El nuevo libro de Eduardo Jozami, editado por EDUNTREF, De Alfonsín a Milei: una parábola inquietante (1983-2023) propone un recorrido por la historia reciente argentina, pasando por todas las presidencias desde el advenimiento de la democracia. Al relato histórico construido por Jozami se le suma el relato gráfico de Eduardo Longoni.

El autor es doctor en Ciencias Sociales, abogado, investigador y docente; fue concejal, legislador y convencional constituyente en CABA. Ni el libro, ni el siguiente diálogo con Tiempo, deja libre de opiniones su análisis de estos 40 años de democracia. 

-¿Cómo espera que sea recibido el libro?

-Este libro se vio teñido por el fenómeno Milei. Es una reflexión abierta. Este libro pretende estimular algunas discusiones, primero para comprender mejor este proyecto de la derecha, y segundo para revisarnos a nosotros, porque creo que es casi un lugar común decir que la elección la perdimos nosotros. El resultado electoral puso en evidencia las debilidades de la construcción democrática y del peronismo.

-¿Qué es esencial hoy para el peronismo?

-Creo que la primera necesidad es una reflexión profunda, sobre lo bueno y lo malo de nuestra participación en estos 40 años de democracia. Los cuales se inician con una derrota del peronismo justificada por la experiencia de gobierno de 1975 con Isabel; pero también frente a un Alfonsín que desplegaba un discurso democrático y ambicioso; había un peronismo, encabezado por un Luder con una actitud de duda respecto a la autoamnistía de los militares. En el libro resumo de algún modo mi opinión sobre la gestión de Menem recordando que Martínez de Hoz, en 1991, escribió un libro que se llamaba 15 años después y lo felicitaba Menem por haber ido más allá de lo que la dictadura había podido lograr. Eso generó en el peronismo una crisis muy profunda. El kirchnerismo permite una nueva etapa. A pesar de haber gobernado por 12 años tuvimos una derrota electoral, la cual tiene que ver con dos carencias que me parece que siguen siendo actuales. Por un lado, después de un proyecto muy ambicioso de crecimiento de la economía, distribución del ingreso, una política de unidad latinoamericana y la política de Derechos Humanos, aparecieron limitaciones en nuestro proyecto económico que no deberían habernos sorprendido. La restricción externa es un viejo participante de la vida política argentina. Por otro lado, hubo un proceso de selección de candidatos que nos dejó una doble insatisfacción. Muchos pensamos que Scioli no era el mejor candidato, y esto por su distancia con el proyecto kirchnerista. En estos días hemos tenido pruebas de eso una vez más.

-¿Cómo se convive en democracia con el tono que utilizó el oficialismo y Juntos por el Cambio (JxC), tanto en campaña como en funciones, respecto de la eliminación del kirchnerismo y el peronismo?

-El atentado contra la vida de Cristina Kirchner fue de una gravedad tremenda porque se suponía que eran situaciones que no iban a repetirse en la historia argentina. Los 40 años de democracia tienen un profundo sentido porque la democracia se constituye sobre la base de un acuerdo entre partidos, entre fuerzas sociales y la ciudadanía general. Ahora, cuando vemos que Patricia Bullrich, quien fuera la presidenta del partido opositor, se niega a condenar el hecho, me parece que tiene un sentido todavía más profundo, porque es cuestionar ese pacto cívico sobre la base del cual se pudo construir estos 40 años de democracia. Es como decir, que están dispuestos a recurrir a la violencia porque piensan, como lo ha dicho ella muchas veces, que el peronismo debe ser eliminado. Eso contamina toda la vida política y social argentina, y me parece que nosotros tenemos la responsabilidad de movilizar todas las energías democráticas para repudiar estos hechos.

