El 6 de noviembre de 2023, la novela La reina del baile, de Camila Fabbri se convirtió en finalista de uno de los galardones literarios más prestigiosos el Premio Herralde que en Argentina ganaron Alan Pauls, Martín Kohan, Martín Caparrós y Mariana Enriquez y fuera del país figuras de la talla de Juan Villoro, Enrique Vila-Matas, y Roberto Bolaño.

Nacida en 1989, Fabbri ya tiene una trayectoria literaria (es autora de los libros de cuentos y una novela de no ficción, El día que apagaron la luz, referida al trágico incendio de Cromañón, y la novela finalista del Premio Herralde. En 2021, fue considerada por la revista Granta como una de las mejores escritoras menores de 35 años en lengua española. Sus textos se tradujeron al inglés, francés, italiano y chino. Colabora, además, con diversos medios culturales.

A esto se añade que escribió y dirigió cinco obras teatrales y que fue guionista y directora audiovisual de la película Clara se pierde en el bosque, basada en su propia novela sobre Cromañón que fue presentada en la 71º edición del Festival Internacional de Cine de San Sebastián.

También es actriz. Participó en Dos disparos, de Martín Rejtman y en Las Vegas, de Juan Villegas.

Juan Pablo Villalobos, uno de los integrantes del jurado del premio Herralde , dijo de La reina del baile: «Un viaje interior a la ruptura amorosa y a la crisis existencial. ¿Puede una salvarse de sí misma? Camila Fabbri lleva a sus protagonistas a buscar la redención y la esperanza sin engañarse pensando que la identidad o los afectos sean algo que pueda fijarse de manera definitiva. La reina del baile interpreta la inestabilidad, lo fugaz e inaprensible como tesoros que bien pueden valer una vida».

Por su parte, Marta Sanz, también integrante del jurado, expresó: «La voz de la novela de Camila Fabbri combina violencia y ternura, costumbrismo y tono alucinatorio, sororidad y soledad profunda, la apariencia de un cuerpo anestesiado y la revuelta interior: la voz de la novela de Camila Fabbri es la de una extranjera, a lo Camus, que puede ponerse a gritar en cualquier momento».

La novela comienza con un accidente. El auto conducido por Paulina choca. En él también viajan una adolescente de 15 años, Lara, que huye de un hermano abusivo, y Gallardo, el perro que fue de la pareja que Paulina formó con Felipe y que ahora es de ella.

Los accidentes, que suelen ser un leit motiv en la escritura de Fabrri (Los accidentes y Estamos a salvo) son también una suerte de explosión existencial en el que se condensan dolores y frustraciones que el lenguaje no alcanza a articular y procesar.

Pero la historia de ese accidente comienza antes, cuando Paulina y su compañera de oficina y amiga Maite, viajan en una suerte de huida de un presente desolador. Paulina se acaba de separar de Felipe, se cuestiona si le dará el tiempo para ser madre mientras transita el duelo por la pérdida de su pareja sin tener mucha conciencia de lo que está viviendo.

–Vos escribís teatro, guión, cuento y también sos autora de una novela de no ficción, ¿Cómo fue que surgió la idea de escribir La reina del baile?

Comencé a escribirla en 2019. En principio, como empiezo a escribir todo, comenzó siendo un relato corto sobre una mujer que se despierta luego de un accidente y todas las asociaciones que va haciendo sobre lo que pudo haber pasado, sobre lo que recuerda y sobre lo que está sintiendo. Luego el texto fue creciendo hacia atrás y naturalmente aparecieron más personajes y eso ayudó a que se transformara en una novela, sobre todo por la extensión que alcanzó, pero no hubo a priori una búsqueda de escribir una novela.

Eso era algo que tenía que pasar porque vengo escribiendo hace un tiempo y quizá algunos cuentos empezaron a tener una extensión mayor. Si bien La reina del baile es una novela, no deja de tener la cadencia de los cuentos que vengo escribiendo porque tiene capítulos muy cortos y cada uno de ellos tiene un nombre.

Foto: Sebastián Arpesella

–Cuando te sentás a trabajar, ¿ya sabés cuál será el género de lo que vas a escribir?

–Si es una obra teatral, sí, porque formalmente es muy distinta de un cuento o una novela. En una obra teatral parto de los diálogos y de los personajes. De todos modos, hace mucho que no escribo teatro. Creo que la última obra la escribí en 2020.

