Las primeras protestas, dicen los memoriosos, comenzaron en Polonia a mediados del año pasado y estaban centradas en medidas de la Unión Europea que bajo el argumento de que debían apoyar el esfuerzo de la guerra contra Rusia, abrieron las fronteras a los productos agrícolas de Ucrania. Pero el conflicto en el este europeo no sólo perjudicó por la apertura de los mercados. Provocó, además, el incremento de precios de combustibles, de fertilizantes, lo que agregado a una sequía que en algunas regiones lleva tres años causó enormes pérdidas en un sector tan sensible en esas sociedades. Si a esto se suma que la Agenda 2030 y la Política Agraria Común (PAC) exigen medidas para la transición ecológica y el cuidado del ambiente que eleva los costos, el cóctel resulta explosivo para ese sector que de este lado del océano se llamaría «el campo». Por otro lado, ellos mismos perciben como una amenaza cualquier acuerdo con el Mercosur, donde, alegan, los productores no tienen tantas exigencias ambientales.

Este lunes, el ministro de Agricultura, Pesca y Alimentación de España, Luis Planas va a mantener una reunión con las comunidades autónomas para «aceptar y escuchar» propuestas a llevar a una cumbre de la semana entrante en Bruselas. Los «campesinos» españoles son los que vienen incrementando sus protestas desde los primeros días del mes, con cortes de rutas (tractorazos) en todo el país. Uno de los mayores bloqueos se produjo este miércoles en la costa de Granada, lo que llevó a suspender la 70° edición de la Vuelta Ciclista de Andalucía. También hubo manifestaciones en Madrid y en Cataluña.

Pero no sólo en la península se cuecen habas. Hay protestas en Irlanda, Francia, Alemania, Italia y hasta en la India, aunque por otras razones. En Polonia, donde todo empezó, el primer ministro Donald Tusk reclama medidas a Bruselas para calmar los ánimos. «No puede ser que debido a la empatía hacia Ucrania alguien use la guerra como una forma de llevar a cabo una competencia desleal e inadecuada hacia nuestras empresas y trabajadores, hacia nuestros agricultores», dijo Tursk, según la agencia Europapress. Del otro lado de esa frontera, transportistas ucranianos realizaron una «contraprotesta» en el paso de Yagodin-Dorogusk porque no les dejan pasar la mercadería mientras que el gobierno reclama que Varsovia castigue a los «bloqueadores».

En la región india del Punjab, los agricultores piden precios mínimos y reclaman por los altos precios de los insumos. En Irlanda y el Reino Unido, en tanto, las asociaciones de productores afirman que incrementarán la presión sobre el gobierno de Narendra Modi. En Bruselas, por su lado, mantienen que la transición energética es una prioridad, aunque enfrentan el reclamo de los productores y del gobierno francés, que no ve con buenos ojos un acuerdo con los países sudamericanos.

Lo que preocupa a la dirigencia europea no sólo es tener rutas y calles bloqueadas con tractores desde hace 20 días sino que los manifestantes reciben el pleno apoyo de las organizaciones ultraderechistas, mientras que los medios hegemónicos tratan de minimizar el carácter y el volumen de la movida, algo que suena a irrisorio habida cuenta de la visibilidad que tienen.

En España, uno de los líderes políticos que se acercaron a las protestas es Santiago Abascal, con el mensaje de que el partido Vox está «en la calle acompañando a los agricultores y ganaderos y en el Congreso y en Bruselas votando ‘no’ a las leyes y a los pactos que les arruinan». En Alemania reciben respaldo de AfD, la agrupación neonazi, que postea en las redes sociales mensajes como «sin agricultores no hay alimentos». Los analistas perciben que grupos negacionistas del cambio climático son más proclives a «dar letra» a los productores que ven la agenda verde como un obstáculo que sólo genera aumento de impuestos y no brinda compensaciones en forma de subsidios. Cualquier semejanza con las protestas en la Argentina del 2008, con sus diferencias, no es aventurada.