Los tres discursos que ofrecieron Carlos Acuña, Juan Carlos Schmid y Héctor Daer desde el escenario montado sobre la Diagonal Sur quedarán para la historia como uno de los momentos más incómodos vividos por la cúpula de la CGT en los últimos 15 años. “Ellos mismos se prendieron fuego”, era el diagnóstico que a modo de latiguillo circulaba entre veteranos gremialistas, argentinos de a pie enojados por las políticas del macrismo y periodistas que conocen el mundo sindical.

Los tres miembros del triunvirato (sobre todo Acuña y Daer; Schmid logró diferenciarse aunque igualmente quedó afectado) se notaron condicionados por los gritos que les exigían que pusieran la fecha del paro nacional de 24 horas y lo anunciaran desde el palco. “Poné la fecha, la puta que te parió”, “Paro general/ paro generaaaaal”, fueron las consignas que los acompañaron como telón de fondo mientras los tres jefes cegetistas intentaban no perder la concentración y hablar en una situación que se había vuelto muy esquiva.

A pesar de la presión de una parte de la multitud, ni Acuña, ni Schmid y mucho menos Daer establecieron una fecha para un eventual paro. En los días previos había circulado la versión de que fuera el jueves 30 de marzo. Otra opción era postergarlo a abril. Al final, no hubo anuncio. Otra vez se optó por los eufemismos, por las frases indirectas que amagan pero no concretan.

La escena no podía terminar bien. Y lo reflejó el final de la jornada: Acuña y Daer se retiraron casi corriendo por el sector trasero del escenario. Se fueron entre insultos, empujones, sillas que volaron por el aire, botellas de plástico que impactaban sobre la humanidad de custodios y afiliados fornidos que los protegían. Daer, bajo una catarata de cuestionamientos, insultos y gritos desencajados que expresaban desilusión, optó por refugiarse en la sede de la Federación Argentina de Empleados de Comercio y Servicios (FAECYS), en Diagonal Sur 644, bunker de su principal aliado, el influyente Armando Cavalieri.

Toda esta saga empañó lo que nuevamente había sido una convocatoria récord, que ocupó todo el centro de la ciudad con varios centenares de miles de trabajadores. Se habló de medio millón de personas. La marea humana se extendió desde las calles paralelas a la avenida Belgrano en el sur –Venezuela, México, Chile-, el Bajo porteño de Paseo Colón en el este, y, algunas cuadras más allá de la 9 de Julio, en el oeste.

El desempeño de Daer en el micrófono fue el más desafortunado. Quizá porque tenía a su cargo el cierre, quizá porque había observado cómo otros secretarios generales intercambiaban impresiones por lo bajo sobre cómo afrontar la situación (Omar Plaini, con rostro preocupado, no paraba de hablarles al oído a Pablo y Facundo Moyano), Daer hasta tuvo un acto fallido desde el micrófono. Quiso decir que el paro nacional se realizaría antes de fin de marzo pero su inconsciente lo terminó traicionando: “Un paro antes de fin de año”, dijo en un momento.

La gaffe despertó risas de incredulidad y enardeció a los más críticos. Daer se corrigió enseguida. Aclaró que se refería a una huelga “antes de fin de mes”. Su discurso no concluyó con una definición tajante acerca de la fecha del paro más discutido de los últimos años. Como viene haciendo desde la asunción de Macri, el secretario general del gremio de la Sanidad intentó darle una chance más al gobierno para que lleve adelante “rectificaciones”.

“Si no hay rectificaciones, el consejo directivo de la CGT ya tomó la decisión de hacer un paro de 24 horas”, se justificó. “Si no hay rectificaciones”, insistió luego.

Buscando un culpable

Una vez que comenzaron a circular las escenas del descontento frente al triunvirato cegetista, en la CGT comenzaron a buscar culpables. Había que justificar el desenlace de gritos, corridas y piñas revoleadas por el aire. En el entorno de Schmid reconocieron que hubo fallas en la organización. Eso pudo sumar un factor a la tensión general.

