“Mamá, ¿a qué hora vamos a ver a Camila Sosa Villada?”, insiste una nena de diez años en uno de los pabellones abarrotados de la 49º Feria Internacional del Libro, este 1º de mayo. “Paciencia, Lucía, ¿cuántas veces me vas a preguntar? Ya te dije que vamos a llegar a tiempo”, contesta ella. Se colman los pasillos en el feriado de los trabajadores y los visitantes, mientras eligen qué adquirir en los stands -o sólo mirar, dada la crisis-, buscan en el “Feriódico” las charlas y eventos de su preferencia. ¿Cómo se vivirá la Feria del Libro de Buenos Aires este 1º de mayo, antes y después de Camila Sosa Villada?

Allí en el vasto predio de La Rural, las actividades largan desde temprano con presentaciones, mesas redondas y debates sobre temas de coyuntura, para todas las edades. Pero también la estrella juvenil de este 1º de mayo ocurre en la Sala Victoria Ocampo del Pabellón Blanco: es el multitudinario Encuentro de Bookinfluencers, quienes recomiendan libros y guían en las lecturas de diversos géneros a sus pares generacionales. Allí habrá charlas sobre novelas gráficas, cómics y mangas, pero también acerca de “los jóvenes y sus derechos”.
¿Sabrán, los asistentes, que pasadas las 17.30 la prestigiosa escritora travesti Camila Sosa Villada (que acaba de estrenar el film Tesis sobre una domesticación, sobre uno sus grandes libros) presentará La traición de mi lengua en la sala José Hernández del Pabellón Rojo? ¿Arderán las palabras a escalpelo de Sosa Villada acerca de los límites y los desafíos de la prosa y de la memoria, recobrada del dolor y del placer? Camila Sosa Villada ya es un fenómeno popular sin discusión, en varias generaciones: una de las perlas de la Feria en el día de las y los trabajadores. Pero aún falta para escucharla.
Además de Sosa Villada
En este feriado, el horario en La Rural se extiende de 13 a 22 -con entradas a ocho mil pesos- para dar cabida a más gente que en los días hábiles. Este 1º de mayo, familias, parejas, hijos, hijas, y los propios editores y editoras, recorren los plagados pabellones de la Feria a la caza de las actividades más gravitantes, mientras para los niños y niñas también se disponen talleres y lecturas de cuentos. Y la música se despliega en el Pabellón Rojo: allí, la Ciudad Invitada de Honor, Riyadh -capital de Arabia Saudita-, ofrece sus sonidos recónditos a la par de sus danzas tradicionales en su mega-stand.

Pero además es el Día de Armenia y cuando caiga el sol vendrán representantes de la comunidad, conjuntos de danzas y grupos musicales, junto a la Sala José Hernández. Entremedio habrá cientos de propuestas a la par. Más cerca de la entrada, el Espacio Joven cobija charlas y encuentros con influencers literarios y acciones interactivas frente a las gradas saturadas por el público. “Mami, ¿vamos a llegar a tiempo para Camila?”, protesta Lucía, y su madre esquiva cuerpos rumbo a la Sala José Hernández.
Así, más actividades se viven en paralelo en la Feria: hay un espacio para narrar a partir de frases célebres de Mario Vargas Llosa; otro sobre “videojuegos narrativos” y un stand en el que la Inteligencia Artificial grafica palabras u oraciones cortas. Y la ciencia también se despliega con exposiciones sobre reactores nucleares, radioactividad, espectroscopios y telecomunicaciones. Para los menos racionales, en cambio, hasta se puede acceder a una conferencia sobre constelaciones familiares.
Diálogos contra el individualismo
En el taller “Fábrica de monstruos”, El Bruno (autor de las tiras “Escuela de monstruos”) enseña a chicos y chicas cómo dibujar distintos seres terroríficos. No muy lejos de allí, Lucas Fauno presenta un archivo y homenaje a “quienes ya no están” y atesora “las historias de vida de lxs sobrevivientes”. También Federico Axat presenta su última novela; la ilustre María Dueñas se reencuentra con su público mayor y Canela, Chanti y Luis Pescetti hablan, entre risas de admiración, de la novela gráfica “El pequeño Nicolás” de René Goscinny y Jean-Jacques Sempé. ¿Quién dijo que las historietas son un género menor en la Feria del Libro?