–¿Qué ideas tenías cuando te pusiste a escribir La reina del baile?¿Qué sabías?

–La verdad, no tenía mucho. Me encantaría tener una historia que fuera como el mito de cómo escribí la novela, pero no tengo esa historia. Lo único que tenía es la imagen de la que parto: una pantalla negra, alguien que abre los ojos y está en medio de un accidente caótico que ocasionó ese alguien mismo.

Chocó, pero el choque no involucra a otras personas. Tenía además la intuición de que era una mujer que estaba atravesando una separación de pareja. Lo demás fue apareciendo en la escritura. En general, trabajo así. Cuando tengo muy claro qué tengo que decir, por qué lugares tengo que pasar, me resulta más difícil escribir.

–¿Y en qué ocasiones se da esa circunstancia?

–Cuando escribo no ficción, por ejemplo para La Agenda , en una sección que se llama «Anatomía de un instante». Son textos que se refieren a una imagen, a una foto y siempre trato de que esa imagen o esa foto tenga algún vínculo con la coyuntura, con lo que está pasando en ese momento en la ciudad, en el país o algo personal y colectivo que esté atravesándome. En ese caso tengo una idea un poco más armada antes de ponerme a escribir porque necesariamente tengo que informarme para poder hablar del tema. Pero cuando es ficción, voy mucho más a ciegas.

–Leí que solés aburrirte de tus personajes y quizá por eso hayas elegido el cuento. En el caso de La reina del baile no pasó. ¿Tenés alguna explicación acerca de esto?

–Buena pregunta. Quizá alguna que otra vez me pasó que me aburrí de mis personajes, entonces ya establecí que yo era alguien que se aburría con ellos y tal vez no había hecho muchos intentos. Me parece que en esta novela tuve una suerte de confianza sobre todo en Paulina, la protagonista, que es la que comanda la posibilidad de abandonar la novela o de quedarse en ella. Los otros personajes, sin saberlo, son más satelitales y más funcionales a lo que le va pasando a ella.

Creo que no me aburrí de Paulina porque en su forma gris de ver el mundo ella iba encontrando, a su pesar, una zona por momentos más cómica. En esa mezcla entre melancolía y gracia me fui poniendo cómoda con el personaje. Incluso comencé a preguntarme cómo vería Paulina diferentes cosas. Probé con la sala de espera de la ginecóloga, con el mecánico, con ella en una primera cita a ciegas …en fin Paulina en diferentes situaciones y creo que así pude encontrarle una zona más lúdica a la escritura.

–Hay dos cosas que me llamaron la atención. Una es que Paulina es un nombre antiguo no muy propio de una mujer de 30 y pico de años. Por lo tanto, quizá sea el nombre de otra mujer de su familia, una especie de herencia del pasado que es la herencia de una historia. La otra es que hay dos Felipes: el hombre del que se está separando y el hermano abusador de la adolescente.¿Cuál es la razón de esta elección?

–Creo que en la duplicación hay algo del cotidiano que se repite y que para mí tiene cierta gracia. Suele suceder que cuando alguien se separa conoce inmediatamente a otra persona que se llama igual. En esa situación para mí hay algo entre trágico y cómico, porque hay que seguir repitiendo ese nombre y ponerle instantáneamente otra cara.

Por otra parte, creo que los nombres de esos dos hombres son una forma de nombrar lo masculino. Casi ni son un nombre y pasan de ser algo un tanto ingenuo a convertirse en una institución, como puede haber una institución Carlos o José. Ese nombre lo fui cambiando en la escritura, pero siempre fue duplicado.

–¿Y Paulina?

–La lectura que vos hacés de ese nombre es interesante, pero no fue la que hice yo. Me gustan los nombres antiguos como Paulina o Luisa. Ese personaje también fue cambiando de nombre, pero siempre tuvo un nombre antiguo. Hay un mini diálogo entre Paulina y Lara en que Lara le dice que tiene nombre de vieja. Paulina comienza a contarle que eso tiene que ver con una tía, pero interrumpe la historia porque dice que a nadie le interesa por qué uno se llama como se llama. Lara le dice todo lo que la destruye: por qué trabaja en un lugar que no le gusta, por qué se llama como se llama, por qué está sola.

Foto: Sebastián Arpesella

–Luego del accidente del principio, la novela pendula entre el pasado y el presente. Creo que el accidente vuelve más trágico lo que hasta ese momento era un drama de baja intensidad. Es decir, Paulina no habla del dolor de la separación, es como si el lector percibiera la separación como se ve desde afuera. Diría que usás un procedimiento teatral. ¿Hay algo de eso?

