“Ha habido un Golpe de Estado en Bolivia, sin duda, que nadie se confunda”, dijo Alberto Fernández con vehemencia. Una pantalla gigantesca, detrás suyo, mostraba a Evo Morales. Fue el primer aplauso que arrancó en su charla, con su primera frase. “Esta es una muy mala jornada“, agregó con tono apesadumbrado. El presidente electo utilizó los primeros minutos de su disertación en la presentación de un libro referido al progresismo, para referirse al derrocamiento que sufrió el mandatario boliviano. Y reiteró: “No hay ningún ejército que haya liberado a un pueblo. Hubo un golpe de Estado en Bolivia”.

El presidente electo agradeció puntualmente al presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, por facilitarle la posibilidad de asilo político a Evo Morales, y porque “rápidamente demostró su solidaridad con sus compatriotas que somos todos nosotros, los latinoaméricanos”. Del mismo modo, saludó la actitud del mandatario peruano, Martín Vizcarra, por habilitar “el espacio aéreo” para que un avión proveniente de México pudiera rescatar al presidente boliviano depuesto y al de Paraguay, Mario Abdo, con quien también habló telefónicamente tras el Golpe de Estado del domingo y que fue otro de los que le ofreció asilo a Morales y a su vice, Álvaro García Linera.

Luego, su discurso de 24 minutos se hizo mucho más distendido, y en varios momentos apeló al humor. Fernández participó de la presentación del libro “Política y elecciones en América Latina. Una guía progresista para campañas electorales”, una investigación de Gisela Brito y Ava Gómez Daza. En la charla, que se realizó en una sala del Centro Cultural de la Cooperación, desbordada de gente, el presidente electo estuvo junto al dirigente chileno Marco Enríquez Ominami, con quien tuvo varios intercambios muy afectuosos. Juan Carlos Junio, el director del CCC, fue el presentador del acto.

“Nosotros somos progresistas pero antes somos peronistas. Sí, somos algo así como progresistas desvergonzados. Tal vez en otros lugares, en otros países son más cuidadosos. Tal vez sea porque ellos no hayan tenido un peronismo…”, aseveró AF con una amplia sonrisa, en otro de los momentos de su disertación que fueron muy festejados.

Insistió luego que la política bien entendida es “contradicción de intereses” y reflexionó, al mencionar los vaivenes de la popularidad de varios dirigentes y/o partidos progresistas de la región, que “uno trabaja mucho para mejorar el nivel de vida de las clases bajas al punto que muchos de ellos pasan a ser clase media, y cuando lo son, sus demandas son justamente las de las clases media. A veces nos cuesta entender eso”.

En otro momento, recordó una de sus últimas visitas a Milagro Sala, en la prisión, un 31 de diciembre. Y reflexionó: “Todos me recomendaron no hacerlo. Pero la pregunta es: ¿debía hacerlo? Si la respuesta es que sí debía hacerlo, no sé consulta más nada… Algo parecido me pasó con Lula y, paradójicamente, también con Evo…”. La anécdota le sirvió de introducción para asegurar: “Un político no consulta encuestas. Hace lo que su conciencia y su ética le recomienda. Porque un dirigente es el que se pone al frente de la gente. La política que recomienda revisar focus groups y encuestas es para que existan políticos que corren detrás de la gente. La política no es para eso sino es para ponerse delante los pueblos e ir corrigiendo lo que hay que corregir”.

Finalmente, tras asegurar que “tiene un halo de aire fresco poder revisar estas cosas, en los tiempos en que vivimos”, advirtió: “Tenemos que estar muy convencidos de lo que somos, de lo que queremos representar y a quienes queremos representar. Y hacia dónde queremos ir… Si estamos convencidos de eso, puede haber gente que nos ayude a comunicarlo mejor, pero lo que no debe, haber es gente que nos convenza a copiar los méritos de los otros. Nosotros no somos nunca producto del marketing, somos hijos de la militancia política”.

Y al cerrar, puso énfasis en recordar: “Que nunca nos hagan creer lo que el marketing nos recomienda. Debemos hacer lo que nuestra conciencia nos recomienda. Debemos cumplir el compromiso de aquellos que confiaron en nosotros. Y antes que nada, lo mejor que podemos hacer es, para que todos sean felices, es terminar con la pobreza. Esa es la obligación que tenemos todo el progresismo en América latina”.