Más de 220 mil personas superaron los 90 años en el último Censo 2022: casi el doble que 12 años antes. Al mismo tiempo, se registraron 500 mil niños y niñas menos que en 2010. Dos postales de algo que ya es un hecho: Argentina envejece. Con un recorrido demográfico diferente al del resto de la región, el país entra en los últimos años de “bono demográfico”, el período en el que la población activa es proporcionalmente mayor que la inactiva. La pregunta es si podrá aprovecharlo. Y las incógnitas y desafíos que genera para la elaboración de políticas públicas, cuyas únicas respuestas hoy parecen centrarse en el recorte a las jubilaciones y la entrega del Fondo de Garantía de Sustentabilidad.

Los datos del censo 2022 se conocieron recién a fines del 2023. Con los números sobre la mesa se confirmó que las proyecciones del 2010 sobre población infantil habían sido erradas. En ese momento se calculaba que para 2022 serían 3,7 millones de niños y niñas de cero a cuatro años. Pero fueron 2,8 millones. Una baja inesperada por su intensidad, que tuvo que ver con la fuerte caída de la fecundidad desde 2014.

Menos infancias, al tiempo que aumenta la proporción de personas mayores. Así, en un futuro no tan lejano (dos o tres décadas) habrá menos población en edad de trabajar y mucha más población en situación de dependencia económica. ¿Cómo podrían aprovecharse estos últimos años de “bono demográfico”? Especialistas en la materia apuntan a la inversión en educación, el fortalecimiento del mercado laboral –incluyendo políticas de géneros- y la planificación a mediano y largo plazo de un sistema previsional acorde a estas transformaciones. Metas que no aparecen claras en el horizonte libertario.

Última oportunidad

“Argentina podría estar atravesando los últimos años posibles para aprovechar los aspectos positivos del bono demográfico debido a que, a pesar de que se trata de una población envejecida, aún no se ha producido un envejecimiento demográfico significativo y la proporción de la población potencialmente activa es relativamente alta en comparación con la población dependiente. Para ello resulta imprescindible asegurar una economía de pleno empleo básicamente formal”, plantea Gladys Massé, coordinadora de la orientación socio-demográfica de la Maestría en Generación y Análisis de Información Estadística de la Universidad de Tres de Febrero (UNTREF).

“Durante la última década, lo que pasó es que el bono demográfico se profundizó. ¿Por qué? Porque si bien tenemos más personas mayores, lo cual incrementaría la proporción de personas inactivas, lo que tuvimos al mismo tiempo es que se redujo mucho la fecundidad, entonces el número de niños y niñas ha bajado significativamente”, explica Juan Camisassa, coordinador del Programa de Protección Social del Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (CIPPEC).

Foto: Diego Martínez

“Hoy Argentina tiene una tasa de dependencia menor que la que tenía hace diez años, pero dentro de 30 años la sociedad sí va a estar más envejecida. Digamos que nos quedan entre dos y tres décadas para aprovechar este momento en el cual tenemos muchas personas en edad de trabajar, cada vez menos niños y niñas y todavía nuestra población mayor de 65 años no es tan grande”, acota.

Esa franja etaria subió levemente entre los últimos dos censos: del 10,2% en 2010 al 11,8 en 2022. La cobertura del sistema previsional se mantuvo: el 93% de esas personas acceden a una jubilación y/o pensión. Sostener ese porcentaje será un desafío mayor cuando aumente la tasa de dependencia en estas décadas.

El día después de mañana

El futuro del que aquí se habla es un futuro cercano. Que se volverá palpable poco a poco. Enrique Peláez, director alterno del Doctorado en Demografía de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), lo grafica con un dato de Uruguay: “En Montevideo se están cerrando jardines de infantes porque cayó terriblemente la tasa de natalidad. Lo vamos a tener en Argentina en unos cuatro años”.

Además de las y los especialistas en Demografía, ¿hay alguien diseñando políticas públicas en base a estos datos? “Lamentablemente –cuestiona Peláez– en general hay falta de diálogo entre quienes investigamos demografía y la toma de decisiones políticas. Esto hay que verlo a 10-15 años. Por ejemplo, plantear cómo va a ser el sistema de seguridad social en 20 años. Poner recursos en los jóvenes para que se puedan incorporar en forma productiva al empleo. Hay una falta de diálogo entre esta mirada demográfica de mediano-largo plazo y la mirada política, que suele ser de corto plazo”.

