Madrugada cerrada la del sábado en la zona residencial de Quito. Un batallón de la policía ecuatoriana derribó el portón de la residencia de la avenida 6 de diciembre N36-165. Nadie dormía en la embajada mexicana. A los pocos segundos, vehículos de calle pero blindados, salían a toda velocidad, habiendo apresado al exvicepresidente ecuatoriano Jorge Glas, quien ingresó en diciembre para pedir el asilo político, que se le había concedido ese mismo viernes. El encargado de la delegación, Roberto Canseco, apaleado en la vereda por los efectivos, gritaba “esto es la barbarie, una locura”. El exvice fue llevado a la Unidad de Flagrancia de Quito y a las pocas horas, en un convoy de guerra, al Centro de Privación de Libertad Guayas N°3, conocido como La Roca. Allí estuvo José Adolfo Macías Villamar, Fito, líder de Los Choneros, que debió ser trasladado por la amenaza de otras bandas.

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La primera reacción del gobierno mexicano fue la de romper relaciones y convocar de urgencia a todo el personal de la embajada. «Se trata de una violación flagrante al derecho internacional y a la soberanía de México”. Tanto la candidata oficialista a suceder a AMLO, Claudia Sheinbaum, como la opositora, Xóchtl Gálvez, repudiaron con vehemencia el episodio sucedido en Quito. Ciudadanos mexicanos se reunieron ante la embajada pero desde Ciudad de México llegó un llamado a la serenidad.

Todas las repercusiones apuntaron a acusar al actual gobierno ecuatoriano de Daniel Noboa de no ceñirse a la Convención de Viena de 1961 que en su artículo 22, otorga soberanía de territorialidad nacional a las embajadas. Dice: «Los locales de la misión (diplomática de un país) son inviolables» y «los agentes del Estado receptor no podrán penetrar en ellos sin consentimiento del jefe de la misión». Así se respetó incluso en muy dramáticos antecedentes (ver “Ni la dictadura…) aunque en los últimos tiempos se sucedieron episodios que ponen en jaque el derecho de asilo y de inmunidad diplomática (ver “Assange… ). “Este atropello sin precedentes al cual ni se atrevieron Videla ni Pinochet con los centenares de refugiados en las distintas embajadas de Santiago. Pero hoy EE UU y Laura Richardson (Comando Sur) le han dado carta blanca a sus lacayos latinoamericanos (…). En la Argentina ocurrirán barbaridades semejantes que ya se están insinuando…”, advirtió Atilio Borón.

Glas había sido también vice de Rafael Correa, exiliado en Bélgica, quien apuntó fuerte: “Lo que ha hecho el Gobierno de Noboa no tiene precedentes en la historia latinoamericana. Ni en las peores dictaduras se ha violado la embajada de un país. No vivimos un Estado de derecho, sino un Estado de barbarie, con un improvisado que confunde la Patria con una de sus haciendas bananeras”. El partido de ambos, la Revolución Ciudadana, exigió la inmediata renuncia de Noboa.

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Gustavo Petro advirtió que Colombia promoverá que “la CIDH expida medidas cautelares en favor” de Glas al que se le “violó de manera bárbara su derecho al asilo” y convocó a la OEA y a la Celac. Justamente la OEA, en una actitud poco firme, emitió un comunicado en el que rechazó el secuestro, lo calificó de “improcedente” y resaltó que pone en riesgo la inviolabilidad a los locales diplomáticos”. Finalmente, llamó a diálogo entre las partes. La Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños convocó a una reunión urgente para mañana.

Por otro lado, Nicaragua también rompió relaciones con Ecuador. El gobierno de Lula condenó «una clara violación” y un «precedente grave» que merece un «enérgico repudio». Los presidentes Miguel Díaz-Canel, Nicolás Maduro y Gabriel Boric hablaron de “barbarie”; Xiomara Castro “lo llamó un acto intolerable”. En similares términos se pronunció el bloque de Unión por la Patria en la Argentina y Cristina Kirchner tuiteó que se trata de “una agresión sin precedentes en territorio americano”. También la Cancillería argentina condenó el episodio mediante un comunicado.

Semana trágica

Las relaciones entre ambos países, iniciadas en 1830, se tensaron en diciembre cuando el domingo 17, Glas ingresó a la embajada pidiendo asilo. Aún más en la última semana cuando AMLO se refirió a las sangrientas elecciones ecuatorianas que derivaron en la victoria de Noboa. La respuesta fue una andanada de acusaciones y la declaración de persona non grata y la expulsión de la embajadora en Quito, Raquel Serur. Canseco quedó a cargo de la embajada. Y este mismo viernes, un comunicado de la Secretaría de Relaciones Exteriores mexicana informó: “Luego de un análisis exhaustivo de la información recibida, el Gobierno de México decidió otorgar asilo político a Jorge David Glas Espinel”.

