorte ascienden a 6.835.055 y representan un 20,5% del padrón general.

Yo segmento, tú segmentas

Analizar qué piensan y cómo perciben la oferta política los electores más jóvenes supone una tarea compleja que obliga a dejar preconceptos de lado. «No es lo mismo el joven de 18 años que vota por primera vez que el votante de 30 años. Hay jóvenes más proclives a un voto conservador y otros más predispuestos a un voto progresista. Por eso, es prudente hablar de tendencias mayoritarias en el comportamiento juvenil», aclara el politólogo Mario Riorda.

Para el experto en comunicación política, el diseño de mensajes para esos sectores suele derivar en un error común: «Confundir patrones de consumo de medios y contenidos con posiciones de homogeneidad en términos del voto».

Así, los equipos de campaña estarán obligados a hablar con diferentes ¿tribus?, articular mensajes y tácticas de seducción específicos y buscar la conversación en la diversidad. Sin embargo, como ya se visualizó en las últimas elecciones legislativas de 2017, casi todos los estudios de opinión dibujan una línea imaginaria que separa a los sectores más jóvenes –hoy cercanos a la oferta electoral del opositor Frente de Todos– y los mayores, a partir de los 50, identificados con el macrismo. «Es muy asimétrico», puntualiza Riorda.

El posicionamiento de los candidatos sobre temas que movilizaron –y movilizan– a los sectores juveniles y lograron penetrar en la agenda pública ya se prefiguraron como un puente de potencial diálogo. La lucha de los movimientos de mujeres y el reclamo por el aborto legal son ejemplos paradigmáticos que, sin embargo, también dibujan posiciones a favor y en contra en las mismas franjas etarias.

En paralelo a esas banderas, los jóvenes integran uno de los segmentos más golpeados por la crisis económico-social. Según datos oficiales del primer trimestre de este año, más de la mitad de los desocupados en la Argentina (52,7%) es menor de 29 años. La última foto del Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) confirmó indicadores dramáticos para ese universo: el desempleo entre las mujeres de entre 14 y 29 años trepa al 23, 1 %, mientras que el de los varones alcanza al 18,5 por ciento.

«Muchos jóvenes nunca vivieron una recesión de esta magnitud. La apelación a que esto pasa por causas del pasado no los interpela, no llevan la carga de las referencias del peronismo como drama o tragedia que busca instalar el macrismo», puntualiza el sociólogo Carlos De Angelis. Y agrega: «A los jóvenes los interpela ser interpelados, sentir que son parte de algo, de una épica. Por eso valoran que alguien les hable o les discuta. Como se trata de una demanda intangible, es difícil de articular para los candidatos».

Batallas

Casi en espejo con los porcentajes nacionales, la provincia de Buenos Aires también refleja el peso del electorado joven. En el primer distrito del país están habilitados para participar de la elección 371.766 jóvenes de entre 16 y 18 años (3, 0% del padrón); junto a 1.765.783 ciudadanos de entre 19 y 25 (14,3%); y 2.495.790 de 26 a 35 años (20,2 por ciento).

En ese territorio, tanto oficialismo como oposición apuestan a buscar una  diferencia de entre siete u ocho puntos en las PASO del 11 de agosto próximo. La apelación a las franjas más jóvenes del electorado será un ordenador clave para ambas tácticas. 

La candidatura a gobernador de Axel Kicillof es un «activo» del frente peronista-kirchnerista para llegar a esos sectores con un mensaje que hace eje en la economía y el empleo. Las estadísticas oficiales señalan que en el Conurbano bonaerense más de 700 mil personas en edad económicamente activa están desocupadas. La cifra implica que el 37 % del total de desempleados en el país se concentra en esa geografía.

En cambio, la apuesta de María Eugenia Vidal para conseguir la reelección es marcar estratégica distancia de Mauricio Macri –con imagen en caída en el Conurbano, según coinciden encuestadores y analistas– y dar volumen a una campaña hipersegmentada que permita rastrear a los desencantados de Cambiemos.

La «grieta» etaria también se traslada a distritos adversos para la oferta del frente de unidad opositor. Una encuesta reciente en la provincia de Córdoba a la que tuvo acceso este diario señala que la fórmula Fernández-Fernández suma un 35 % de intención de voto contra un 24 % del binomio Macri-Pichetto entre los jóvenes de 16 a 20 años. «A la hora de votar, el 62 % de esos electores tendrá en cuenta el posicionamiento de los espacios políticos sobre la despenalización del aborto, mientras que el 79% atenderá las señales vinculadas a la agenda de género, LGTB, y protección de medio ambiente», puntualiza el informe de la consultora Gustavo Córdoba y Asociados.

La ausencia de una pertenencia o filiación partidaria es, nuevamente, rasgo distintivo. «Se trata de electores que no encuentran representación dentro de los partidos políticos. Los movilizan determinadas causas y la idea de un beneficio solidario», explica la politóloga Ana Paola Zuban.

Las dificultades de postulantes y dirigentes para abordar el diálogo con esos sectores es denominador común: «Los candidatos se dirigen a esos sectores concentrados en ‘cómo comunicar’y no en ‘qué comunicar’”, señala la especialista. «