-En el libro es importante la discusión sobre Alfonsín…

-Hay una mirada muy positiva del juicio a las Juntas, pero después sobre la política económica hay una mirada más crítica. Luego Menem tiene una alianza más decidida con el gran poder económico. Alfonsín de algún modo quiso poner límites a esa ofensiva de las grandes corporaciones. Hoy necesitamos una alianza en un frente opositor a Milei. Necesitamos una política hacia el radicalismo que no puede ser la de acompañar a gente como el presidente del bloque de diputados –De Loredo- que llora porque no pudo votar la Ley Ómnibus. En ese sentido, la figura de Alfonsín, si bien tengo muchas críticas, es un estímulo para seguir pensando que en el radicalismo hubo gente que planteó posiciones cercanas al movimiento popular. Me parece que construir ese acuerdo, que bien podría ser en defensa de la democracia, es importante.

En el libro trae la alianza con el peronismo que llevó a Cobos a la vicepresidencia y que terminó con profundos enfrentamientos luego de la 125 ¿Qué habría que hacer distinto para plantear este proyecto de unidad nacional?

-Creo que esa alianza parte de la necesidad de ampliar la base política del gobierno, pero que no tenía ningún acuerdo sólido sobre la propuesta política. Ese no es el camino, pero dependerá del no sectarismo de los peronistas. Pero también depende de los otros. Hay que tratar de cambiar esta actitud de muchos sectores que se dicen democráticos y que tienen miedo de votar junto con el peronismo, que es como decir que tienen miedo de votar contra Milei, quien cuestiona la misma democracia que proclaman. Tenemos que pensar al radicalismo como un partido de tradición popular y como una fuerza con la que sería interesante que pudiéramos profundizar acuerdos. Esto no implica perder de vista que la gente en la calle y la participación activa de los sectores sociales son los que en última instancia van a frenar esta ofensiva de la derecha.

-Si el radicalismo decidiera volver a las bases que se construyeron con Alfonsín y sumarse a un frente opositor, ¿dónde cree que quedaría parado JxC?

-Yo creo que lo que hay que tener es una política amplia que convoque a todos aquellos que tienen razones para defender la democracia. Esto implica también a la izquierda, obviamente. Así que no es una discusión de qué formas tendrían que tener los acuerdos con otros partidos, sino de que no podemos desconocer que para garantizar la derrota del proyecto antipopular necesitamos ampliar nuestras filas.

-¿Qué rol cree que tuvieron los medios de comunicación en la última contienda electoral?

-La última elección trajo una novedad, que fue el rol preponderante de las redes sociales y que tuvo mucho que ver con la instalación de Milei. Creo que los medios son muy importantes en la vida política, pero también es cierto que no siempre los medios hegemónicos han conseguido imponer su discurso. Respecto a la última elección, hubo carencias importantes de nuestra parte, y fenómenos de los que no tomamos la debida conciencia, por ejemplo, la pandemia. La política impulsada por Alberto Fernández respecto a la pandemia fue, en términos generales, correcta. Por supuesto que también hubo hechos como la Fiesta de Olivos que empañan buena parte de la gestión. Pero no nos dimos cuenta que los jóvenes quedaron como excluidos de la política frente a la pandemia. A lo mejor faltó una mayor comprensión del alcance que tenía la pandemia en la vida social argentina, y en particular respecto a los jóvenes.

-En el capítulo 6 cuenta cómo los procesos privatizadores de Menem no generaron mayores oposiciones. Hoy el gobierno tiene un proyecto cuanto menos similar. ¿Cuál puede ser la reacción de la sociedad y de los partidos ante un posible avance en esta materia?

-Yo creo que hay una situación muy distinta. Con Menem hubo una campaña de desprestigio de las empresas públicas y del Estado, desde muchos años antes; había una sensación de despreocupación por el funcionamiento de los servicios. Hoy hay empresas que funcionan bien, como Aerolíneas Argentinas y, seguramente hay otras que no funcionan tan bien, pero me parece que no hay un consenso ideológico sobre la privatización tan extendido como el de los años noventa. Por otro lado, el debate por la Ley Ómnibus mostró, por ejemplo, en el radicalismo y, en otros sectores de la llamada oposición moderada, cierta disposición a acompañar esta propuesta de privatización, lo cual me parece muy preocupante.