Una escultura de un policía apareció este martes por la mañana en el Espacio para la memoria ex Club Atlético, en San Telmo. Con una pistola en una mano y en la otra, un celular extendido, el policía se sacaba una selfie frente a la leyenda “Memoria, Verdad y Justicia”. Una mezcla de recelo y curiosidad se despertaba entre la gente que estaba de paso, espectadores casuales del site-specific del artista visual chileno Nicolás Miranda. Él sabe cómo alterar con una escultura la rutina de los transeúntes.

Foto: Gentileza Alejandra Rivera Neira

“Represión y goce”, alcanzó a describir un hombre frente a la figura. Se trata de una de las 16 intervenciones del proyecto Gente en su sitio o tentativas de una noble igualdad. Durante aproximadamente un mes, Miranda y su equipo estarán recorriendo la ciudad con tres esculturas realizadas en telgopor y pintadas con óleo.

Por un breve lapso de tiempo -apenas diez minutos- y sin previo aviso, los transeúntes se toparán con estas figuras en lugares estratégicos de la ciudad. Una “chica turra” y un nene acostado con su perro -en una cita inevitable a Juanito Laguna– son los otros personajes que componen la tríada.  

Foto: Gentileza Alejandra Rivera Neira

El proyecto juega con la idea de crear contrapuntos entre los espacios y las esculturas. El martes, las escenas daban vueltas alrededor de los conceptos de espectáculo y anonimato, dos elementos que se iban entremezclando.

Foto: Gentileza Alejandra Rivera Neira

En pleno San Telmo, acaso uno de los barrios más turísticos de Buenos Aires, y entre personajes reconocidos en el imaginario argentino, como Mafalda y Larguirucho, Miranda colocaba a estas figuras anónimas, que forman parte del día a día de la ciudad, como un policía o un chico en la calle. Además del espacio ex Club Atlético, el artista colocó al policía y al chico en el Paseo de la historieta, ante la mirada expectante de los peatones. De esta manera, el paisaje urbano se iba habitando por personajes que, en principio, “no están pensados para que un turista se saque una selfie”.

Una escultura, misil al corazón para la monarquía española

El artista viene de realizar un site-specific que causó un gran revuelo en Madrid por su impacto en la prensa y en la política. A finales de mayo, Puerta de Sol amaneció con una nueva escultura de Juan Carlos I apuntando con un rifle a la emblemática figura de “El oso y el Madroño”. La escena volvía a poner de relieve, frente a los ojos de los ciudadanos, la famosa afición por la cacería del rey emérito; un misil se dirigía directo al corazón de la monarquía española. Las reacciones no tardaron en llegar: el alcalde José Luis Martínez Almeida calificó la intervención de “una imbecilidad absoluta”. Miranda había abierto una llaga en Madrid. ¿Cómo se hace para tocar esas fibras sensibles? “Busco utilizar ciertos clichés o tópicos. Desde Santiago de Chile, empecé a realizar imágenes y a investigar los monumentos y símbolos de la ciudad. Después, el gesto fue simple, de camuflaje de un contexto y acople con el entorno. Trabajo en el espacio para poder crear con los elementos que están dados”, dice el artista a Tiempo. En el caso de España, el site-specific tiene una historia que actúa como hilo del relato, aporta otro matiz de significado: “construí al rey en Chile y lo descuarticé en partes para que cupieran en las maletas y poder llevarlo a España”, cuenta.

Espectacularización y gatillo fácil

Nicolás Miranda pasa la mitad del tiempo en Chile y la otra en Argentina. En 2019, desde la ventana de su habitación en San Telmo, se topaba todos los días con la imagen de Larguirucho. “Ahí lo primero que se nos ocurrió fue hacer la escultura del policía, justo estaba empezando el estallido en Chile. Pero después vino el Covid, entonces se atrasó, o sea que esta obra es cronológicamente anterior a la de España. Pasa que ahora se está ejecutando. Coincide justo con lo que está pasando en Argentina. Hay ahí un paralelismo”, dice el artista y continúa:

Foto: Gentileza Alejandra Rivera Neira

“Es una coincidencia lamentable, pero tiene que ver con lo que está sucediendo en varios lugares, a nivel global la derecha está avanzando. En Chile, en España, en Italia…. Puede que tome más sentido una pieza como esta (ndr: se refiere al policía) emplazada en un lugar de memoria con lo que ha pasado en la última semana en Argentina, pero aunque no hubiera pasado, de todas maneras, hay algo en el aire, está lleno de casos de gatillo fácil”, afirma en relación con el caso de Facundo Molares.

Pero, más allá de la intervención del martes en el ex Club Atlético, afirma Miranda, “la cuestión política no está sólo en la representación de las figuras, hay una instancia anterior de este tipo de operaciones cuando se aborda el sitio específico que tiene que ver con el ejercicio de observación del entorno. Esa lectura previa ya es un primer paso político”, dice a Tiempo y de alguna manera se remonta al gesto de mirar por la ventana de San Telmo.

La relación artística de Miranda con Argentina tiene más de diez años. En 2012 expuso “All at Once” en arteBA, una vitrina con reproducciones a escala de obras mundialmente conocidas -Hirst, Koons, Mueck-, como souvenirs. En el evento de La Rural, lindero al barrio de Once, Miranda superpuso algunos juegos de sentido: el “todo junto” de los comercios de once, el “de una” del gesto frenético del consumo, junto con la idea aspiracional de La Rural, el fetiche y el establishment del mundo del arte.

En 2011 fue el turno de “Sin pena ni gloria”. En la galería Meridión, una vitrina exponía a un hombre con un mate en la mano frente a un conejo de plata. Después de observar largamente las vidrieras de Montserrat, Nicolás Miranda había aprendido el gesto de los comercios: el detalle y cuidado puesto en los escaparates se correspondía con una búsqueda inalcanzable de atraer a los turistas, que solían preferir otro recorrido urbano al del barrio de Monserrat. En ese gesto aspiracional se articulaba su instalación artística, que buscaba copiar la idea de construir un imposible.  

Doce años después, Miranda coloca la escultura del policía al lado de Larguirucho, en el Paseo de la historieta. Un hombre y una mujer se acercan a mirar. Aunque haya cámaras y un equipo de cinco personas encargados del site-especific, la pareja no pregunta nada, sólo hablan entre sí, curiosos. El reloj marca los diez minutos que Miranda destina a cada intervención y empieza la retirada. Estuvo poco tiempo, pero ahora parece como si faltara algo. La pareja espera a que se lleven al policía, se pone al lado de los personajes de Ferré y se saca una selfie