Hinchada, hinchada, hinchada no hay una sola (casi seis años después)

Por: Roberto Parrottino

Boca-River se enfrentan en Córdoba por los cuartos de final de la Copa de la Liga. Por primera vez desde la final de la Libertadores 2018, en Madrid, habrá público de ambos equipos. Una generación de hinchas nunca vio a su club de visitante.

La última vez que un superclásico se jugó con las hinchadas de Boca y de River en la cancha ni siquiera fue en Argentina y, según lo que se había establecido antes de que la final de vuelta de la Copa Libertadores 2018 se mudace a Madrid, el Monumental tampoco iba a recibir a los visitantes. “¡Borombombom, borombombom, el que no salta, abandonó!”, cantaron los gallinas en el Bernabéu, en referencia a otro partido de vuelta, el de los octavos de la Libertadores 2015, al que le “faltó el segundo tiempo” por el episodio del gas pimienta en la Bombonera, ganado por River en el “escritorio” y, hasta entonces, también en la cancha (1–0 en la ida). “¡Borombombom, borombombom, tiraste piedras, sos un cagón!”, cantaron los bosteros, en relación a lo que había sucedido con el micro de Boca antes de que llegase al Monumental para la vuelta trunca. Más que cantar, unos les cantaron a los otros. Durante décadas en el fútbol argentino, a ese intercambio dialéctico se lo denominó “duelo de hinchadas”.

Casi seis años más tarde, desde las 15:30 en el Mario Alberto Kempes de Córdoba –en realidad, desde tres horas antes, cuando se abran las puertas del estadio–, Boca y River –sus hinchadas, sus hinchas– volverán a verse, en los cuartos de final de la Copa de la Liga 2024. En 2018, más allá de Madrid, River y Boca se habían encontrado en marzo con sus gentes en las tribunas en la Supercopa Argentina, en Mendoza: triunfo 2–0 del equipo que dirigía Marcelo Gallardo. Desde aquel año, hubo dos cruces en los que el reglamento indicaba público mixto. En la Copa de la Liga 2021, los mejores posicionados en sus zonas gozaban de la localía en los cuartos de final: Boca le ganó por penales a River en la Bombonera pero sin público por las restricciones pandémicas. Lo mismo ocurrió en los octavos de la Copa Argentina 2021: Boca le ganó por penales a River pero en campo neutral (La Plata). De los últimos superclásicos con las dos hinchadas en 2018 pasó tanto como el tramo final del gobierno de Mauricio Macri, los cuatro años de Alberto Fernández (2019–2023) y los primeros cinco meses de Javier Milei. Nunca se debatió la vuelta de los visitantes: la prohibición –sólo en Primera– ya cumplió una década en 2023.

Javier Gerez cayó con la entrada en la mano, apretándosela contra la herida. La tarde del lunes 10 de junio de 2013 jugaban Estudiantes y Lanús en el estadio Ciudad de La Plata. En medio de la represión, Gerez –38 años, una mujer, un hijo– recibió balas de goma a quemarropa que le provocaron un agujero de cuatro centímetros en el tórax. “Dijeron que era un barrabrava –recordó Argentina, su madre–. Él trabajaba, era socio, pero no tenía que ver con la barra”. Gerez fue el último hincha visitante asesinado en una cancha del fútbol argentino, porque el castigo fue para los hinchas. Desde entonces hasta hoy, según el relevamiento histórico de la organización Salvemos al Fútbol, hubo 79 muertos. El fútbol argentino, en concreto, se acostumbró a convivir con la muerte. Pero la policía, garante de la seguridad, aparece como un actor protagónico que mata, en CABA, en provincia de Buenos Aires y en cualquier territorio. Aunque los culpables señalados –y penalizados– fueron los hinchas visitantes. En 1993, la Federal “logró” lo inverosímil: La 12 alentó a Los Borrachos del Tablón, cuando libraron una batalla contra los policías en medio del superclásico por la Copa Centenario en Vélez. Desde la tribuna de enfrente, la hinchada de Boca gritó: “¡Y pegue, y pegue, y pegue River pegue!”. Había un enemigo común.

