Camila Sosa Villada vuelve al cine y al segundo protagónico de una película de ficción. La primera vez había sido en Mía (Javier Van de Couter, 2011), film pionero por la manera en que retrataba el mundo travesti local. La aclamada artista que regresa este año al séptimo arte –como actriz y como coguionista– protagoniza la adaptación de su segunda novela Tesis sobre una domesticación, nuevamente dirigida por Van de Couter. Entre una película y otra, entre una novela y otra, pasaron cosas… Las malas (Tusquets, 2019), la ópera prima de Sosa Villada tuvo el inusual mérito de ser un verdadero fenómeno en ventas, críticas y prestigio (Premio Sor Juana Inés de la Cruz, 2020) y súbitamente Camila pasó a referente del campo literario, perfilada en The New York Times y The New Yorker y traducida a varios idiomas. Después vinieron La novia de Sandro (reeditado en 2022) y Soy una tonta por quererte (2022).
Todos estos cambios en su existencia parecen extrapolarse y verse reflejados en el campo de la ficción que creó e interpreta. Si las travestis de Las malas se veían obligadas a hacer la calle para sobrevivir; si Ale, la travesti de Mía era cartonera y soñaba con una familia más o menos tradicional, la travesti protagónica de Tesis sobre una domesticación parece haber cumplido el sueño de todas: dejó la calle por los escenarios, es rica y famosa y conformó una familia más o menos tradicional: un exitoso marido abogado gay (el actor mexicano Alfonso “Poncho” Herrera) y un hijo. En definitiva, Camila regresa con gloria en un papel que la obliga a diferentes matices interpretativos, con una película destinada a reinventar las narrativas travestis y ya premiada por el Q-Hugo de Oro a la Mejor Película LGBTQ en su estreno en el Festival Internacional de Chicago.
–¿Cómo trata la película las vidas travestis?
–Lo que se puede contar en el presente histórico: la historia de una travesti que fue de alguna manera asimilada por el sistema, una travesti que puede comprar, una travesti que es lo mismo que les pasó antes a los maricones blancos y de clase media en los 90. Y a las lesbianas que empezaron a formar parte del consumismo. Es de lo que tendrían que estar hablando las niñas trans de las nuevas generaciones en vez de colgarse del sufrimiento pasado por mi generación y de las generaciones que me precedieron que pueden y podían ejemplificar con sus cuerpos el dolor de lo que fue ser travesti en la Argentina, un país en donde buscaba asesinarte casi todos los días.

–¿Qué pasa cuando las travestis son asimiladas por el sistema?
–Ser asimilada por el sistema para mí es una experiencia de terror. Sin ir más lejos, en el 2013, cuando yo me hice el documento de cambio de género, fui 14 veces al Registro Civil. Llegaba y me volvía a mi casa. Porque en ese gesto había algo que me indicaba que estaba siendo asimilada y eso me daba muchísimo miedo. Es decir, se refundaban algunas cuestiones que tenían que ver con la fuga, con ser travesti, ser rebelde, ser anticapitalista, ser antifascista. Me parece que ahora es un momento para hablar sobre eso: sobre cómo vivimos los privilegios que tenemos parte de nosotras. Privilegios que atontan y qué parte de nosotras potencia. Yo creo que, finalmente, hoy perdí todo lo lindo de ser travesti. Todo lo lindo de ser una paria. Lo siento como una gran pérdida. Lo único que puedo sujetar de la antigua vida travesti es la vida erótica, el erotismo. Pero a las travas ya no nos tienen miedo como nos tenían antes que éramos unas especies de monstruos que amenazaban todo, hasta la vida familiar. El sistema ya no le tiene miedo a las travas. Y eso me parece una pena muy grande. Es mejor que te tengan miedo. La artista travesti, el personaje principal de la película es una tirana, una bola de nervios, pero nadie le tiene miedo.
–¿Por qué tomaste la decisión literaria, y eso fue extrapolado a la película, de que la travesti no tuviera nombre?
–No, no sabría decirte. Empecé a escribirla y surgió así: como Ella y Él. Y después necesité un par de sustantivos. Entonces era La Actriz, el Abogado, la Madre, el Padre.
–¿Cuáles son los principales temas de la novela y de la película?
–El dinero y la sexualidad. Diría el dinero, la sexualidad y el amor, a pesar de que cuando yo reedité la novela por Tusquets (antes había sido publicada por la Biblioteca del Suplemento Soy de Página 12) le saqué la palabra amor a casi todas las páginas donde había escrito esa palabra. Que son además cosas de las que se habla con mucho pudor. Son palabras que sugieren mucho pudor para gente pudenda.
–¿Cuáles te parecen las principales diferencias entre la novela y la película?
–El final. Los cineastas tienen miedo de los finales terribles. Son pocos los cineastas que pueden animarse a un final terrible. Siempre tienen que dejar como una esperancita por ahí atrás. ¡Ah!, y el tiempo de la narración. En la novela hago algo que supuestamente las escuelas de escritura no permiten: flashbacks. La novela te presenta un ahora espectacular. Y va hacia atrás a mostrarte que eso en algún momento no fue espectacular. Y después va hacia el futuro y dice, tampoco será espectacular. El pasado en la película empieza, se desarrolla y termina.
–En términos de autobiografía o autoficción, ¿qué es lo que tiene de vos el personaje principal?
