Nuevamente el movimiento obrero marcó el camino de la resistencia y la lucha, y también el de la unidad, al menos relativa.

El movimiento obrero, no solo el movimiento sindical, porque la marcha y la concentración fue de los trabajadoras y trabajadores ocupados y desocupados, formales y precarizados, de la producción, los servicios, educación, salud, cultura, jubilados, de movimientos sociales, de movimiento de derechos humanos, de vecinos, de consumidores. Concentró toda la bronca y todo el rechazo al nuevo gobierno y sus medidas ferozmente antipopulares.

Un gobierno que, al igual que vemos en buena parte del mundo, intenta implementar medidas que son un relanzamiento de la ofensiva del capital sobre los trabajadores y el pueblo. Es mucho más que la pérdida de derechos puntuales o el nivel salarial, es pegar un salto contra todos los derechos de los trabajadores, rediseñar el país y concentrar aún más, en forma casi absoluta, el poder y la riqueza en unas pocas manos. La real casta.

La CGT se sintió un tanto incómoda, la convocatoria trascendió tanto a los sectores que quería convocar, como a las consignas y las medidas que se exigían. Pretendía ser solo una concentración de los sindicatos contra la reforma laboral, pero se convirtió en una caja de resonancia para muchos otros sectores y de otros reclamos y reivindicaciones.

Las consignas, dada la amplitud de los concurrentes, fueron muy variadas, pero dos se destacaban entre todas “La patria no se vende” y “Unidad de los trabajadores, y al que no le guste se jode”.

El gobierno intentó, como tantas otras veces, impedir el acceso de columnas de trabajadores del conurbano a la Ciudad de Buenos Aires, nuevo fracaso para las clases dominantes y sus patéticos funcionarios. Las banderas de trabajadoras y trabajadores de Lomas de Zamora, Castelar, Cañuelas, Tigre y tantos otros lugares se veían a lo largo de Avenida de Mayo y en la Plaza del Congreso. Nuestros sueños son sus pesadillas.

Lo que se vio en la Plaza del Congreso, se replicó en buena parte del país. La movilización en Rosario fue inmensa, una de las más grandes de las últimas décadas.

Este paro general y concentración mostró, nuevamente, eso que tanto temen los sectores dominantes: la posibilidad que se unan los distintos sectores de la clase trabajadora, que ocupen las calles contra ellos y que enfrenten a sus políticas de destrucción de derechos, y de venta del país. Está muy en claro que con lo de hoy no alcanza, y por eso muchos sectores exigían definiciones de cómo seguir. No es el campeonato, fue solo un partido. Pero en este, el movimiento obrero ganó por goleada.