Desde inicio de año está en marcha la campaña para disputar una elección que promete ser bisagra. Los candidatos despliegan sus estrategias para calar profundo en la mayor cantidad de votantes, con la esperanza de convertirse en una figura de confianza para un país con el sentimiento golpeado.

Hasta ahora, los despliegues comunicacionales cada vez más sofisticados, los asesores en todo tipo de áreas y el inquebrantable protagonismo de los estudios focales no fueron suficientes para advertir que a la estructura política le está costando incorporar en su agenda una variable trascendental: la juventud.

Según datos aportados por la Cámara Nacional Electoral, en 2023 los votantes comprendidos entre los 16 y 35 años suben a 14.326.174, de los cuales dos millones participarán por primera vez en una elección presidencial. De este porcentaje se desprende que 5,5% son menores de entre 16 y 17 años. Todos ellos, conforman más del 40% del padrón electoral. A pesar de su relevante importancia en la aspiración presidencial de cualquier candidato, casi la mitad de los jóvenes siente que la política no los escucha.

El informe “La percepción democrática de las juventudes”, realizado por la unidad Argentina Futura que depende de la Jefatura de Gabinete de la Nación,   en articulación con la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), expone que 4 de cada 10 jóvenes de entre 16 y 29 años siente que ningún político lo representa. En consecuencia, no tienen claro a dónde dirigirán su voto en esta elección. Este trabajo está basado en una muestra de 863 casos a nivel nacional con un nivel de confianza del 95%,

El sociólogo y titular del programa, Nahuel Sosa, explica que estos resultados dependen de variables que se profundizaron aún más a partir de la pandemia. La crisis económica, la falta de atención y cierta demonización de la juventud durante el período de aislamiento generaron en este sector un rechazo concreto a las expresiones políticas tradicionales. Además, los encuestados atribuyen su descontento a la falta de escucha, participación y preocupación de la política en su agenda de intereses.

Profesionalización: la incertidumbre por el futuro

La educación y el trabajo son un eje fundamental dentro de las demandas del grupo etario mencionado. Gran parte de los encuestados posiciona a la formación académica como un eje fundamental para el progreso, y el 33% de ellos tiene como demanda urgente una mayor calidad educativa. Sin embargo, y a pesar de encontrarla fundamental para su desarrollo, la profesionalización no es recibida como una garantía para la inserción laboral, puesto que la mayoría de los jóvenes encuestados presenta dificultades para acceder al mercado de trabajo.

En esta línea, del informe se desprende el descontento en las condiciones en las que se desarrolla el trabajo, la percepción de ingresos y el tiempo dedicado a la labor. Esto, a su vez, afecta significativamente sus expectativas para acceder a una vivienda, ya que señalan que las condiciones laborales precarias no les permiten sostener un alquiler y menos aún aspirar a la compra de una casa propia.

Esta imposibilidad de proyección real, los convierte en dueños de una visible desmotivación frente a la situación política y social del país, que deriva en un tercer eje cada vez más demandado. El deterioro de la salud mental y la presencia de enfermedades ligadas a este aspecto son cada vez más comunes en la juventud. La mayoría de los jóvenes encuestados le otorgan a la pandemia y las dificultades económicas que esta trajo, un rol fundamental en su deterioro psíquico, por lo que consideran necesaria la implementación de políticas públicas especiales para tratar estas demandas. Sin embargo, con excepción de la legisladora porteña Ofelia Fernández, quien esta semana realizó propuestas concretas sobre esta problemática pero no irá por la reelección de su banca, no encuentran ideas  sólidas en ningún aparato partidario, lo que profundiza el rechazo.

Según el informe comentado de este estudio de campo, el  44% de los encuestados siente incertidumbre respecto al futuro del país y un 14% tiene una visión pesimista sobre los próximos años. A contramano de lo deseado por los partidos tradicionales, la juventud encuentra como única responsable de la continuidad del mal funcionamiento del país a la estructura política. Además, la pluralidad de los y las jóvenes encuestados experimenta un alto grado de indignación frente al Estado por la imposibilidad de resolver conflictos y problemáticas que se presentan de manera sistemática.