–Todo. Todo, me falta el marido y el hijo, pero sí, casi todo. Me falta Poncho. Solamente con Poncho estaría hecha (risas). Y Poncho ya tiene hijos. Así que podría ser perfectamente una madrastra (risas).
–En ese sentido, ¿te viste desde el primer momento haciendo de vos misma?
–Al contrario, no quería hacer el personaje. Mariana Genesio o la propia Flor lo podrían haber hecho mejor que yo. Me sentía vieja para el personaje.
–¿Cuál te parece la importancia de la película en este momento histórico, en la era Milei?
–Decir la era Milei es decir la mitad de las cosas. Los fascistas nunca se fueron. Nunca se fueron las personas que piensan en su cuenta bancaria antes que en los derechos de los viejos. Los viejos se vienen aguantando las piñas desde hace rato ya. Es decir, ahora pasó a mayores. Porque los viejos, desde que empezó este gobierno están yendo al Congreso. Pero decir la era Milei es decir algo que no está del todo completo, porque el fascismo no se había ido, ni siquiera de nuestros corazones. Justo me agarrás en un momento en que el psicoanálisis me trae a colación algunos momentos de mi propio fascismo. La facha que tengo adentro. Es decir, funcionar en términos de premio y castigo: juzgar, juzgar muchísimo. La intolerancia. Un montón de cuestiones de una que tienen que ver también con la rebeldía. A pesar de que el progresismo parecía dibujar un paisaje un poco más bucólico de lo que era, eso no era así. La Ley de Identidad de Género fue sancionada en el 2012. Diana Sacayán fue asesinada en el 2015. En el 2021 desapareció Tehuel. ¿Y ahora todos estamos preocupados por el fascismo? Estaba desde antes, estaba tapado. En acciones tales como la cancelación. Hay pocas cosas más fascistas que la cancelación. Y cancelamos, es decir, censuramos con el disfraz del progresismo, lo hacemos muchas veces desde el feminismo. Desde el fascismo también hacen las cosas pensando que son desde y para el bien.

–¿Qué importancia le adjudicás a poner en escena una familia queer formada por una travesti, un marido gay, un hijo infectado por HIV?
–No sé, todas las familias son queer. Acaso lo que hay que ver es qué se le cruza una trava para formar una familia. Porque yo no lo le deseo una familia a nadie. Me interesa más bien poner en escena una trava que cree estar siendo abusada y que en realidad es deseada por todos: el marido, el director, el hijo que la desea como madre. Hasta el padre y el hermano la desean. Está siendo deseada transparentemente. De una forma auténtica. Y eso es interesante. Una trava en cuatro patas recibiendo placer. Una trava cogiendo con su esposo por amor, eso sí es interesante de ver. Ya no el relato de la trava que tiene que cobrar un dinerillo para poder vivir y pagar el cuarto de pensión, sino una trava que se acuesta con alguien porque tiene ganas.
–Si bien para vos el fascismo nunca desapareció, en algún punto se ha institucionalizado. ¿Cuáles te parecen los principales riesgos para la comunidad travesti?
–Por supuesto que da terror un país y un mundo así. Da miedo, entre otras cosas, la ignorancia. Hablan de no sé cuántos centros de hormonación y yo me he pagado mis tetas y hormonas toda la vida. O el jefe de gabinete, ¿cómo se llama?, diciendo que sólo hay dos géneros. Atrasan tanto. Me parece que la única manera de combatir la ignorancia es atacándola con sensibilidad. Desde la literatura. El teatro, desde ayudar a un viejo a cruzar la calle. Es decir, hoy me pega mucho más lo que hacen con los jubilados que los ataques a las diversidades sexuales. Lo que me duelen son los jubilados. ¿Por qué? Porque tengo dos padres jubilados. «
Tesis sobre una domesticación
Dirección: Javier Van de Couter. Guion: Javier Van de Couter, Camila Sosa Villada y Laura Huberman. Protagonistas: Camila Sosa Villada y Alonso Herrera.
Estreno local en el BAFICI: 4 de abril.
Camila y un libro que nunca debió haber sido escrito
La traición de mi lengua (Tusquets Editores) es la última obra literaria de Camila Sosa Villada. La expectativa por este nuevo trabajo es muy grande. Ya se encuentra en preventa y desde abril estará en las librerías de todo nuestro país.
–La traición de mi lengua es publicitado como un libro que no debió ser escrito nunca. ¿Cómo lo describirías vos?
–No sé qué decirte exactamente. Esas cosas se aprenden sobre la marcha, cuando vas haciendo la prensa del libro y vas descubriendo y aprendiendo qué decir. Es la primera vez que voy a hablar del libro con un periodista, así que te puedo decir lo que el libro no es. No es un libro de poesía, no es una novela, no son relatos, no es un ensayo, no es autobiográfico, no es un libro inventado de la nada, sacado de la galera. Son textos poéticos que tienen mucho que ver con el erotismo que es algo que me convoca mucho. Con el erotismo relacionado con el lenguaje, con el erotismo en la infancia, con el erotismo en la adolescencia, con el erotismo ajeno, con el propio. Es un libro muy reflexivo, muy libre. Yo me permití escribir como se me cantó sobre lo que se me cantó, incluso sobre algunos rencores. Está muy bonito, a mi me gusta muchísimo, es breve, entiendo que cada vez tengo la mano más suelta, así que estoy muy contenta.