“La demografía es sumamente importante para la planificación de políticas públicas, sin embargo es un tema que muchas veces no se tiene en cuenta”, coincide Camisassa. “Si tenemos que pensar grupos de políticas importantes en este contexto y a futuro, hacemos hincapié en los niños y niñas que están naciendo hoy. Argentina en ese sentido tiene grandes problemas. Las peores condiciones de vida se concentran en las infancias. El último dato del Indec es durísimo: 56% de pobreza en menores de 14. Este escenario es urgente en el presente, pero si además miramos la cuestión demográfica sabemos que va a ser tremendamente urgente en el futuro, porque esos niños y niñas que hoy nacen en su mayoría en hogares debajo de la línea de la pobreza son los que van a tener que sostener la sociedad argentina”.

Peláez apunta que otra de las políticas a poner en foco para “aprovechar el bono demográfico” tiene que ver con generar un “bono de género”: construir las condiciones para mejorar la tasa de participación económica de las mujeres en el mercado laboral. Por caso, generar acciones para hacer más equitativas las tareas de cuidados. Difícil de pensar bajo un gobierno que niega la existencia de la brecha salarial de género.

El colectivo El Gato y la Caja, abocado a la divulgación científica, comparó la encrucijada en la que se encuentra Argentina en materia demográfica con el fenómeno del calentamiento global: “Este es un dilema que se parece mucho a otro que conocemos bien: el cambio climático. Ambos son complejos, nos involucran a todes y no podemos decir que no los vimos venir. Pero si no les encontramos la vuelta ahora, después será muy tarde”.

Cómo importa el bono

Los fenómenos migratorios inciden en las realidades demográficas en todos los países en general y en uno como la Argentina más aún en particular.
“En 1914 casi un tercio de la población había nacido en otro país. La llegada de inmigrantes en edad activa y reproductiva supo contrarrestar el proceso de envejecimiento demográfico en Argentina. Sin embargo, la tendencia migratoria se modificó hacia la baja a partir de 1960”, señala Massé, de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF). Añade que en 2022 ese porcentaje era de un 4,2% de la población residente total.
“Quienes migran por lo general tienen edad laboral. Por eso se dice que los países desde los que se emigra exportan bono demográfico. La Argentina tradicionalmente ha sido receptora: Paraguay, Bolivia, Perú y ahora Venezuela envían trabajadores a la Argentina, exportando bono demográfico”, indica Enrique Peláez, de la UNC.
En cuanto a quienes se van de Argentina, “el fenómeno de migración de jóvenes de clase media alta habría que estudiarlo más para saber el volumen. Y hay muchos que van y vuelven. Habría que saber cuántos son definitivos y sin son estadísticamente significativos para decir que se exporta bono demográfico”. De cara a lo que puede llegar, y ante las políticas de recorte y ninguneo hacia la actividad científica, el demógrafo expresa: “Ojalá no ocurra, pero si el país no brinda posibilidades para el desarrollo de determinada actividad, este recurso humano va a buscar oportunidades en otros lados”.

El camino argentino, diferente al de nuestra región

En la foto demográfica actual del país hay aspectos propios que lo diferencian de sus vecinos.
“Las tendencias demográficas en Argentina tienen sus particularidades respecto al resto de la región –explica Juan Camisassa, de CIPPEC–. A mediados del siglo XX, Argentina era una de las sociedades más envejecidas de América Latina. Era de los países con más esperanza de vida y tenía un promedio de tres hijos por mujer, mientras que el promedio de la región se ubicaba más o menos en seis”.
A partir de entonces, mientras que en la mayor parte de los países latinoamericanos fue bajando la tasa de fecundidad, “en Argentina estas variables tuvieron un comportamiento distinto: la fecundidad subió mucho en la década del ’70 mientras que en Europa y América Latina bajaba. Esto hizo que el envejecimiento de América Latina haya sido más rápido que el de Argentina durante la segunda mitad del siglo XX y la primera década del XXI”.
Luego, Argentina tuvo un descenso de fecundidad a inicios del siglo XXI y se mantuvo en una meseta hasta 2014. Sin embargo, el cambio se aceleró en estos pagos en la última década. Entre 2014 y 2022 la tasa de fecundidad global en Argentina se redujo un 38% y la baja fue mucho más pronunciada entre población adolescente. El promedio de hijos por mujer bajó de 2,4 a 1,5.
“Pareciera que Argentina concentró toda la reducción de tasa de fecundidad en la última década, cuando el promedio de la región lo venía bajando en las últimas décadas. Ahora sí se ha profundizado mucho el envejecimiento poblacional”, concluye Camisassa.