El referente social del Movimiento Evita Alejandro Gramajo, candidato por la lista de unidad para la secretaría general de la Unión de Trabajadores de la Economía Popular (UTEP), apoyó la reciente medida del Gobierno Nacional de trasladar los programas sociales hacia la órbita del Ministerio de Trabajo, además de hacer un repaso del paso de los movimientos sociales por el Estado y de puntualizar los objetivos pendientes de la economía popular de cara al futuro inmediato.

«Peluca» Gramajo, como se lo conoce en su extensa carrera militante en el conurbano bonaerense a pesar de tener solo 43 años, se encuentra en la previa a la elección interna de UTEP. Tras un proceso deliberativo entre las organizaciones que la integran, se llegó a una lista unificada que él lidera para reemplazar a Esteban «Gringo» Castro, que encabezó la central sindical desde su inicio en la década pasada. La elección se realizará el próximo 29 de noviembre en 500 puntos en todo el país y hay 420 mil personas habilitadas para votar.

En entrevista con ANSOL, en las oficinas centrales del Movimiento Evita, en CABA, Gramajo se refirió a la necesidad de renovar las discusiones respecto del modo en que el Estado nacional debe relacionarse con los diversos sectores de la economía popular, «de la que hablan todos los sectores políticos y hasta los empresarios», precisó.

«La sociedad y el pueblo argentino lo va a acompañar a Massa. Hay conciencia en lo que significa un gobierno de Milei y Macri juntos. Y el 29 de noviembre también vamos a festejar con toda la elección de la UTEP», aseguró el dirigente respecto de la elección presidencial.

-¿Cuál es el balance de estos cuatro años de UTEP representación sindical?

-Hay que hacer un balance un poquito más atrás, cuando empezamos a discutir y a pensar todo el tema de la economía popular, allá por el 2011 con Juan Grabois, Emilio Pérsico y el “Gringo” Castro. Fue en una primera instancia dificultoso porque las organizaciones populares y comunitarias veníamos con una lógica de construcción muy arraigada en el territorio, donde en general éramos o pibes de barrio o de clase media, estudiantes, que nos metíamos en los territorios a organizar diferentes problemas. Ese proceso duró del 2011 al 2015. Ni bien empezada la etapa macrista, empezamos un proceso de unidad con otras organizaciones con las que habíamos compartido la etapa de kirchnerismo y empezamos a transitar un proceso de peleas, de lucha y de reivindicación que superó la idea de la CTEP y concluyó en el 2019 con el lanzamiento del UTEP. Cuando empezó este gobierno nos imaginábamos avanzar en una serie de cosas que no pudimos hacer porque en el medio estuvo la pandemia y creo que trastocó mucho los planes de todos. Tuvimos un protagonismo alto en la pelea contra el virus porque estamos en los barrios populares, ahí donde había ausencia del Estado no se sabía cómo intervenir en la pandemia. Con las organizaciones, los clubes del barrio y todos los sectores de la religiosidad que existen en los territorios logramos construir una red comunitaria que sirvió para repartir el barbijo, pero también estar frente al parate económico. Montamos muchos centros comunitarios para que no les falte el plato de comida a los compañeros porque se paró la changa y todo el movimiento económico. Se construyó una organización comunitaria solidaria importantísima llevada adelante; sobre todo, por mujeres, que de hecho el Gobierno lo reconoció.

-¿Destacarías algún salto adelante con los cambios abruptos de organización a partir de la pandemia?

-Tuvimos la capacidad de afrontar una etapa difícil, pero creo que tuvimos dificultades para implementar cosas que sí veníamos pensando en términos de lo que para nosotros tiene que ser el proceso de institucionalización de la economía popular, comunitaria, solidaria, social. La pandemia, sumada después a todos los quilombos políticos que tuvimos como frente político, hizo que no podamos cumplir determinados objetivos que nos habíamos planteado en diciembre del 2019, cuando lanzamos UTEP. Y son cosas que venimos pensando y rediscutiendo con las organizaciones para afrontar la etapa que viene. En el caso de que haya una continuidad de Gobierno popular, queremos calibrar mucho más lo que tenemos que hacer de cara a la sindicalización, el desarrollo de la rama y también aportarle ideas al Estado, porque en términos de iniciativa en políticas de resolución más estructurales salieron de la creatividad, la discusión y las experiencias concretas de las organizaciones. Tanto el salario social complementario como el RENABAP, el RENATEP y la ley Ramona salieron de la elaboración que hacemos. En la etapa que viene, vamos a hacer una serie de planteos que tiendan a modificar un poco la política social tal cual estuvo pensada hasta acá, que sirvió para contener y que no se caigan al fondo del mar los compañeros y compañeras, pero que no resuelve los problemas. Queda un debate no resuelto sobre cómo se reconoce la nueva realidad del mundo del trabajo.