–Sí, creo que sí. Es el famoso «show don’t tell». Me parecía que hacer alusión al dolor era arruinarlo, porque en principio no queda tan claro qué le pasa a ella con esa separación. Incluso ella no opina. Felipe le dice que no quiere seguir y ella no le hace frente a esa separación, no tiene nada para decir. Y no tener nada para decir también es estar diciendo algo.

–¿Y Paulina que estaría diciendo con su silencio?

–Que no está de acuerdo, pero que ella no va a entrar en un ping pong porque si él está tan convencido, ya está. Creo que esa separación es tan desgarradora porque ella no concientiza nunca qué es lo que le pasa. Él está siempre presente en ella, aunque también lo critica mucho. No es que le parece el mejor hombre del mundo. Por eso creo que no es solo que se separa de su novio, sino que hay un duelo más grande. Creo que no escribí una novela sobre una ruptura amorosa. La ruptura es algo más, no lo fundamental.

–Pero sí muestra lo que es la ruptura amorosa a cierta edad de acuerdo con lo que te impone la sociedad. Se supone que a la edad de ella tenés que tener una pareja estable e hijos. Y si no los tenés, hay que ver de qué forma tenerlos en el futuro, por ejemplo, congelando óvulos. Por eso ella va a la clínica de fertilidad.

–Sí, totalmente. Para mí es una pesadilla lo que atraviesan las  mujeres a esa edad. Hoy comienzan a ser madres a los 30 y pico. Separarse a esa edad puede suponer una pequeña tragedia, sobre todo si es una mujer que quiere ser madre o se está preguntando si quiere serlo o no. Culturalmente hay una amenaza en el futuro: si no tenés hijos el día de mañana vas a estar sola, te vas a morir sola. Eso es falso, pero es muy difícil el trabajo de entender que es falso, que es una habladuría, porque uno nunca sabe cómo va a ser la vida.  

Una novela fuera de agenda

–Creo que esta novela toca un borde con el tema de la maternidad, pero no entra en la agenda feminista de este momento. ¿Te lo planteaste en el momento de la escritura?

–No, no entra. Por supuesto que estoy muy al tanto de la agenda y en algún momento se cuela en la novela, pero no fue para nada una búsqueda. No creo que sea una novela feminista. No hay enemigos, no hay contrarios, no hay villanos. Tampoco hay sororidad. Me parece que hay más un hacerse compañía. Creo que muchas veces termino contando la misma historia que tiene que ver con personajes que están muy solos y que encuentran compañía en lugares bastante impensados. La novela va más por ese lado.

–¿Es una novela sobre la soledad?

–Sí, sobre el terror que le tenemos a la soledad. Por eso para mí el final es muy feliz, en el sentido de que es un final tranquilo y amable. Están viendo crecer unos perros. Finalmente son las mascotas las que terminan teniendo hijos.

–La novela propone otras formas de maternar en las que figura también la protección de Paulina hacia Lara, la adolescente.

–Sí, aparecen vínculos alternativos importantes, aunque el ideal sea tener un marido, un novio, estar enamorados como nunca nadie en la vida y tener hijos rozagantes. Pero en la novela no pasa eso. Y en la vida, tampoco.

El oficio de escribir

–Vos escribís teatro, guión, narrativa. ¿Cómo te definís frente a estas categorías?

–Me gusta pensar que soy escritora. Hace muy poquito que puedo nombrarme así.

–Suele suceder que algo predomina sobre el resto.

–No lo sé. Scott Fitzgerald escribió narrativa, teatro, ensayo… Hemingway escribió teatro y también lo hizo Virginia Woolf. El de escritor es un oficio que te permite estar en distintas disciplinas. Incluso en proyectos audiovisuales muchas veces eligen que haya un escritor literario y no alguien que venga estrictamente del cine. Además, esas otras disciplinas son alternativas laborales para un escritor, porque se pueden contar con los dedos los que pueden vivir sólo de escribir libros. Entonces es preciso trabajar para una película, para una serie. Por supuesto, también se puede trabajar para teatro, pero el teatro no da dinero en este momento. No veo que haya un salto entre una cosa y otra. Es cierto que para escribir teatro o guión es necesario un aprendizaje previo más formal. Pero la base es la escritura creativa.