Paradoja de paradojas: los restos del  más grande de los escritores argentinos, Borges, descansan fuera de la Argentina, más precisamente en el cementerio de Plain Palais en Ginebra, donde fue enterrado el 14 de junio de 1986. Según el abogado de María Kodama, su última esposa y albacea, el hecho obedece a la voluntad tanto del escritor y, por lo tanto, es incuestionable.

Pero, por otra parte, los nietos de su hermana Norah  y Guillermo de Torre impulsan la repatriación. Mariana de Torre es quien está cargo de la gestión en nombre de ella y el de sus hermanos y, también o, sobre todo, de la memoria de su propio padre.

Foto: MNBA.com.ar

¿Fue realmente la voluntad de Borges descansar para siempre tan lejos de su país de origen?  

“¿Qué le habrá dado a Borges por venirse a morir y enterrar acá, en la ordenada y pequeña ciudad en la que buscaron refugio Voltaire y Rousseau, tan lejos de su Sur?” se pregunta el escritor chileno Carlos Franz en una crónica de la visita a la tumba ginebrina de Borges.  

Y agregaba: “Alguien dirá que fue la nostalgia: quiso morir en el lugar donde había pasado los años más felices de su adolescencia, donde había descubierto el francés y aprendido el alemán. Otros abrigan teorías conspirativas (casi no hay teorías que no sean conspirativas en las letras latinoamericanas) relacionadas con su tardío matrimonio y su herencia”.

Esta vez, las supuestas “teorías conspirativas” ganan la delantera basándose en distintos elementos que demostrarían que, en realidad, no son sólo teorías.

Mariana de Torre declaró a Télam: “Mi padre en 1988, empezó a hacer los trámites para repatriar los restos. Yo por aquel entonces no tenía ni idea ni tampoco me importaba. Él sólo hablaba con mi mamá, a nosotros tampoco nos contaba mucho. Tras su muerte, ordenando las cosas de su casa, encontré esta carpeta con la documentación y me pareció tan triste que él no hubiera logrado su propósito…Me puso tan mal que casi la tiro a la basura, pero acá está y ahora puede servir.”

Foto: Prensa Fundación El Libro

Cabe señalar que Guillermo de Torre y Borges no se conocieron porque de Torre se convirtió en su cuñado, sino que se conocieron por razones literarias cuando ambos eran muy jóvenes.

De Torre fue un intelectual muy precoz, crítico literario, ensayista y  poeta ultraísta que siempre elogió a Borges aunque expresó ciertos reparos hacia Fervor de Buenos Aires, el primer poemario de Borges que en este año que ya termina cumplió un siglo de su publicación. Sin embargo, como crítico, estos reparos los expresó públicamente, mientras Borges no siempre correspondió lealmente a los elogios de quien luego sería su cuñado y arrojó algunos de los dardos de su conocida ironía en privado.

Más allá de los reparos de De Torre hacia Fervor de Buenos Aires, no deja de resultar paradójico que el fervor porteño de Borges lo llevara a descansar por siempre en una ciudad extranjera.

Borges, indicios que alimentan la polémica

Recientemente la editorial Seix Barral publicó la “edición definitiva” de Los diálogos entre Borges y Osvaldo Ferrari. Se trata de un volumen de casi 800 páginas que contiene los diálogos radiofónicos que ambos sostuvieron entre 1984 y 1985. Por aquél entonces, Ferrari era un joven poeta de 35 años. Estos diálogos, que no tenían un tema acordado previamente, sino que fluían de manera libre a partir de un comienzo sugerido por Ferrari, se convirtieron en un éxito inmediato y abarcaron los temas más diversos.

Para Ferrari fueron una oportunidad de conocer profundamente el pensamiento de Borges y de hacerlo público.

Recientemente Ferrari, que ahora tiene una edad cercana a la que tenía Borges cuando ambos entablaron estos diálogos, declaró en una entrevista: “Los restos de Borges deberían ser repatriados. Él quería estar en Recoleta”.

Por su parte, Alejandro Vaccaro, presiente de la Fundación El Libro, especialista en Borges y también coleccionista apasionado de material relacionado con el autor de El Aleph, basándose en las declaraciones del escritor que se encuentran en el libro Borges, la  posesión póstuma de Juan Gasparini concluye que era el deseo del escritor descansar en la misma bóveda donde descansan sus antepasados.

