A fines de abril, en Georgia, EE UU, se llevó adelante un ejercicio de capacitación (Vigilant Guard) en respuesta a posibles desastres naturales, coordinado por la Guardia Nacional de ese mismo estado. El mismo organismo que hace unos meses atrás firmó un acuerdo con el Ministerio de Defensa de nuestro país, con el fin de trabajar y cooperar en conjunto sobre todo lo correspondiente a la asistencia humanitaria.

Sabemos que una comitiva encabezada por el subsecretario de Coordinación Militar de Emergencias del Ministerio de Defensa, Roberto Seiler, se hizo presente como veedora de estas prácticas de entrenamiento, en este nuevo mecanismo entre los Estados Unidos y Argentina.
Esta cooperación descripta frente a «efectos colaterales como inundaciones, un potencial ataque ciberterrorista o situaciones de epidemia» es un nuevo remedo de biblia y calefón que encubre una siniestra combinación disfrazada de bonhomía salvadora de vidas.

Colocar dentro de los principios de la ayuda humanitaria un ataque ciberterrorista, desmiente dicha premisa humanitaria, por lo que solo nos queda suponer que este convenio entre ambos países responde a un proceso de militarización de la región, y que lejos está de la asistencia y gestión del riesgo enunciados.

La presencia en Buenos Aires, hace unos días, de enviados del Homeland Security para involucrar a la Argentina en la estrategia global acerca del terrorismo no debe tampoco deslindarse de este tema. Vale rescatar que en la agenda intervencionista sobre Venezuela, varias páginas de «briefs» agitan en primer lugar, una vez más, el argumento humanitario.

Tampoco se puede dejar de lado las negociaciones del gobierno de Michel Temer en Brasil, que promueve a través del Ministerio de Defensa ejercicios militares conjuntos con los EE UU, para controlar la región del Amazonas, además de un posible asentamiento de bases militares impulsada por la IV Flota del Comando Sur. Distintos análistas mencionan una nueva modalidad de penetración militar a través de «Centros de Operaciones de Emergencia Regional», que no dejan de ser bases militares encubiertas o informales.

En los mejores tiempos de la integración en Latinoamérica, entre los años 2005 y 2012, la cooperación en temas de asistencia humanitaria tuvo un desarrollo impactante y fue una de las lógicas sostenidas en ese mismo proceso de comulgación. Nada más alejado de estos ataques ciberterroristas fue el Plan Hambre Cero, con el que Brasil extendió su ayuda a aquellos países donde la emergencia y la seguridad alimentaria eran prioridad. Como también son los Cascos Blancos en nuestro país, una herramienta clave dentro de la asistencia humanitaria y que responde a una lógica de cooperación regional, sin paternalismos de los países centrales y dentro de un proceso de desmilitarización.

Dicho proceso contrarrestaba la lógica patrocinada por Washington, por ejemplo, también, el intento en 2008 de impulsar nuevamente la IV Flota del Comando Sur, que permitía la libre navegación de sus barcos por los ríos interiores de nuestra América del Sur. Con el mismo fin, también fue la idea de coordinar a los ejércitos latinoamericanos –a través de la Junta Interamericana de Defensa–, otra vez bajo el manto de la ayuda humanitaria. Recordemos que esta misma Junta fue la matriz en la cual se formaron los generales y oficiales durante las dictaduras de los años ’70 y donde se alimentaron las doctrinas que imperaron en esa etapa. Esta disimulada reconversión a un esquema humanitario intenta disfrazar en una agenda políticamente correcta procesos militaristas en la región.

Cabe destacar que la tendencia internacional es desmilitarizar la asistencia humanitaria, concepto que se contrapone con esta doctrina –promovida por Estados Unidos– de intervencionismo sobre países que no están en condiciones de responder a desastres y que se encuentran en estado de vulnerabilidad.

Por último, es triste ver cómo esa misma Subsecretaría del Ministerio de Defensa –que se constituyó después de la inundación en la Ciudad de La Plata en 2013, para que la logística de las Fuerzas Armadas sea repensada como agente auxiliar de la ayuda humanitaria, encarada desde las organizaciones de la sociedad civil, desde la militancia popular y desde la solidaridad– es hoy transformada en un vehículo de penetración de esta nueva lógica de subordinación, donde nuestro país había conquistado años atrás espacios de soberanía. <

* Legislador porteño-Bloque Corriente Nacional de la Militancia. Expresidente Comisión Cascos Blancos 2003/2013