Sacan músculos los gremios frente al Congreso. La columna vertebral del movimiento obrero luce robusta en la tarde diáfana del viernes. El profuso ágape de les trabajadores fue convocado por la CGT, las dos CTA y variopintos movimientos sociales. La marcha da el visto bueno por la modificación en Ganancias y las medidas económicas que batallan a los ponchazos, piñas van piñas vienen, contra la pobreza y la inflación. Memoria histórica peronista: la clase obrera sabe que, para ir al paraíso, debe subir al ring. Promete su apoyo primario a Sergio Massa en el round electoral del próximo 22 de octubre. Segundos afuera.

«Acá estamos, medio cagados a palos, pero sabemos que si gana Milei o la Bullrich, nos van a dar una paliza, sacar todos los derechos, por eso peleamos», dice Martín, panadero peso pesado llegado desde el suburbio del suburbio de Avellaneda. El hombre de las masas, grandote y guapo como Bonavena, dice que esquiva los golpes cotidianos de la inflación: «Las medidas que tomó el gobierno son buenas; esperemos no lleguen tarde. Muchos votaron a Milei porque no tenían ni para comprar pan».

El combate de los bombos es implacable sobre la avenida Entre Ríos. Los edificios laten. Los muchachos de Camioneros, ataviados de estricto verde esperanza, le dan duro y parejo al redoblante. Jorge hace un alto con la maza sobre el parche, reflexiona: «Ganancias es una lucha histórica que al final ganamos. No puede ser que un laburante pague ese impuesto. Este Milei dice que va a bajar los impuestos, chamuyo, como el Turco en los noventa. Si gana, no vamos a tener laburo, ni para pagar los impuestos vamos a tener».

Desde Morón se arrimó Betty, laburante del gremio de Sanidad. La morocha sabe, como escribió Balzac, que la felicidad depende del coraje y el trabajo: «Después de la PASO veo a mis compañeres bajoneados, con miedo por si gana Milei. Yo tengo memoria. La peleamos siempre con el gremio: Menem, 2001, crisis, y siempre salimos. Son época en que las trabajadoras vamos a poner el cuerpo, vamos a frenar a la derecha. Tengo esperanza».

Cerca de la nutrida columna del Sipreba salta Sofía, militante del Movimiento Evita venida desde el sur del Conurbano. «La vamos a pelear. Ya sabemos lo que viene con la derecha. Bolsonaro es un claro ejemplo: menos derechos, represión, la mujeres maltratadas, no quiero ese futuro para mi país», dice la muchacha que se gana el mango en la economía popular en Monte Chingolo. ¿Estrategia para la pelea que se viene? No duda Sofía: «Militar casa por casa, dar esperanza, tengo fe, lo vamos a dar vuelta».

Foto: Cris Sille / Télam

Pocos minutos después de las tres de la tarde suena la campana, le sacan el banquito y Massa queda solo frente al auditorio a cielo abierto. El candidato toma la palabra por asalto. Da un golpe certero que es recibido con aplausos por los trabajadores: «El esfuerzo no lo tienen que hacer los que trabajan, sino los que timbean». Massa quiere dar el golpe de nocaut en pocas semanas. Pinta difícil la pelea.

«Hasta la victoria», cierra su discurso el tigrense. A mis espaldas, unos compañeros que agitan banderas celestes y blancas completan: «Siempre».