Además, dos días después de la muerte de su hermano, el 18 de junio de 1986, Norah publica una carta de lectores en el diario La Nación que dice:

“Señor Director:

“Me he enterado por los diarios que mi hermano ha muerto en Ginebra, lejos de nosotros y de muchos amigos, de  una enfermedad terrible que no sabíamos  que tuviera.

Me extraña mucho que su última voluntad haya sido ser enterrado allí, ya que siempre quiso estar con nuestra madre y nuestros antepasado en la Recoleta (no en el Cementerio Británico como dice el apoderado). Aunque él esté muerto, los recuerdos de toda una vida nos siguen uniendo.

Norah Borges de Torre”

Si bien no lo expresa explícitamente, la breve carta parece sugerir que alguien más decidió por Borges y se arrogó el derecho de hablar en su nombre. Ese “alguien más” no podía ser otra que su viuda, María Kodama.  En pocas líneas se sugiere también que se habría producido un alejamiento entre Borges y su familia de origen al punto de que ésta no estaba enterada de su “enfermedad terrible”.

El poema mismo La Recoleta puede ser usado a favor de la teoría de que Borges quería ser enterrados junto a sus antepasados en ese cementerio de la ciudad de Buenos Aires.

Dice en el fragmento del final: Sombra benigna de los árboles,/viento con pájaros que sobre las ramas ondea,/ alma que se dispersa entre otras almas,/ fuera un milagro que alguna vez dejaran de ser,/milagro incomprensible, /aunque su imaginaria repetición /infame con horror nuestros días./Estas cosas pensé en la Recoleta, /en el lugar de mi cenizae.

La historia oficial sobre la decisión de Borges afirma que el escritor se encontraba con Kodama en Italia cuando recibió el diagnóstico e que tenía cáncer. La decisión de ambos fue viajar a Ginebra para esperar la muerte allá porque temía que en la Argentina su muerte se transformara en un espectáculo, en un verdadero circo.

La prueba de que Borges quería morir en Ginebra y que su cuerpo no regresara nunca a la Argentina es una carta que, consciente de la polémica,  envió a la agencia de noticias Efe pocas semanas antes de morir.  La breve misiva de 14 líneas estaba escrita a máquina y firmada de puño por el escritor decía: “Soy un hombre libre. He resuelto quedarme en Ginebra, porque Ginebra corresponde a los años más felices de mi vida. Me parece extraño que alguien no comprenda y respete esta decisión.”

Quizá para la familia de origen de Borges, esta carta que está fechada el 6 de mayo de 1986, no resulte una prueba suficiente de que esa fuera su verdadera voluntad. Muy poco antes, el 26 de abril, Borges había contraído matrimonio con María Kodama. ¿Fue inducido a firmarla? ¿Fue convencido de que lo hiciera? ¿Realmente era ésa su voluntad? Es probable que estas preguntas queden sin respuesta. Kodama se llevó el secreto a su tumba.

Mientras tanto, sus sobrinos nietos están haciendo lo posible para que los restos del mayor escritor argentino regresen a la Argentina. La universalidad alcanzada por Borges no les parece un argumento suficiente para que descanse en Ginebra el hombre que escribió Fervor de Buenos Aires

Borges y su herencia

Ya sea en Ginebra o en Buenos Aires, Borges parece destinado a no poder descansar en paz.

Este año surgió otra controversia de carácter material, pero controversia al fin. El 26 de marzo de 2023 moría en Vicente López María Kodama. Mientras se especulaba con la posibilidad que el legado de Borges podría pasar al Estado, aparecieron cinco herederos inesperados: los cinco sobrinos de Kodama hijos de su fallecido hermano.

Aunque el apoderado de la viuda, Fernando Soto, descontaba la existencia de un testamento, éste no pudo ser hallado. Parecía  poco probable que siendo Kodama tan minuciosa y ordenada hubiera dejado el legado de Borges librado al azar.

Pero los herederos despejaron muy pronto todas las dudas. Mariana del Socorro, Martín Nicolás, Matías, María Belén y María Victoria Kodama reclamaron todos los bienes que estaban en poder de su tía. Estos abarcaban tanto los manuscritos, cartas, primeras ediciones de Borges, las cuentas bancarias como las propiedades inmuebles, entre ellas la casa misma en que se alojaba la Fundación Internacional Jorge Luis Borges.

Ni el legado de Borges, según parece, se salva de la judicialización. En este momento, también sus restos son materia de disputa. Lo más lógica parece que el escritor argentino descanse en su propio país, pero la singularidad borgeana parece extenderse más allá de su vida y su literatura.