A diferencia de lo que sucede con otros escritores argentinos cuyos archivos son donados frecuentemente a universidades o bibliotecas de Estados Unidos en la creencia de que allí serán mejor conservados, la familia de Fogwill (1941-2010) decidió donarlo a la Biblioteca Nacional en 2022 y, convenientemente clasificado, ya está disponible para su consulta. En este caso, la decisión estuvo a cargo de sus hijos: Andrés, Vera, Francisco, José y Ana Fogwill,

En la ceremonia que se llevó a cabo cuando se produjo la donación dijo Juan Sasturain, director de la Biblioteca Nacional:  » (…) en este acto memorable en que agradecemos el privilegio de recibir cosas en las que dejó su impronta y su huella, no podemos garantizar que no serán alteradas. Cada uno que se asome y las revuelva y se revuelva, las volverá a hacer crepitar con la lectura, sintiendo el cosquilleo de su mirada presente y socarrona»,

El material que donaron se encontraba en el departamento de Palermo, ubicado en Soler y Thames  en el que había vivido y trabajado el escritor y fue ordenado por con la supervisión de la archivista Verónica Rossi  que se encontró con  un archivo muy ordenado de acuerdo con los criterios del propio Fogwill.

Además del valor intrínseco de un archivo de un escritor de la talla de Fogwil, éste permite reconstruir parte de la historia cultural,  literaria y periodística argentina de la segunda mitad del siglo XX.

En él se encuentran cartas que intercambió con escritores como Osvaldo Lamborghini, Alberto Laiseca, César Aira y Néstor Perlongher; recortes de prensa con sus intervenciones; columnas de opinión en diferentes medios nacionales y extranjeros  y otros materiales tan valiosos como  un original de sus columnas en la Revista Vigencia;  fotografías que se mostraron públicamente como otras casi secretas que tienen que ver con un Fogwill más íntimo, incluida una célula de identidad que muestra al escritor joven.

Entre las cartas se destaca la que el escritor Juan José Saer le envió a la Fundación Guggenheim recomendando a Fogwill para una beca y correspondencia en torno a la polémica que desató el escritor luego de ganar el concurso literario de cuentos inéditos promovido por Coca Cola en 1979 con Mis muertos punk.

Después de conocer el resultado, Fogwill le pidió a la empresa más dinero del estipulado en el concurso para su publicación. En un intercambio con uno de los jurados, dijo: “¿Vos pensabas que habiendo escrito un libro como el mío yo firmaría un contrato como el tuyo?”. El libro terminó siendo editado por la propia editorial de Fogwill, Tierra Baldía. También publicaría allí a otros escritores, entre ellos a  Osvaldo LamborghiniNéstor Perlongher Oscar Steimberg, entre otros. 

Este fue solo uno de los escándalos literarios protagonizado por Fogwill que fue afecto a ellos y que forjó su propio mito de escritor echando mano de ellos. Sin duda, tenía con qué hacerlo: su propia obra, original e innovadora lo respaldaba.

Otra de las curiosidades que figuran en el archivo es un retrato del escritor realizado el grupo Mondongo, que se hizo  conocido por intervenir cuadros con objetos tan inusuales como cadenas de oro o tejidos con hilos, entre otras cosas.

También figuran manuscritos de «La gran ventana de los sueños», poemarios conservados tal como él los había ordenado y hasta diarios de sus sueños.

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Fogwill, el gran provocador

Publicista, Fogwill supo exactamente cómo construir su imagen de escritor. Si siempre se ubicó en el lugar opuesto de la corrección, las buenas intenciones y el “buenismo” hoy, seguramente, se encontraría ostensiblemente en las antípodas de la corrección política que se le exige incluso a la literatura. Su oficio publicitario, además, influyo en su literatura a través de la mención de marcas. De hecho, el primer escándalo público lo protagonizó nada menos que con Coca-Cola. El tamaño del contrincante, por supuesto, no podía sino agrandar y poner en primer plano la figura del retador.

Aunque comenzó a estudiar Letras, desertó de la carrera a las pocas clases y se recibió de sociólogo.

Él tenía muy claro que una obra necesita para ser leída en su tiempo no sólo calidad, sino también visibilidad. Fue así que se dedicó a poner siempre en duda los valores instituidos a través de declaraciones polémicas capaces de molestar a los “bienpensantes”.

Alejado de todo “buenismo”, supo burlarse de concepciones y camarillas literarias y se convirtió en un francotirador cultural que eligió como víctimas escritores tan conocidos como, por ejemplo, Osvaldo Soriano. Pero también fue implacable consigo mismo. Cuando se editaron sus Cuentos Completos retiró algunos y dejó muy en claro que no quería que se volvieran a publicar, sencillamente porque le daba vergüenza haberlos escrito.

Foto: Edgardo Gómez

El encuentro con su archivo será, seguramente para sus lectores, admiradores e investigadores, una gran posibilidad de viaje al mismísimo planeta Fogwill.