Tiempo ingresó al sector destinado a la prensa cuando estaba hablando Acuña. Eran los primeros metros delante del escenario y allí convivían los reporteros acreditados para la cobertura con hombres y mujeres afiliados a diversos sindicatos: UTEDYC, UPCN, SEC. Ninguno de estos gremios forma parte de la CTA. Tampoco de la Corriente Federal de los Trabajadores de la CGT (cercana al kirchnerismo), que reclama el inicio de un plan de lucha frente al ajuste macrista. 

Los primeros gritos de “¡Paro ya!” o “Paro generaaaaal” partieron de los sectores más próximos al palco. Había gente parada y a unos metros, montado en dirección al escenario, estaba el corralito en altura para las cámaras de televisión.

Este cronista observó cómo un joven delegado de la Unión de Trabajadores de Entidades Deportivas y Civiles (UTEDYC) con un chaleco con el apellido del secretario general (Carlos Bonjour) y una mujer de alrededor de 60 años con un cartelito que decía “Paro ya” comenzaban a corear el cantito. Enseguida se fue replicando en otros lugares. El dato –innegable- que deberían asumir los organizadores es que a medida que se extendía el griterío ningún asistente –fuera del sindicato que fuera- levantó la voz para contradecir a quienes reclamaban por el paro. Nadie pidió silencio.

El consejo directivo de la CGT había asumido un riesgo desde la propia convocatoria. Se optó por no contener ni dar espacio a las otras dos centrales: la CTA de Pablo Micheli y la de Hugo Yasky, quienes participaron de la movilización con una gran columna que arrancó en Paseo Colón. Ni uno ni otro fueron incorporados a la lista de oradores –como sucedió en abril de 2016, en el acto del monumento al Trabajo-. Tampoco se le dio demasiado lugar a la Corriente Federal de los Trabajadores. 

La CFT encabezó una columna en la que sus gremios –La Bancaria, SATSAID, Gráficos, Lecheros, Sitraju (judiciales), SADOP (docentes privados), Farmacia- marcharon junto a organizaciones del mundo cooperativo y social, como la CNCT y el Frente por Trabajo y Dignidad Milagro Sala; organismos de Derechos Humanos, como la Asociación Madres de Plaza de Mayo; y agrupaciones alineadas en el kirchnerismo, entre ellas La Cámpora, Tupac Amaru y Movimiento Liberación.

Cuando en torno al escenario se escucharon los primeros cantitos sobre el paro, la CFT recién estaba girando frente al Cabildo para seguir por Diagonal Sur en dirección a la parte posterior del palco. Pero la columna todavía estaba a varias cuadras del epicentro de la concentración. La CFT había preparado un cantito para la ocasión, pero no lo pudo llegar a utilizar tal como lo había previsto: “Me parece que Macri/ no quiere escuchar/ quiere un paro/ quiere un paro general”. 

Una vez que terminaron los discursos, con Acuña, Schmid y Daer fuera de la escena, el escenario fue abandonado por los organizadores. Eso permitió que los miembros de la agrupación independiente de la UTA “El Bondi”, con inserción entre los trabajadores de la Línea de colectivos 60, se instalaran sobre el palco. Los acompañaba ‘gente suelta’, en su mayoría hombres de mediana edad, aunque también jóvenes.

“Que digan lo que quieran, pero esto no pasa si las bases están conformes con la línea de sus dirigentes”, analizaba en diálogo con Tiempo un empresario del sector del cuero al tiempo que, sobre el palco, se zarandeaba la tarima de madera con el logo de la CGT. Era el gesto de un festejo, como un gol. Anoche, algunos rumores aseguraban que esa tarima, finalmente, fue robada. Proveniente del sector marroquinería, el empresario había trabajado para sumar a la protesta sindical a pymes afectadas por la caída del consumo y la apertura de la importación.