El 5 de mayo de 2013, sin que lo supiéramos, se jugó entonces el último Boca–River oficial por un campeonato de Primera con visitantes (fecha 12 del Torneo Final). Fue 1–1 en la Bombonera. Ramón Díaz saludó hacia la tercera bandeja que da al Riachuelo. Gol de Manuel Lanzini –de vuelta hoy en River– a los 44 segundos y arenga a sus hinchas. “¡Y ya lo ve, y ya lo ve, somos locales otra vez!”. El uruguayo Santiago Silva empató sobre el final del primer tiempo. El árbitro expulsó a Ramón y la hinchada de Boca le cantó: “¡Vos sos de la B!”. “Yo no”, les señaló con el dedo. Los hinchas–fantasmas de la B se treparon al alambrado y pararon el partido. Fue la última vez con gallinas en la Bombonera. “El fútbol es un gran negocio y si no hay visitantes no es porque haya miedo, sino porque los clubes grandes no quieren. ¿Por qué para ciertos partidos sí y para otros no? La respuesta es económica. No les interesa el público visitante. Tiene que ver con una cuestión de capacidad. Los clubes grandes tienen el problema de que muchísimos socios quedan afuera. Esto vino a resolverles esa queja de no poder asistir a la cancha. Si hoy le decís a Boca o a River que vamos a volver al público visitante, te dicen: ‘Magoya’”, dijo en enero Sergio Berni, exministro de Seguridad de la provincia de Buenos Aires. Berni era el secretario de Seguridad de la Nación en 2013, cuando la Policía Bonaerense mató a Gerez. Y fue el que prohibió a los visitantes en Primera después de que se instalase la restricción en el ascenso en 2007.

Foto: AFP

De dos tribunas (el último superclásico fue el del Clausura 2004, 1–0, gol de Fernando Cavenaghi en la Bombonera) a una (para el Apertura 2004, River, que ganó 2–0 con goles de la Gata Fernández y Pipino Cuevas, solo cedió la Centenario Alta). “Pulmones”. Recibimiento distintivo para el visitante antes del segundo tiempo. El “minuto de silencio” para honrar la caída del rival. En el Apertura 2003, antes del partido en el Monumental, hubo una exhibición de baile de tango. “¡Es un velorio, la puta que lo parió!”, jodieron los de Boca, que se impuso 2–0, goles de Sebastián Battaglia y el brasileño Iarley. “¡Quééé nacieron hijos nuestros, hijos nuestros morirán!”. En el 3–1 de River en el Apertura 2006, con doblete de Gonzalo Higuaín, una bandera colgó en el alambrado de la tribuna de Boca: “Vayan de visitantes. Localistas del Tablón”. Los “nooo se escucha, nooo se escucha, sos amargo, bostero/gallina, hijo/a de puta”. Pintadas con aerosol del visitante como “recuerdo”. Para el Torneo Inicial 2012, el primero tras el descenso de River –y el último con bosteros en el Monumental–, un chancho inflable ondeó de frente a la tribuna de Boca. “¡El chancho no desciende!”. Sobrevino la exacerbación de la violencia. La cultura del aguante. Existe una generación de hinchas en Argentina que nunca vio a su equipo de visitante, imposibilitada de ser y estar con otros –aparentemente diferentes– en un mismo espacio, la cancha.

Antropólogo, doctor en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires y autor de Duelo en las gradas (2011), Javier Bundio habla del hinchismo como “el conjunto de saberes, prácticas, valoraciones y actitudes de los hinchas”, una “ideología radical” que “plantea una superioridad del propio grupo por sobre los demás en diferentes escalas morales” y que incurre hasta en “la muerte simbólica, pero también real, del otro”. En 1925, cuando Boca emprendió la famosa gira por Europa, una delegación de River despidió a los jugadores con banderas en el Puerto Nuevo. Era, al fin y al cabo, un representante argentino ante el mundo. Pasaron casi 100 años. “Acá en Argentina es muy típico pensar que la delincuencia es el barrabrava, el lumpen, cuando en realidad la delincuencia es lo dirigencial, no en términos futbolísticos, sino de poderes económicos, grupos hegemónicos”, dijo alguna vez el actor Diego Capusotto en una entrevista con El Equipo. En su ciclo Peter Capusotto y sus videos había un segmento, “La música en el fútbol”, en el que un hincha reversionaba letras rockeras con palabras de cancha (“micro”, “piedras”, “estación”, “yuta”, “correr”). Un hincha, local, se la cantaba a otro, visitante. Duelo y convivencia. No habrá hoy locales y visitantes. Hay un Boca–River con hinchas. No es poco.

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