Los piolines se tensan cuando la orden de largada está lista. Hay adrenalina y todos salen corriendo por el circuito enfocados en sus «pupilos». Son niños y niñas. Mujeres y hombres. Cada uno en su categoría. Tienen que llegar a la meta con su auto a piolín. La carrera se desarrolla en la plaza El Hornero de Cucullú, un paraje cercano a San Andrés de Giles.

Los autos son artesanales, de chapa y madera, no mucho más de un kilo de peso. La clave es la destreza, como en las actividades rurales que por esta zona predominan. Lo de los pequeños vehículos comenzó como un divertimento y se convirtió en una tradición que une generaciones desde hace 30 años. El viernes fue la gran carrera en el Club de Autitos a Piolín de San Andrés de Giles, organizada entre la entidad y el municipio. Se la llamó “Coco Orlando”, en homenaje a su mentor.

Perderse entre los pueblos

Cucullú, a 10 kilómetros de Giles, a la altura del km 94 de Ruta 7, atrapa al visitante. Los locales recomiendan ir “por adentro”; es decir, por el camino vecinal desde Villa Ruiz, otro de los pueblos rurales de esta zona, famoso por celebrar la Fiesta del Camino Real.

Dicen que en el transcurso del recorrido –a diferencia de otros sitios donde se ve ganado y alambrado– aquí lo que se sucede a un lado y al otro son hornos de ladrillos. Es la industria local. Se ve una veintena, casi todos en funcionamiento. Todo el año se cocinan ladrillos. A veces, puede sentirse el aroma como “a quemado húmedo”, describe el coordinador de Turismo, Alfonso Ponchione.

En esta misma plaza hay un monumento al “hornero”, el trabajador del horno de ladrillos. Cada noviembre se hace la Fiesta Provincial del Hornero, donde las competencias de sapo, de autos a piolín, la gastronomía y la feria de emprendedores se fusionan con demostraciones en vivo de cómo se hace la “masa” con barro y “la cama de caballo”, acota Alfonso en referencia a la paja donde duermen los caballos, insumo utilizado para el proceso.

También hay exhibición de “corte” con el molde de ladrillos: se apoya y se da la forma perfecta. “Es artesanal, se ha probado con máquina pero no queda tan perfecto”, se sincera Ponchione. Así se explica por qué Cucullú es Pueblo Alfarero. Todo ocurre dentro de las 10 manzanas que componen al pueblo.

La historia cuenta que aquí se radicaron los hermanos Isidro y Juan Cucullú, inmigrantes españoles que instalaron uno de los primeros comercios con el que prosperaron y adquirieron tierras que luego cedieron para fundar el pueblo. Después llegó el tramway rural: un tranvía tirado por caballos. Idea que se le ocurrió a Federico Lacroze en 1884, para conectar a Buenos Aires con destinos cercanos. A Zárate, por ejemplo, llegaba en seis horas, y tenía hasta un tranvía dormitorio, único en el mundo.

El tren clásico pasaba por aquí, como por casi todas las regiones bonaerenses. Pero cerró en los ’90, como en casi todos lados. La vieja estación de Azcuénaga es una perlita en el paisaje.

Otra pionera fue la familia Gallo. El tataranieto, “Fito” (Rodolfo Gallo), revivió la historia en lo que fue el almacén de Ramos Generales y hoy es un Restaurante de Campo Casa Gallo. Hay que reservar para asegurarse el lugar.

Historia

Por supuesto que está la cabecera de partido, San Andrés de Giles, famoso por la Fiesta del Salame Más Largo de la Argentina (realizaron uno de 230,78 metros) y su casco histórico: la casa del ex presidente Héctor Cámpora, cantinas pueblerinas donde comés abundante y casero; el Palacio Municipal creado en 1910, la iglesia de San Andrés Apóstol, la Posta de Figueroa, la plaza central y la Casa Méndez, que contiene detalles arquitectónicos con una cúpula de vitrales.

Giles ofrece propuestas familiares como teatro al aire libre y la feria UniSabor que se lleva a cabo en Plaza San Martín. En diciembre hicieron la Navidad en el Campo.

Quizás el tesoro para el alma es recorrer cada una de las localidades y parajes como Azcuénaga, una perla rural para conocer y agendarse su Fiesta de la Galleta de Campo cada septiembre; Villa Espil; Franklin; Solís; Tuyutí “El Pueblo de la Muzzarella” (en este pueblito oculto de 28 habitantes hacen la mejor mozzarella de Buenos Aires); y Espora, donde tuvieron la Fiesta del Ferrocarril de Trocha Angosta y en el que se luce una propuesta de hospedaje que va ganando terreno en el turismo rural: el Gampling Las Goya, con domos para dos o seis personas, y hasta podés dormir en un vagón.

Además tiene pileta, indispensable para estos tiempos. Descansar en el campo, junto a un cielo de mil estrellas. Parece esnobismo, pero te aseguro que estando ahí lo vas a vivir real. «

Héctor Cámpora, la huella de un ilustre habitante

Han pasado más de 50 años y aún hoy se recuerda la esperanza y el fervor del momento en que llegó a la presidencia Hector J. Campora. Un personaje querido y respetado de la política del siglo XX que tiene su huella en Giles. Aunque nació en Mercedes, de muy pequeño se fue a vivir a San Andrés de Giles. Allí regresó cuando renunció a la presidencia; y pudo escapar y salvar su vida junto con su familia cuando un grupo de tareas intentó matarlo el 24 de marzo de 1976. Se refugió en la Embajada de México donde permaneció hasta 1979 cuando le permitieron exilarse en ese país, en el que falleció en 1981. Durante su breve período en 1973, mostró mejorías en diversos indicadores económicos, como el PBI, el desempleo, la inflación y el peso argentino. Pero esa Argentina estaba atravesada por otros enfrentamientos que lo terminaron signando.

Hoy, su casa de toda la vida, atraviesa reformas y se espera que en un tiempo cercano puedan visitarla quienes se den una vuelta por Giles. Hay fotos históricas, mobiliario y en especial su placa de odontólogo, carrera que estudió en Córdoba y profesión que desarrolló en esta ciudad, antes de ser parte de la historia.

Foto: AFP