“Trabajo enteramente personal  y doméstico,–decía César Aira refiriéndose a su diccionario- acumulación de lecturas y notas de investigador aficionado, este «Diccionario» lo es sólo por estar ordenado alfabéticamente. No tiene aspiraciones de exhaustivo ni sistemático”.

Y proseguía: “Aunque puede ser de utilidad para el estudioso, está dirigido más bien al lector, y dentro de especie apunta a los buscadores de tesoros ocultos. Es con esa intención que me extiendo en desconocidos y olvidados , y mucho más en el pasado que en el presente; no he incluido autores en los últimos veinte años.”

Igual que en la primera edición publicada en 1998, esta nueva edición abarca escritores nacidos antes de la década de 1940.

César Aira marca también otra restricción para su diccionario y esta vez tiene que ver con la limitación geográfica. “En cuanto el adjetivo “latinoamericanos”  -dice-  se refiere exclusivamente a la presencia de autores brasileños, ya que no he tenido  oportunidad de cultivar las letras no hispánicas del Caribe  y las Guayanas, ignorancia que extiendo a las lenguas indígenas.”

Calificado frecuentemente como autor “raro” podría decirse que este diccionario también lo es en la medida en que, como él mismo lo afirma, más allá del orden alfabético, no respeta otras características de lo que se supone que es un diccionario en sentido estricto. 

Una de esas características que no respeta es la “objetividad”, si es que tal cosa es posible de lograr. Junto a los datos “duros” de la vida y obra de un escritor, Aira no evita su condición de lector crítico que, como tal, opina. Y este hecho, lejos de ir en desmedro de su obra, por el contrario, es un valor agregado.

César Aira, diccionario y subjetividad

Recorriendo el diccionario es posible encontrarse con algunas opiniones que se cuelan o que expresa intencionalmente. Entonces, el “diccionario” se convierte, para beneficio de los consultantes,  en el ejemplo de cómo es César Aira como lector.

Bajo la entrada Sabato, Ernesto, por ejemplo, el lector se encontrará con el típico encabezamiento de diccionario: (Argentina)  Rojas, provincia de Buenos Aires, 1911. Se doctoró en La Plata en Ciencias Físico-matemáticas, en 1938….

Foto: Victor Rojas / AFP

Pero muy pronto, estos datos que forman parte del género diccionario  se irán deslizando hacia una lectura personal de la obra. Continúa  César Aira. “Su iniciación literaria data de 1940, cuando comenzó a publicar en la revista Sur y en el suplemento literario de La Nación. Su primer libro ensayístico es de 1945: Uno y el Universo. El segundo es una novela (El túnel, 1948), de clima existencialista y una truculencia todavía bajo control”.

Y a continuación  viene lo más sabroso y medular de la entrada, la lectura de  César Aira:  “Aquí ya se manifiesta la falla central de Sábato: una inadecuación entre su personalidad y sus intenciones  estéticas. Sobre su robusto sentido común, sobre sus ideas convencionales y políticamente correctas (que lo hicieron en su vejez un favorito de los medios) era imposible ajustar intenciones de escritor maldito o endemoniado, o tan siquiera angustiado; no tuvo más remedio  que crear un personaje que se dice malo, con una insistencia francamente infantil.”

 Y a continuación la crítica parece oscilar entre el dato objetivo y la subjetividad. Si algo queda claro en esta entrada, es que la escritura de Sabato no le gusta, que la encuentra impostada y pretenciosa.  

A Julio Cortázar le va un poco mejor, ya que César Aira rescata sus cuentos: “Con sus altos y sus bajos (nunca llegan al extremo de lo uno o del u otro), su centenar largo de cuentos constituye un viaje por la ficción que vale la pena hacer.”

“En cuanto a sus novelas –dice- , Los premios (1960) es una suerte de alegoría del esnobismo argentino” (…) Luego, el tono se suaviza un poco, incluso para juzgar a Rayuela, la novela emblemática de la obra cortazariana.

Gabriel  García Márquez, como no podía ser de otra manera dado que el alfabeto manda cuando se trata de  un diccionario, tampoco se salva de su crítica. Define La hojarsca (1955) como “un ejercicio faulkneriano algo endeble”. De El coronel no tiene quién le escriba (1961) opina que es “algo sentimental mejorada por la influencia de Hemingway”.

De La mala hora (1962) : “ganadora del Premio Esso de novela, es una crónica pueblerina a la Faulkner pero escrita en el estilo de Hemingway. Es un relato seco, con muy discretos atisbos surrealistas, de lectura agradable, pese a un asomo de `latinoamericanismo` programático, al exceso de personajes, y a su intención en última instancia alegórica”.

Foto: Telam

Curiosamente, contra lo que podría esperarse, de Cien años de soledad, la novela que fue un punto de inflexión en la carrera literaria de García Márquez y un suceso editorial de enorme proporciones, no dice demasiado, lo que quizá sea una forma tácita de opinión. Si algo queda claro, sin embargo, es que el realismo mágico y el barroquismo latinoamericanista no es fórmula literaria de su preferencia.

En una entrevista concedida a un medio de Chile –César Aira no suele conceder entrevistas en Argentina- y firmada por Antonio Díaz Oliva, César Aira dice no tener un amor especial por los diccionarios, sino más bien cierta fobia debido, quizá, a lo mucho de debió utilizarlos como traductor.

Declara también que su Diccionario de Autores Latinoamericanos no tiene una intención didáctica, sino que lo considera más bien como apuntes de lector. Y quizá sea precisamente allí donde resida el mayor valor de su Diccionario: que ofrece la posibilidad de fisgonear  un poco su lectura, algo así como mirar lo que escribe en los márgenes de los libros mientras lee.