“La pandemia deja claro que un sistema de medios librado al mercado no te provee la diversidad que es necesaria. Hablo en términos de contenidos geográficos, de perspectivas político-ideológicas, de fuentes diversas, de responsabilidad en el tratamiento de los temas, y de la posibilidad de hacer investigación. No lo hacía antes de la pandemia, mucho menos lo va a hacer después, porque el mercado queda malherido. Así que si no hay política pública, esa zona que es imprescindible, no va a estar cubierta”, advierte Martin Becerra, doctor en Ciencias de la Información e investigador principal del Conicet.

“Ante esta situación se abren dos caminos –agrega en diálogo con Tiempo–. Uno es el que hizo el gobierno de Macri, de seguir respaldando al sector más concentrado de la economía y dejar que sean ellos los que marquen las orientaciones, ritmos y prioridades del sector. El otro es definir qué política pública necesita el Estado para una sociedad que va a salir de la pandemia con un nivel de pobreza probablemente mayor al que había en 2001, para revertir lo que llamaríamos, en una traducción rápida, la pobreza informativa y comunicacional. En ese contexto, a mí me resulta muy evidente que tiene que haber una política pública, y que esa política tiene que tener un signo opuesto al que tuvo el gobierno anterior”.

–¿La pandemia exhibe y profundiza los déficits estructurales del sistema de medios?

–Esos déficits fueron empeorados claramente por el gobierno anterior. Y son cosas que este gobierno, que recién estaba acomodándose a la gestión del Estado cuando llegó la pandemia, no alteró. Esta es una circunstancia como para tomar nota de las cosas que necesitan ser modificadas. Por ejemplo, la política pública en la Argentina está orientada a apoyar a los medios que son sociedades comerciales y no a los que tienen otro formato, como pueden ser las cooperativas o asociaciones civiles sin fines de lucro. Incluso hasta han servido para castigar a los segundos. Esta situación hace que cualquier diseño de ayudas para los medios, que son imprescindibles acá y en todos lados, deba revisar esa asimetría. Y uno de los caminos posibles tiene que ver con una discusión que en la Argentina está muy poco desarrollada aún, que es el aporte de las plataformas digitales al periodismo. Es tiempo de pensar cuáles son las reglas de juego en el caso de que ese aporte se produzca.

–¿Y cómo te imaginás esa discusión?

–Las plataformas digitales, estamos hablando sobre todo de Google y Facebook, anticipando esto ya se están convirtiendo en mecenas. Son las que definen quiénes y por qué reciben beneficios de sus programas de ayuda corporativa. Está muy bien eso, pero es necesario discutir cuál es el destino de la recaudación que habrá por la tributación económica que harán en cada país. Y por eso me parece importante la articulación de sindicatos, organizaciones de la sociedad civil y el mundo académico, que ya tienen una experiencia muy rica en la preparación de propuestas, porque ahí va a haber tensión. Las organizaciones más grandes van a pedir criterios de rating y audiencia para distribuir los fondos, y en ese momento habrá que decir que el mercado no resuelve los problemas que mencioné antes.

–¿Cómo ves la posición de los grandes grupos de medios en este esquema?

–Los grandes medios delegaron su representación sectorial en un gran lobbista, que es Martín Etchevers, el presidente de Adepa (Asociación de Entidades Periodísticas Argentinas). Ese es un síntoma súper elocuente de la etapa actual. Porque no se presentan como dueños, necesitan un lobbista. Habla de la dependencia que tienen del lobby para sobrevivir.

–Esos medios son propiedad de grandes sociedades que tienen intereses en otros rubros de la economía. ¿Eso se ha manifestado en la cobertura de la pandemia?

–Seguro. Es notable por ejemplo cómo Clarín va subordinando la información sobre la pandemia a la evolución de la negociación de la deuda externa de la Argentina. Esto ya sucedió en las negociaciones anteriores de deuda, porque lo que termine acordando el país con sus acreedores, determinará las condiciones de negociación de su propia deuda privada, que es monumental. Si algo caracteriza a Clarín es que no vacila. Siempre fue muy extremista a la hora de subordinar su línea periodística a sus necesidades de negocios. De ahí se puede explicar la deriva categórica de los contenidos del grupo y la disminución de su calidad. Porque está conducido por el lobby, no por periodistas. Los últimos que estuvieron en la conducción y venían de lugares periodísticos salieron espantados.

¿Eso también se manifiesta en la pérdida de lectores? ¿Dejaron de ser medios masivos?

–Los medios como Clarín y La Nación renunciaron hace tiempo a ser de interés general. En parte porque les salió una competencia en el online que los desplazó. Podría ser visto como un milagro, porque Infobae no tiene el respaldo corporativo de los otros dos, ni la historia. Pero ya habían empezado a resignar públicos. Un indicador clarísimo de que renuncian a ser de interés general y “catch all” (es decir, que tratan de llegar a todas las audiencias) es la imposición del muro de pago. Yo puedo entender que el The Wall Street Journal o The New York Times lo hagan. Pero en un medio latinoamericano, que no tiene contenidos originales de gran envergadura, meter un muro de pago es un suicidio de proyecto masivo. Si me dijeras El Cronista o Ámbito Financiero, que son medios con información especializada, puedo entenderlo. (Daniel) Hadad vio ahí una oportunidad alucinante y la está aprovechando, sacándole audiencia y lectores mes tras mes. Porque, además, si uno abre la web de Clarín, La Nación e Infobae, al mismo tiempo se encuentra que seis de las primeras diez notas son idénticas. No hay diferencia de calidad ni de línea editorial. Entonces, ¿para qué voy a pagar por algo que otro me da gratis?  «