-En el caso de que ganara el balotaje Sergio Massa, ¿cuál es el primer paso hacia delante que daría UTEP?

-Hace unos días se publicó un decreto en donde se transfiere el salario social complementario al Ministerio de Trabajo y eso es una cosa positiva, por lo menos para nosotros. Eso tiene que estar encadenado una serie de medidas que tiene que tomar el gobierno que vayan a abordar problemas más integralmente. Hay un debate de fondo que hay que dar y que tiene que ver con la idea del empleo o con la lógica de cómo se ordena el mundo del trabajo en una parte de la población económicamente activa que sigue la lógica del empleo, del empleador, el patrón, el trabajador y el Estado que regula esa relación. ¿Y qué pasa con el resto de los trabajadores y trabajadoras de la Argentina? Cuando se lanzó el IFE, el Estado tenía pensado que se iban a inscribir 3 millones y medio de trabajadores con el requisito de que no tenían que tener ningún trabajo formal. Y se inscribieron casi 12 millones de laburantes que están en la informalidad. Para nosotros dentro de esa realidad se configuran por lo menos en dos segmentos. En uno están los compañeros que viven en situaciones muy críticas por violencia, consumo, vivienda, salud, educación, que requieren una asistencia diferenciada del Estado. En otro segmento están los laburantes que se conoce como changarines, quienes inventan su trabajo, que requieren pensar un sistema de regulación distinto para ese mundo. Hay que blanquear a esos trabajadores, por eso propusimos el monotributo productivo que les otorgue la capacidad de tomar crédito y bancarizarse, para por ejemplo recibir el beneficio de la devolución del IVA. Hay un montón de compañeros que están bancarizados, pero con la Asignación Universal o Tarjeta Alimentar. Trabajan en un taller textil, produciendo en una hectárea o en una pequeña obra y no tienen forma de blanquear su ingreso. Hay que construir una nueva regulación para ese mundo del trabajo que no tiene nada que ver con la realidad del otro segmento. Creo que ese es el debate de fondo.

Foto: Movimiento Evita

-¿Se avanzó en ese debate? 

-Sí, se avanzó porque hoy la economía popular se discute con los compañeros de la CGT, se discute con la política, en todos sus planos, en las universidades, en las organizaciones. Es decir, hay un piso desde dónde arrancar. Hasta con los empresarios se discute. Por ejemplo, hoy le contábamos a una compañera la experiencia que estamos haciendo con ChangoMás, a la que abastecemos de frutas, verduras y algunos productos textiles en siete sucursales con las cooperativas de la economía popular. Aparte de eso hay otras discusiones que se abren. Cuando uno pelea reivindicaciones como un bono, un aumento, automáticamente las empresas productoras de alimentos te suben los precios un 50% y cuando llegó la plata al bolsillo de compañeros ya remarcaron otro 50%. Si no hay una planificación que regule también esos problemas, siempre vamos a estar en la misma con los especuladores que se anticipan a cualquier jugada. Es un tema que prácticamente aborda a 12 millones de trabajadores y trabajadoras de Argentina. Requiere pensar una nueva institucionalidad. Creo que hay cosas positivas que se han hecho en esta etapa, tanto de la Secretaría de Economía Social, como de la SISU, como del Instituto de Agricultura, como del INAES, que son un piso para empezar a pensar la nueva etapa.

-¿Cómo resumirías el camino hacia la lista de unidad de tu candidatura a secretario general de UTEP?

-En estos cuatro años siempre hubo matices, tensiones, diferencias, posicionamientos distintos frente a determinadas coyunturas, pero lo que hay en el conjunto de las organizaciones populares es una valoración estratégica sobre la unidad. Creo que esa maduración se expresó en la construcción de esta lista única en la que discutimos y pensamos también las cosas que tenemos que hacer para adelante, pero hubo generosidad, solidaridad, reconocimiento también al rol que juega cada una de las organizaciones. Está claro que el Movimiento Evita también juega un rol en el proceso de articulación con el conjunto de las organizaciones. Yo lo resumo en maduración política, en función de que ha costado construir una herramienta tan importante como el UTEP y que tiene la responsabilidad de organizar y expresar una realidad que cada vez es menos invisible pero que sigue siendo invisible, sobre todo a la hora de la comprensión de la dirigencia política.

