La última semana se produjo una de las mayores movilizaciones en muchos años, centrada en la defensa de la educación universitaria pública, gratuita y de calidad. La educación superior sufre un feroz recorte, y el presidente busca justificarlo porque supuestamente allí se adoctrinaría a los estudiantes.

Quizás por haber hecho toda su trayectoria formativa en instituciones privadas, a Milei le resulte ajena la pluralidad que existe en las universidades públicas, donde no hay un férreo control de contenidos que baja desde el rector a decanos, de allí a profesores y decanta en estudiantes, que no pueden cuestionar ni consultar otras fuentes. Dado que nada de esto ocurre, mostrar cartelería de agrupaciones no debería preocupar, pues se trata de la garantía misma de que existe competencia y control entre sectores vitales de estas instituciones. Milei confunde la disciplina empresarial con la realidad abierta de las instituciones públicas.

El presidente presume que el adoctrinamiento se comprueba específicamente en las ciencias económicas, carrera que acreditó en la universidad privada de Belgrano. Argumenta esto señalando que no se enseña nada sobre su panteón de ídolos, todos afincados en una sola escuela de pensamiento, la austríaca.

Se trata de un argumento estrambótico, por varios motivos.

Ante todo, porque una carrera universitaria no es un recorrido por una enciclopedia. Tampoco se enseñan las ideas de Silvio Gesell o de Horacio Ciaffardini, por interesantes que sean. Acreditar un título no es leer todo lo escrito en cierta materia durante toda la historia de la humanidad. Se trata de desarrollar las competencias propias de cada disciplina para abordar problemas mediante conceptos y metodologías adecuadas, rigurosas. En el desarrollo de éstas, se deberían abordar los principales enfoques, recuperando obras clave y profundizando en algunos aspectos. Los autores de la escuela austríaca, mal que le pese al presidente, han sido relativamente marginales dentro del pensamiento científico económico, careciendo del mismo desarrollo que otras teorías en el abordaje de problemas propios de este campo.

Más allá de eso, es falso que esos autores estén ausentes de las currículas. En algunos casos son incorporados por su lectura directa, en otros a través de textos que refieren a sus ideas. Dado que existe libertad de cátedra (que permite a cada docente elegir cómo dar los contenidos básicos de su materia, aprobados de manera colegiada), y a que los planes de estudio y los programas de las materias se actualizan de manera periódica, hacer un seguimiento de contenidos es una tarea dificultosa. Ahora bien, en las ocasiones que se ha abordado esta tarea, lo que se encuentra es que, en términos generales, sí existe una visión hegemónica en la disciplina, y es la asociada a la ortodoxia neoclásica. Para el público no economista, teorías conocidas como neoliberales.

Se trata de una familia amplia de teorías, que incluye justamente a la escuela austríaca. Si bien tienen diferencias entre sí (y por eso son diferentes teorías), muestran ciertas presunciones básicas compartidas, entre las cuales se puede destacar:

  • Entienden a los individuos como la unidad básica de análisis, que precede a cualquier otro agrupamiento, y tiene además prioridad valorativa. Esto les distingue de miradas construidas a partir de agregados sociales de distinto tipo.
  • Esos individuos suelen ser comprendidos como egoístas, hedonistas, posesivos y racionales. Tienden a desestimar que personas que realicen acciones por otros motivos como la solidaridad, la lealtad, la fe, la amistad o el amor como no económicas, o reducir estos motivos al mero cálculo económico.
  • Con esta mirada, la única libertad que asumen es negativa, evitar impedimentos externos a la propia acción. Por eso privilegian al derecho a la propiedad por encima de los demás derechos. No conciben la libertad positiva, en tanto el conjunto de relaciones sociales que habilitan a hacer cosas, imposibles de alcanzar de manera aislada.
  • El mecanismo que permite agregar acciones individuales a través de intercambios es el mercado, al que conciben como sustituto funcional de la sociedad. Entienden que éste surge automáticamente, como una expansión natural de las características antropológicas, y que el Estado viene a limitar. Omiten así toda la historicidad que permite entender las múltiples relaciones de co-constitución de mercado y Estado, así como las diversas formas que han adoptado a lo largo del tiempo.
  • La eficiencia es ponderada como un valor en sí mismo, que permite alcanzar el mejor resultado social posible. Pero esta eficiencia es considerada en un sentido restringido al resultado económico. Y se entiende que se la alcanza a través de la competencia, dejando la cooperación de lado.
  • Por eso, como decía Margaret Thatcher, la sociedad básicamente no existe, solo individuos que se suman entre sí. Una ecuación de voluntades aisladas, construidas en el vacío, que se agregan de forma misteriosa. La democracia, en este sentido, tiende a ser entendida de forma instrumental y formalista, como un sustituto del sistema de precios para otras elecciones de otros consumos.