Más tarde, la periodista Gabriela Cerruti desglosa su libro El veneno del poder (con Ingrid Beck) y el español Juan Cruz Ruiz se da el gusto: presenta su novedad, Secreto y pasión de la literatura: Los escritores en primera persona, de Borges a Almudena Grandes, con aquél y Claudia Piñeiro, que también estará (con Guillermo Martínez, Enzo Maqueira, Tomás Balmaceda) en la Mesa 1 del Diálogo de Escritoras y Escritores de Argentina. Aquella que formula: “¿Puede una IA escribir con la profundidad de un ser humano o hacer literatura? Un debate abierto sobre lo que no es capaz el algoritmo”.
El Diálogo de Escritoras y Escritores transcurre en la Sala Domingo Faustino Sarmiento del Pabellón Blanco. La Mesa 2 está dedicada a la “Literatura del Conurbano: voces de la periferia, identidad, diversidad y representación”, con Juan Diego Incardona, Leticia Rivas, Claudio Zeiger: allí circulan palabras sobre la literatura desde los márgenes; hay lecturascomprometidas y el público aplaude.Y otra actividad clave del 1º de mayo es la presentación de Camino al encuentro, de Nico Descalzo: un libro, como un diálogo, “frente a los discursos del odio; una ética del cuidado en la era de la destrucción; una cultura solidaria donde prevalece la fragmentación y el individualismo”.
Sosa Villada y una prosa encendida
A eso de las 17.40, por fin, llega el turno para la actividad estelar del día a cargo del Grupo Planeta: la presentación de “La traición de mi lengua” (Tusquets), de Camila Sosa Villada, en la sala José Hernández, con más de mil espectadores a la espera de la diva literaria. “La memoria es el afecto más traidor que existe”, escribe ella en La traición de mi lengua: en esta serie de escritos, Camila Sosa Villada juega con la agudeza de pensarse en otro lugar y habitar otra lengua. La ficción y la no ficción son embestidas por un lenguaje que se hereda y se traiciona.

Con una prosa tan filosa como poética, Sosa Villada reafirma el arte de escribir acerca de su propia vida y su memoria: ambas se ponen en juego en La traición de mi lengua. Y por eso la elección para presentar su libro será performática: la lectura en voz alta. Sosa Villada sube al escenario con un vestido celeste, una botella de vino carísimo y una copa; se dispone delante de una mínima mesa, sonríe y, tras agradecer, simplemente lee: “Pueden venderse los escritores, los editores, las ideas, los cuentos, las historias familiares, las historias de amor, las denuncias, los activistas; el momento exacto en que se quiebra un corazón por la mitad con una copa irreversiblemente”.
También, lee Sosa Villada, “puede venderse la memoria de un cuerpo; todolo que atendió con dolor. Pueden venderse los premios, los elogios, los espacios publicitarios, los tragos, el salmón, el pan seco y muerto que reparten en los comedores escolares. Pueden venderse un tratado de paz, pero también un cuchillo y una pistola; los órganos de alguien saludable, todo lo que tiene voluntad de existir”. Y sigue: “Pueden venderse un niño, una niña, un adolescente, la libertad, la idea de la libertad, la deformación de la libertad, un título universitario, una excarcelación, un esclavo (…) años de tu vida, noches de tu vida, toda tu juventud, tu vejez, todo eso”.
Nadar en la escritura
El público aplaude y Sosa Villada busca, entremedio de sus historias y sus definiciones poéticas, más iluminaciones sobre su propia vida: “Un ciego dijo que, en la grieta, Dios acecha. Creo que nos acecha porque le urge aprender nuestro lenguaje. La escritura es una grieta donde acecha mi lenguaje como una loba escondida muy cerca de una fogata en medio del bosque, escuchando hablar a los hombres”.
Sosa Villada se mira, contiene lágrimas, hace pausas, bebe una, dos copas de vino, y habla: “La libertad es prescindir de la gramática, de la sintaxis, andar sobre las palabras como un vehículo que se conduce a sí mismo (…) Quiero hacer este poema, el de la noche de la memoria. Mi criatura no perdona, es inmisericorde. Lo que escribo castiga, reanima el dolor antes de su extinción”.

¿A dónde está el dolor de sus palabras? ¿A dónde su sanación? Dice Sosa Villada: “Mi escritura sufre, envejece y escupe maldiciones sobre las páginas. Sólo en ellas estoy en duda. Cuando el lenguaje que aprendí de los hombres es contaminado por palabras paganas, cuando no me queda ningún animal que proteger de mi propio rencor, un espíritu vitalista me trae de nuevo la alegría”.
Y remata: “Una escritora no puede ser esclava de su vida. Lo que hace una escritora es nadar en el agua oscura de su asfixia, alimentar a sus criaturas y verlas crecer. Alguna vez la memoria se pareció a un amanecer”.
Luego leerá escenas de su infancia -el sentirse en un cuerpo ajeno, su descubrimiento del sexo, el amor por lo prohibido, las preguntas que permanecen- y pronuncia: “Lo que escribo no pide tristeza, no pide un reflejo; no merezco piedad ni exijo la lástima de nadie”. Así se despide Sosa Villada en la Feria del Libro: con el corazón herido entre las manos.