-¿Cómo interpretás lo que logró Javier Milei en la PASO, permeando en sectores populares?

-Hay un acompañamiento de sectores populares importantes a Milei, dicen que hay muchos jóvenes también que lo votan. Si uno se pone a pensar independientemente de la valoración que puede hacer por un candidato u otro, encuentra una realidad que no se puede desconocer. El Papa hace poco hizo una entrevista que planteaba que el problema de la pobreza en la Argentina no era un invento de los pobres, sino que fue un producto de que en 40 años de democracia hubo dirigentes que tomaron decisiones, que pensaron políticas y desemboca en que hoy estamos parados en un 40% de pobreza. Tenés generaciones que no han vivido otra cosa que miseria, falta de inclusión, desigualdad, situaciones difíciles. Es lógico que haya un enojo de parte de la sociedad con la dirigencia política, y Milei en su discurso hace eje directamente en ese sector. No hay forma de que eso no suceda y creo que eso es un llamado de atención, que si se interpreta bien también tiene que ser una oportunidad de parte del próximo Gobierno; si es un Gobierno popular, para encarar las transformaciones de modo que efectivamente esos pibes que hoy están con bronca y que no quieren vivir más así, se los haga parte en la resolución de los problemas. Los tenemos que abrazar y tenemos que organizarlos.

-¿Cómo convencer a un chico votante de Milei o abona a ese discurso más individualista de que es más difícil salvarse solo?

-Yo creo que son una serie de cosas, ¿no? El principal problema es que el campo nacional y popular no logra enamorar en general al pueblo, los laburantes, a los sectores medios, a los estudiantes, a los pibes pobres. Es que no hay un proyecto de país. Creo que después del 2015 no hemos tenido la capacidad de reconstruir en un sentido que empiece a expresar que nuestra fuerza política quiere construir un modelo de país diferente con fuerte arraigo popular, lo que significó en su momento el peronismo. Nosotros siempre decimos que estamos tratando de construir nuestro proyecto el 17 de octubre. Organizar a los compañeros es también transferirles poder y al pueblo, porque cuanta más organización hay en el territorio, más posibilidad de pelea tenemos. Entonces nosotros somos unos convencidos y convencidas de que sin protagonismo del pueblo no hay posibilidad de enamorar. El próximo Gobierno y nuestro espacio político tienen que entender eso. Hay que pararse sobre la nueva conflictividad social, sobre la nueva realidad, sobre los trabajadores, sobre las mujeres, que han hecho historias en estos últimos años, han pateado el tablero de las injusticias. Ahí sí hay que volver al siglo pasado, digamos, porque la Argentina fue mejor cuando la gobernaron los trabajadores y las trabajadoras; la Cámara de Diputados estaba repleta de pueblo, cuando la mayoría de los ministerios estaban conducidos por hombres y mujeres que venían de los sectores populares, de la clase de trabajadores. Esa es la única forma de convencer a un pibe que vivió durante 25 años en situaciones de mierda, que no se salva solo, que se salva colectivamente.

Peluca Gramajo
Foto: Movimiento Evita

El desafío de los planes sociales y el trabajo formal en la economía popular

«Tenemos que empezar a construir una ingeniería que no sea una política pensada para un momento determinado, sino que tenga que ver con un proceso más estable de la economía popular», plantea Alejandro Gramajo durante el diálogo con ANSOL y plantea el núcleo del desafío que deja la propuesta del Gobierno Nacional. «Porque esperamos que alguien nos diga cómo resolvemos la integración de estos 12 millones de trabajadores y trabajadoras al sistema de empleo formal en un mediano plazo», señala.

La dificultad está en los números. «Nosotros vemos que si la Argentina crece más o menos bien, entre 200.000 y 300.000 personas se suman a ese modo de empleo, pero a la par la misma cantidad se incorpora a la población económicamente activa ¿Qué haces con el resto? ¿Cuántos años necesitamos para resolver el problema?».

Para Gramajo, el Estado tiene que intervenir en ese proceso de formalización. «Debe regular, establecer reglas claras para que los compañeros y compañeras que se autoinventan su trabajo, que no tienen patrón, pero que trabajan todos los días de su vida en las tareas sociales y comunitarias, en el campo de la cultura familiar, en la pequeña obra pública y en la venta en los espacios públicos, puedan contar un mecanismo de regulación distinta para formalizar lo que hacen. Hay que dotarlos de más beneficios, de más herramientas para que puedan acceder al crédito y a la salud. Para inventar otras cosas, ¿verdad?».