Cada una de estas presunciones puede ser legítima, no solo en el plano axiológico (de los valores), sino teórico (conceptos articulados para comprender la realidad). Lo que no puede es asumirse que se trata de la única manera de comprender la realidad y valorarla. Y sin embargo, cualquiera que recorra los manuales más utilizados en las carreras de ciencias económicas o incluso en secundarios, verá que estos son los fundamentos de lo que se enseña como “economía”, sin adjetivos. ¿Y las demás escuelas de pensamiento, dónde están? Parece que, si existe adoctrinamiento en el sentido de dejar fuera enfoques relevantes para la economía, este favorece a los ídolos de Milei, y no al revés.

Este resultado no es azaroso. No es solo por la amplia gama de fundaciones e institutos dedicados a promover estas ideas a nivel internacional. En el caso argentino, la triple A y la última dictadura se encargaron de sofocar cualquier intento de pensamiento heterodoxo. Es conocido el caso de la Universidad Nacional del Sur, cuya carrera de economía fue cerrada en 1975 bajo el pretexto de adoctrinamiento marxista, encarcelando y expulsando a varias decenas de estudiantes y docentes. La recuperación democrática no trajo una reparación inmediata de esta pluralidad. En universidades de mayor escala se pudo recuperar lentamente a través de cátedras paralelas y talleres de educación no formal. Por el solo efecto de la reproducción de la formación de base, el enfoque neoclásico se volvió en la voz cantante de lo que se entiende por economía. No solo al interior de la disciplina, sino hacia afuera: en la docencia de nivel medio y en otras carreras, en la prensa, en la función pública, parecía que economía era solo la neoclásica; el resto es periodismo, sociología u opinión, quién sabe.

Se lo suele presentar como si la ciencia fuera un proceso evolutivo donde solo una teoría “gana” la competencia, ubicándose en la cúspide del pensamiento, dejando al resto de las escuelas en la pila de viejas ideas, que en las currículas aparece como historia del pensamiento económico. Pero esto no es así. La economía es una ciencia social, donde conviven múltiples escuelas de pensamiento, que elaboran diferentes problemas, conceptos y metodologías para comprender la realidad. Presentar solo un gran enfoque, y dejar al resto para el recuerdo como algo superado, es adoctrinar en el sentido que asigna Milei: no mostrar el complejo de teorías y enfoques en disputa, tratando de llegar a la mejor comprensión de la realidad social.

Afortunadamente, esto ha ido cambiando en las últimas décadas. Ante todo, por los esfuerzos de docentes, institutos y asociaciones –como la Sociedad de Economía Crítica– por fomentar el pluralismo en la enseñanza de la economía. La creación de nuevas carreras ha ayudado a construir un mapa más amplio de miradas. Y quizás por ello mismo, quienes defienden enfoques ortodoxos como única mirada posible sobre la economía, se encuentran a la defensiva: ya no dominan sin fisuras el debate público. Tal vez por eso el presidente busca ahora anular el debate con una visión ultramontana de aquel enfoque. El adoctrinamiento que soñaban, el que Milei no critica, se resquebrajó. Y aunque la disciplina aun tenga mucho por mejorar, no hay forma democrática de volver atrás.

El autor de esta nota es economista, docente e investigador del Conicet