Aunque en los últimos años la rivalidad entre Argentina y Francia se intensificó con choques inolvidables, en las calles de Montecarlo –donde el lujo se mezcla con la historia– hay otro lazo que une a ambos países: Delio Onnis, hoy de 77 años, un futbolista que dejó una huella marcada por los goles y el olvido.

Pese a que nació en Italia en 1948, Onnis se considera argentino. “Soy italiano de papel. En Argentina viví 23 años. Empecé a jugar al fútbol allá, mis amigos son de allá, mi infancia es argentina”, relata a Tiempo desde Mónaco, donde se radicó. Las guerras en Europa llevaron a su familia a instalarse en Buenos Aires y allí comenzó su carrera: primero en Almagro, luego en Gimnasia La Plata. En 1971 emigró al fútbol francés y se convirtió en una leyenda: es el máximo goleador histórico de la Ligue 1, ídolo del Mónaco, héroe del Stade de Reims, cinco veces goleador de la Liga y una vez de Europa. Sin embargo, en la Argentina su nombre permanece en la penumbra. “Soy el tercer goleador histórico argentino, detrás de Messi y Di Stéfano. Pero pocos lo saben”, dice.

–Naciste en Italia, viviste en Argentina, hiciste tu carrera en Francia. ¿Dónde te sentís más identificado?

–Es complicado. En Italia nací pero no viví. En Argentina crecí, empecé a jugar, hice mis amigos. En Francia llevo 50 años, mis tres hijos nacieron en Mónaco. No puedo elegir. Tengo el corazón dividido en tres partes. Mi familia vivía cerca de la primera cancha de Atlanta y jugábamos al fútbol. También iba a ver a Boca hasta cuando empecé a jugar profesionalmente.

–¿Cómo es ese costado bostero?

–Íbamos con mis amigos a la Bombonera sin un peso, nos colábamos. Soy bien bostero. Me encantaba Rojitas, para mí fue el mejor jugador argentino. Y lo que pasa hoy en el club me duele bastante, y si me pongo a hablar sobre el tema me pongo mal, me enojo. Hace rato que no es más un club de fútbol, sino de política. También estuve cerca de jugar en Boca, antes de irme a Francia. Pero nunca fue un ofrecimiento formal. Me hubiera encantado.

–¿En el fútbol se necesita talento pero también suerte?

–Hay talento, sí, pero sobre todo suerte. La suerte de no lesionarte, de estar presente, yo no tuve grandes lesiones. Y, además, tuve compañeros que me entendían, me daban el pase justo y yo hacía los goles. En 15 años de carrera una sola vez me operaron. Eso es tener suerte.

–¿Cómo reaccionan los jóvenes cuando contás que sos goleador histórico?

–La gente hoy conoce más a un pibe que jugó tres partidos en cualquier club que a nosotros. El primer jugador argentino en ir a Francia a jugar fue Ángel Marcos y el segundo fui yo. Hoy un pibe hace un gol y lo pasan cincuenta veces, a nosotros nadie nos pasaba.

En Francia hizo 299 goles sólo en la Ligue 1. Pero, además, sumados a los que convirtió en Almagro y Gimnasia, supera los 450, más que Sergio Agüero, Carlos Bianchi, Martín Palermo y Gabriel Batistuta. Y aunque no le guste compararse, agrega: “Si tuviera que decir que me parezco a un goleador de estos años, sería David Trezeguet o Thierry Henry”.

–El sábado será la final de la Champions entre el Inter y el PSG. ¿Para el hincha del fútbol de Francia es un orgullo o se perdió algo en el camino?

–Es un poco de todo por el dinero y los qataríes, pero en mayor medida está bien visto. Algunos dicen que es normal que el PSG juegue la final por toda la plata invertida, y están los que dicen que no. Yo soy de los que creen que es normal: justamente por todo lo que se invirtió tiene buenos jugadores. Han pasado muchos jugadores que no rindieron como se esperaba y ahora cambió un poco: el PSG tuvo una búsqueda de lo colectivo por encima de lo individual. A muchos clubes se les puso mucha plata y no pueden llegar a una final. Este PSG puede ganarla.

–¿Es favorito por encima del Inter de Lautaro Martínez?

–No hay favorito. No existe el Inter, el PSG o el Barcelona. Es una final y hay que jugarla. Puede ganar cualquiera. Uno puede jugarse un porotito para acertar a ver quién gana, pero son dos equipos que están muy bien.

Sin TV para Onnis

Onnis cuenta que, en la Argentina, no lo reconocen y, aunque le llama la atención que nunca lo hayan convocado de programas de televisión, tampoco le quita el sueño. Sin embargo, en Mónaco lo reconocen: “Sobre todos los de mi edad o un poco más chicos”.

–¿Hay alguno de tus goles que sigas recordando?

–Sí. Tengo uno. No fue el más lindo pero sí el más valioso. El más valioso no fue el más lindo. A lo mejor fue horrible. Pero ese gol significó que Mónaco subiera de Segunda División a Primera, en 1974. No me lo olvido más.

–¿Y el primero?

–Sí, antes de los 15 minutos de mi debut. Fue para Almagro, en 1966, jugando contra San Telmo en la Isla Maciel, en Segunda División. Le dije a mi mamá que iba a debutar en Primera pero no me dio bola. Ella ni sabía dónde jugaba, no le daba pelota al fútbol y también le dije que iba a hacer un gol, pero se reía. Lo hice y después empezó a venir. Se ponía vestidos para verme jugar.