El segundo debate presidencial podría reeditar el intercambio cordial y respetuoso que la semana pasada se prodigaron dos de los cinco candidatos. Javier Milei y Juan Schiaretti fueron los dos competidores que mejor se trataron en medio de la contienda, con un tono de no agresión que se estrenó dos semanas antes entre Victoria Villarruel y Florencio Randazzo en el debate de los aspirantes a la vicepresidencia, organizado por el canal de cable TN del Grupo Clarín.

«No hay nada, salvo una buena relación de Milei y Villarruel con Randazzo, pero nada más», contestaron a Tiempo cerca del candidato de ultraderecha. El vínculo de cortesía ya llegó a Schiaretti, pero comenzó con su candidato a vice, que se jacta de haber sido el primero en ponderar a Milei cuando todos lo denostaban. El 14 de agosto, un día después de la victoria de Milei, Randazzo utilizó su cuenta de twitter para remarcar su fervor. «Felicito a Milei por la excelente elección que hizo en todo el país. Su triunfo tiene una explicación clara y sencilla», escribió el exministro de CFK y exhumó las declaraciones que hizo el 12 de julio al canal LN+. «Milei es una repuesta a 40 años de fracaso de la dirigencia política argentina. (La opinión pública) está harta de escuchar a dirigentes que finalmente a la hora de gobernar no les resuelve ninguno de los problemas. Independientemente de sus ideas, que podemos estar de acuerdo o no», opinó Randazzo. Más allá de esos guiños precoces, cerca del diputado y candidato a vice sostienen, al igual que en La Libertad Avanza, que «no hay nada».

El suspenso que siembran entre los dos espacios se llena con el ruido interno que hay. Se cocinan posibles rupturas entre los socios del schiarettismo. También se pueden ventilar las controversias que hay dentro del peronismo cordobés. Schiaretti viene afrontando críticas internas desde que convalidó el plan del alcalde porteño, Horacio Rodríguez Larreta, y del titular de la UCR, Gerardo Morales, de sumarlo a una coalición que supere los límites de Juntos por el Cambio. Los costos pasaron a un segundo plano el 13 de agosto, cuando ambos perdieron en la interna frente a Patricia Bullrich y Luis Petri por la candidatura presidencial de JxC. Las broncas quedaron relegadas detrás de ese resultado y de la victoria de Milei a nivel nacional, pero también en Córdoba, donde el candidato de ultraderecha obtuvo el 33,61% y le sacó seis puntos de ventaja a la fórmula Schiaretti – Randazzo, que cosechó el 27,53%. En el tercer lugar quedó JxC que superó por poco la línea de los 25 puntos. Schiaretti pasó en muy poco tiempo de blanquear el germen para una alianza con Rodríguez Larreta y Morales a prodigarle gentilezas al candidato de ultraderecha.

Cuando Schiaretti confirmó que Milei había ganado en su provincia y la tendencia nacional fue el primero en reconocerle la victoria y aceptar la derrota propia. Desde la noche del 13 de agosto, la presencia del cordobesismo en el radar de Milei es totalmente distinta. El gesto sólo profundizó el buen vínculo que Randazzo viene cultivando en la Cámara de Diputados. El mensaje es claro y ya fue mencionado por Schiaretti en el primer debate: si Milei se impone en las elecciones, el cordobesismo le dará respaldo y el tiempo de gracia para poder gobernar sin obstáculos.

Cerca de Milei minimizan la cantidad de gestos mutuos y se amparan en el desdén para restarle importancia.

Schiaretti no va a dejar de ponderarlo, pero prefiere a Milei lejos de Córdoba. No está previsto que el economista pase por la provincia mediterránea antes del 22 de octubre. No se sabe qué puede pasar después, pero si hay segunda vuelta el mapa proselitista podría incluir un road show de Milei en esa provincia.

No es un equilibrio fácil porque la coyuntura interna no se ha descomprimido en el cordobesismo. Un sector no se banca el giro de los últimos meses. Hubo una presencia que no cayó bien cuando Bullrich presentó al economista Carlos Melconian como posible jefe del Palacio de Hacienda en caso de ganar las elecciones. El acto fue en el centro de la capital provincial, sede de la Fundación Mediterránea, y Schiaretti habilitó que su ministro de Hacienda, Osvaldo Giordano, estuviera en primera fila. «Schiaretti es Bullrich», lanzó Olga Riutort, viuda del tres veces gobernador José Manuel De la Sota. Natalia, una de sus hijas, es diputada nacional y ya planteó sus discrepancias dentro y fuera del interbloque donde convive con el cordobesismo.

No lo hizo sola. El diputado bonaerense Alejandro «Topo» Rodríguez fue parte del pronunciamiento. Ambos se adelantaron en fijar posición, «para no quedar enredados» ante el dilema de qué hacer si hay una segunda vuelta entre Milei y Sergio Massa. Algunos temen que después del 23 de octubre Schiaretti y Randazzo digan que son prescindentes, pero que al mismo tiempo sostengan que «Argentina necesita un cambio» y orienten la maquinaria electoral local a favor de La Libertad Avanza.

De la Sota y Rodríguez eligieron el viaje que Massa realizó hace un mes a Brasil para despejar las dudas. «Si hay un balotaje y no está Schiaretti, no vamos a apoyar ni a Milei ni a Bullrich  porque el modelo que proponen no es el que nosotros queremos», aseguraron en Brasilia, cuando estaban por regresar de la visita que incluyó una reunión con el presidente Luis Inácio «Lula» Da Silva.

El schiarettismo no le dio entidad al mensaje que les llegó desde Brasilia. Tampoco lo hizo ante otra posibilidad que inquieta a una parte del cordobesismo. El exministro y excandidato Roberto Lavagna, que fue aliado de Schiaretti, podría volver al quinto piso de Economía si Massa se impone en las elecciones. En el gobierno cordobés piensan lo mismo que Randazzo. Creen que es mejor que gane Milei a que se imponga otro peronista en las presidenciales, aunque el aporte que pueden hacer no supera los tres puntos a nivel nacional y los siete en Córdoba. La contorsión de Schiaretti también es leída como una forma de preservar al electorado propio que votó a Milei y a las patrullas de Juntos por el Cambio que quedarían perdidas después del balotaje si Bullrich queda tercera.

Sin embargo, el giro también puede marcar una declinación irreversible para el liderazgo de Schiaretti y el inicio de otra crisis en el seno del peronismo cordobés. Su resolución o agudización quedará en manos de Martín Llaryora. Sucederá al Gringo a partir del 10 de diciembre y se muestra cauteloso, pero tampoco cuestiona a Milei.  «