“Cuando El Terror apareció, todos recordaron al tráiler con 273 cadáveres que circuló por Guadalajara y aparcó en Tlajomulco. Al principio se creyó que era carne de cerdo, la que se pudría y emanaba un olor insoportable. Pronto se supo que eran cuerpos humanos muertos, la mayoría sin identificar e imposibles de ubicar en las morgues saturadas.” Este es un fragmento de un breve relato de Mariana Enriquez, “El Terror”, incluido en El año de la rata (Libros del Zorro Rojo), un volumen singular desde su propia gestación. Cabe aclarar que fue realizado en 2020, durante el período crítico de la pandemia, justamente en el año de la Rata, pero aparece recientemente, en 2021, en el año del Buey. Se trata de historias breves y tan extrañas como la vida misma, contadas a dúo. ¿Quiénes componen ese dúo? Uno de sus integrantes ya fue presentado: Mariana Enriquez. El segundo es el Dr. Alderete o Jorge Alderete, artista gráfico, ilustrador y diseñador nacido en la Patagonia argentina en 1971 y radicado en México desde 1998. Pero el orden en que se gestó el libro no es el mismo en que aparecen aquí sus autores.

En efecto, en este caso, Alderete hizo una serie de dibujos que en una entrevista Enriquez calificó como un tanto “soviéticos” quizá por la contundencia de las imágenes y por los fondos plenos, sin modulaciones de color o con alguna trama sutil, que parecen remitir a algunas de las técnicas del grabado.

Estas imágenes constituyen un universo por sí mismas: bañistas que usan una indumentaria singular; una mujer que lleva una túnica fantasmal color rosado y que, sin manos a la vista, parece de todos modos empujar un carrito de supermercado; hombres y mujeres con vestimentas que parecen una versión futurista de los uniformes de la Gestapo, animales de aspecto feroz que, sin embargo, parecen  comportarse como tiernas mascotas domésticas, bichos delfinoides e iguanoides, un dinosaurio  y una vaca digna de ser exhibida en la Exposición Rural, con cuerno de unicornio.

Foto: Diego Paruelo

Invirtiendo el orden canónico, primero fue el dibujo, luego el texto. Este mundo fantástico fue ilustrado con palabras por Enriquez, quien hizo un aporte propio a un universo ajeno.

Lo que ambos lenguajes tienen en común es que producen un cierto efecto siniestro es decir que  transforman lo cotidiano en extraño y amenazante.

Por ejemplo, un juguete aparentemente inofensivo que representa a un astronauta se vuelve insólitamente popular en 2020 porque es confundido con la figura de un exterminador de virus que contiene en su mochila un agente purificador del aire. Sin embargo, al llevárselo a la boca  un niño pequeño, sufre alucinaciones durante 48 horas, en el transcurso de las cuales, se deshidrata.

El fragmento del principio no fue elegido al azar porque en él se mezclan, como en otros relatos, la realidad y la ficción. Suele decirse, con razón, que no hay nada más fantástico que la realidad. La noticia del camión que transportaba cadáveres es de 2018, el hecho fue real y tuvo que ver con una morgue colapsada, una prueba cabal de que lo fantástico forma parte de lo cotidiano y que a veces la literatura no hace más que ponerlo en evidencia.

Foto: Vértigo Galeria

Los textos de Enriquez, que, como no podía ser de otro modo, influyen sobre las imágenes de Alderete invirtiendo el proceso del origen del libro, parecen aludir a una situación extraña signado por el virus. En Látex, por ejemplo, Leticia Maira, cuando conoció a la diseñadora china Zhang Shifan, decidió que iba a abandonar el estilo hippie trash de sus colecciones para alejar al virus desafiándolo. Para concretar sus proyectos apeló a la magia de los fetiches. Es así que un dibujo de Alderete muestra un posible fetiche mirando fijamente y con los ojos iluminados un fetiche humano por excelencia: un zapato femenino de taco alto y fino.

En el horóscopo chino la rata se asocia a la astucia, la inteligencia, la riqueza, el carisma y el orden, pero también a la muerte y lo atroz. El libro de Alderete y Enriquez camina por ese filoso borde naturalizando lo atroz como parte de lo cotidiano. En él, Enriquez resulta igual a sí misma y también diferente como resulta esperable de un libro gestado a dúo. «