Este viernes la Cámara de Diputados aprobó la media sanción de la ley ómnibus en medio de un clima de tensión tanto dentro como fuera del Congreso. Agustín Rombolá, presidente de la Juventud Radical de CABA, formó parte de las movilizaciones que se dieron en protesta contra el megaproyecto en los alrededores del palacio. El abogado es una de las voces jóvenes más fuertes del partido centenario y no titubea a la hora de plantarse contra los avasallamientos del gobierno nacional, una decisión que le cuesta reiteradas amenazas, la última de ellas recibida al momento de hacer esta entrevista.

Tras un intercambio que mantuvo con la diputada Lilia Lemoine en un programa de Crónica Tv, el joven dirigente fue increpado por la legisladora y su jefe de despacho, quien amenazó con golpearlo. Rombolá debió ser asistido por trabajadores del canal, quienes colaboraron en la preservación de su integridad ante la insistencia de ambos libertarios de accionar violentamente.

– ¿Qué balance hacés de estas tres jornadas de sesión y la media sanción del proyecto?

-Mantengo mi postura de que la ley se debió rechazar en general y en particular desde el principio. Sin embargo, para la construcción democrática, la evolución del tratamiento del proyecto fue buena. El presidente inició la discusión con un mamarracho de 664 artículos diciendo que no estaba dispuesto a negociar nada y la terminó con la media sanción de una ley de 384 artículos. Todavía falta mucho, confiamos en que en la discusión en particular se caigan más artículos y que en el Senado se logre caer la ley.

– Tanto el radicalismo como otros bloques dialoguistas ampararon su voto afirmativo en la necesidad de apoyar con gobernabilidad, ¿qué lectura hacés de esta postura?

-La palabra gobernabilidad se viene usando de una forma conceptualmente errónea desde hace tiempo. La gobernabilidad no la da la oposición, está garantizada por la Constitución. Gobernar es tener legitimidad de ejercicio y esta disciplina ya está otorgada por los votos populares. Un sector del partido utilizó el argumento falaz de una aparente vulnerabilidad del gobierno para aprobarle algunas medidas a Javier Milei que no tienen explicación de ser aprobadas si se sigue la doctrina radical, ni tampoco de la representatividad que nos otorgó la ciudadanía, que es la de ser oposición. Tenemos que combatir ese concepto y tener en claro que la gobernabilidad se da con el correcto funcionamiento de los tres poderes del Estado, no se trata de cooperar con un gobierno  para que pueda llevar a cabo una reforma.

– Decís que la aprobación de ciertos artículos poco tiene que ver con la doctrina del partido. A la luz del resultado de la votación, ¿creés que hay un cambio de paradigma en el radicalismo?

-No. Hay un sector que está más proclive a acompañar a Javier Milei, pero hay otra parte que prefiere ser el tipo de oposición que consideramos correcta. Creo que esto corresponde a una cuestión identitaria y los diferentes tipos de visiones que tenemos frente a la sociedad, el rol del Estado, las dinámicas y los objetivos de la política. Esto quedó demostrado con los votos de Facundo Manes y Pablo Juliano, que decidieron ser una oposición férrea y no acompañar a un gobierno que en algunos casos es improvisado, malintencionado y por momentos violento. Considero que tenemos que ser un poco más serios a la hora de hacer política y que el radicalismo debe exigir esto, siempre teniendo en cuenta que las políticas públicas y la identidad radical debe estar dada por una visión de Estado que apunte a las mayorías que hoy están siendo extremadamente perjudicadas como los jóvenes, los jubilados y los trabajadores.

– ¿A qué le atribuís la dilución de la identidad radical en algunos representantes?

-No creo que la hayan abandonado, pero sí muchos dirigentes se enfocaron en un modelo de gestión identificado en Juntos por el Cambio, que tiene más que ver con la administración pública que con la doctrina y la conducta. Necesitamos ser buenos en ambas, porque no hay Excel que cierre con celdas en verde si tenemos gente que se está muriendo de hambre. Es necesaria la construcción de un radicalismo popular, porque los partidos abandonaron las causas populares y esto explica, en parte, la llegada de Javier Milei a la presidencia. El radicalismo debe volver a apoderarse de las causas de los desposeídos y trabajar en contra del régimen conservador que en este momento lo encarnan el presidente, Mauricio Macri, Patricia Bullrich, Luis Caputo, Federico Sturzenegger y todos los funcionarios que forman parte de este gobierno.

– ¿Es compatible el concepto de radicalismo popular con el apoyo mayoritario del espacio a una ley de estas características?

-El radicalismo atraviesa una faceta de contradicción fundamental. Por un lado estamos todos los militantes que creemos que tiene que haber un Estado regido y pensado para el pueblo y las mayorías. Por el otro, los sectores que piensan la función del Estado a partir de los intereses de las empresas prebendarias, los grupos financieros, mediáticos, económicos, productivos y de una clase política que se alimenta y beneficia de este tipo de sistema. Estas situaciones también se ven en otros espacios, pero no tiene que ver con un problema de izquierda o derecha, sino con quienes queremos un Estado con visión popular y los que creen en la teoría del derrame. Nuestro deber es impedir el avance de este modelo y estamos trabajando en esto.

– ¿Qué expectativas tenés de cara al tratamiento en particular de cada artículo y las sesiones en el Senado?

-Para la votación en particular me gustaría que se vote en contra de las facultades delegadas y de las privatizaciones. También, es necesario que se quite todo el título relativo a la seguridad, porque ya vimos todo lo que pasa cuando Patricia Bullrich está a cargo de los operativos. Este es un gobierno que es muy débil con los duros y muy duro con los débiles. En cuanto al tratamiento en el Senado, tengo expectativas de que el radicalismo, con Martín Lousteau a la cabeza, va a representar fielmente a sus votantes y van a defender la construcción de una democracia social y un país verdaderamente liberal. Tenemos que dejar de hablar de cómo redistribuir la carencia -que en este caso sería cómo le quitamos a los jubilados el Fondo de Garantía de Sustentabilidad para financiar el déficit cero- y empezar a pensar cómo construir modelos de desarrollo productivos que nos permitan el ingreso no solamente de divisas, sino además la creación de puestos de empleo calificados y un montón de dinámicas virtuosas que nos llevarían a una redistribución de recursos más eficiente. «