A pesar de esto, Sosa explica que en este sector no se visualiza un rechazo real hacia el aparato estatal, sino a su uso: “La mayoría de estos jóvenes no replica el discurso de la década de 1990, en donde se veía a la privatización como una solución. No encuentran al Estado como un actor innecesario, pero sí esperan que esté presente en ítems más específicos, como la educación o la salud, y no tanto en la asistencia social, a la que no reciben de buena manera, porque entienden que esto no logra resolver los problemas estructurales sobre el trabajo.”

La esperanza de la irreverencia

El dato más significativo del informe se expresa en el apartado de análisis de la emergencia de nuevas representaciones políticas. Entre las figuras de todo el arco político nacional presentadas ante los encuestados, Javier Milei obtuvo un nivel de aceptación del 26,7%. El diputado es el único que se encuentra por arriba de los 20 puntos de aceptación.

Sobre este dato, Sosa profundiza: “La vigencia de una democracia tan desigual genera frustración, sobre todo en la juventud. Esta situación da pie a que se expandan discursos de ultraderecha, que tienden a ser reduccionistas. Sin embargo, logran empatizar con el enojo de quienes creen que el problema se resuelve extinguiendo al enemigo insertado en el sector político y social que este mismo armado demoniza, y convencen a las nuevas generaciones de que hay que terminar con lo que Milei define como casta política.”

A pesar de encontrar en el precandidato libertario una vía de escape, el titular de Argentina Futura insiste en que no hay una derechización real de las juventudes: “Muchos de los jóvenes que votan a Javier Milei no tienen una agenda de derecha, porque están de acuerdo con que el Estado intervenga en la educación, la agenda medioambiental, e incluso la Interrupción Voluntaria del Embarazo. Este no es un voto ideológico duro, como se observa en la extrema derecha de Francia o Alemania, donde los jóvenes votan por tradición política y sentido de pertenencia. La canalización de Milei en este grupo se explica por el malestar y la desilusión que se vive en la pospandemia.”

Según explica Sosa, la afinidad hacia la figura de Milei responde a una actitud más emotiva que racional. La auto-presentación del diputado como una figura novedosa y que no pertenece al status quo, se vuelve una opción viable para solucionar los problemas que aquejan a los jóvenes. De esta forma, y gracias a la construcción de una narrativa de futuro que no tienen otros candidatos, el líder de La Libertad Avanza se convirtió en la esperanza para el sector que no puede asegurarlo.

A pesar de que el diputado es quien mayor aceptación tiene entre este sector, Cristina Fernández de Kirchner lo sigue con el 12,8%. Frente a esto, el sociólogo expone: “Hay empatía con la figura de la vicepresidenta y Javier Milei porque los jóvenes ven en ellos dos figuras políticamente incorrectas. A pesar de quizás estar o no de acuerdo con sus ideas, saben que ambos dicen lo que piensan, sin importar las consecuencias.” Este acercamiento no se replica en las demás figuras porque los encuestados encuentran en ellas un alto grado de hipocresía.

Aunque estos resultados no necesariamente se vean reflejados en el desempeño electoral de Milei, Sosa explica que este nuevo rumbo no puede ser definido como fenómeno de época, sino como el inicio de una nueva política. Al mismo tiempo, entiende que aún es posible que la política tradicional quede descartada: “La derecha se corrió aún más a su extremo y esto genera un nuevo paradigma. Pero eso no quiere decir que la juventud  aún pueda ser disputada entre todo el arco político. Es necesario recuperar las utopías y la imaginación política para conectar con las nuevas demandas y planteos que traen estos sectores. Se debe tener una mirada más pedagógica con los jóvenes, que siempre son más hablados que escuchados.”  «