Foto: Mateo Flores / AFP

La respuesta de Quito fue que Glas “ha sido condenado con sentencia ejecutoriada y contaba con disposición de captura emitida por las autoridades competentes”, y según su visión «ningún delincuente puede ser considerado un perseguido político. Ecuador enfrenta un conflicto armado no internacional, cuyas repercusiones en la democracia y paz ciudadana solo serán incrementales de continuarse o condonarse los actos que interfieren con el estado de derecho”. Minutos después del asalto a la embajada, la canciller mexicana Alicia Bárcena, anunciaba la ruptura de relaciones diplomáticas con Ecuador «ante la flagrante y grave violación de la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas, en particular del principio de inviolabilidad de los locales y del personal diplomático mexicano».

No debería sorprender el choque entre dos políticos tan disímiles. AMLO lleva una vida de izquierda en cargos de elección, a punto de dejar la presidencia y el activismo. Pocos sospechaban, en cambio, que Noboa, hijo del empresario bananero mas grande  del país, podría llegar a la presidencia: luego se movió como un seguidor de la mano dura del salvadoreño Nayib Bekele. Pero cruzó una línea de fuego que pocos se animaron y de la que probablemente le sea difícil retornar. 

Un correísta que siempre fue blanco de la derecha

Desde 2017 el dirigente del correísmo y dos veces vicepresidente, Jorge David Glas Espinel, nacido en Guayaquil, viene enfrentando un acoso judicial cuya relación con el lawfare fue demostrada, al menos en dos de los procesos que se le abrieron por supuesta corrupción. El primer “Judas” fue Lenin Moreno, apenas asumido presidente. Quien venía supuestamente a continuar la obra de su antecesor, Rafael Correa, permitió que las acusaciones contra Glas prosperaran al punto de que tuviera que renunciar a la vicepresidencia e inmediatamente ser detenido. Estuvo seis años preso, primero por una causa de supuestas coimas pagadas por la brasileña Odebrecth, que mucho después la propia justicia del Brasil desestimó. La otra causa se le abrió mientras estaba detenido y lo involucró al llamado caso “sobornos”. Los jueces condenaron por este hecho al expresidente Correa bajo la extravagante imputación de haber ejercido “influjo psíquico” sobre los supuestos ejecutores del delito. Glas, de 54 años, pudo recuperar la libertad recién en 2023, luego de varios pedidos de excarcelación por cuestiones de salud, con la condición de continuar la segunda condena fuera de la cárcel. Para las elecciones de 2023, tras la renuncia de Guillermo Lasso, el partido Revolución Ciudadana lo propuso como candidato a presidente a modo de desagravio, a lo que él declinó en el mismo acto público. En enero, la Fiscalía encontró un nuevo caso. Una supuesta malversación de fondos públicos que debían destinarse para obras de remediación y reconstrucción en Manabí, la provincia más afectada por el terremoto de 2016. La amenaza de volver a prisión llevó a Glas a refugiarse en la embajada mexicana.

Ni la dictadura argentina se animó a tanto

Héctor José Cámpora estaba recluido en su San Andrés de Giles el 24 de marzo de 1976 cuando se produjo el golpe. Horas después ingresaba a la Embajada de México en Buenos Aires, una casona que sigue estando en la porteña calle Arcos. Tras su presidencia, había sido embajador en ese país, brevemente, pero mantenía estrechos lazos. Luis Echeverría Álvarez era el presidente mexicano, dirigente del PRI, quien le concedió el asilo oficial. A quien fuera mandatario argentino hasta el 13 de julio de 1973, a su esposa (María Georgina Acevedo), a su hijo mayor (Héctor), a otros dirigentes (Ricardo Felipe Yofre Consoli o Guillermo Greco) y a Juan Manuel Vaca Narvaja junto a integrantes de su familia, algunos de ellos menores de edad.

La dictadura más horrorosa, sangrienta y despiadada que asoló Argentina instó al gobierno mexicano que no otorgara salvoconductos a quienes denominó «criminales ideológicos». Pero respetó el territorio extranjero que significaba esa sede diplomática. Entró por la fuerza a infinitos lugares pero no a ese.

A principios de 1979, el Tío empezó a sufrir un cáncer en la laringe que empeoraba y requería de una urgente intervención quirúrgica. El entonces embajador de México, José Antonio Lara Villarreal gestionó el salvoconducto para la salida del país pero Videla y compañía demoraron el permiso de modo artero. Lo dieron cuando habían transcurrido 42 meses de encierro en la sede diplomática. Una demora fatal. Cámpora murió el 19 diciembre de 1980 en Cuernavaca, México.