Si alguna vez se afirmó que ya no se puede escribir poesía después de Auschwitz, Boris Lurie demostró que el arte puede encontrar caminos a pesar del horror del Holocausto. Nacido en Leningrado en el seno de una familia judía, Lurie fue prisionero en tres campos de concentración durante la Segunda Guerra Mundial. En uno de los episodios más cruentos de su vida, las mujeres de su familia fueron asesinadas por los nazis en los bosques de Rumbula, cerca de Riga, Letonia.

Tras sobrevivir a los campos de exterminio, Boris Lurie y su padre se exiliaron en Nueva York en 1946. Con un ojo puesto en la sociedad de consumo norteamericana y otro en la guerra, Lurie inició un camino artístico provocador y contestatario; se valió de elementos heterogéneos -recortes de diarios, objetos encontrados, desechos- para crear sus obras, que se convirtieron en verdaderos gestos de denuncia contra el nazismo y la hipocresía de la sociedad moderna. 

Organizada por la Boris Lurie Art Foundation (BLAF) de la ciudad de Nueva York; el Museo Judío de Buenos Aires, y el Centro Cultural Borges, llega por primera vez a Argentina «Memoria», una exposición que reúne 130 obras del artista ruso-norteamericano.

La muestra se exhibe en dos sedes: en el Museo Judío de Buenos Aires (Libertad 769 CABA) y en el Centro Cultural Borges (Viamonte 525, CABA).

Debido a los acontecimientos recientes en el conflicto entre Israel y Palestina, las inauguraciones no incluyeron la ceremonia tradicional de brindis de apertura. “Boris Lurie dedicó toda su obra a hacer una advertencia a la sociedad para que estos hechos no vuelvan a suceder. No solamente en el caso de esta guerra, de cualquier guerra”, dice a Tiempo Cecilia González, curadora de la muestra que se exhibe en el Borges.

Por una ética de la estética

Boris Lurie buscó hacer del arte una ética; la denuncia social y la política tuvieron un lugar central en sus obras. En la década de los sesenta, co-fundó junto a Sam Goodman y Stanley Fisher el NO!art en Nueva York. Este movimiento buscaba desafiar las normas convencionales y las tendencias comerciales del mercado del arte. “Es un artista que se rebeló contra todas las formas estéticas del momento, se rebeló contra el impresionismo abstracto y el pop art porque consideraba que no dejaban libertad para la expresión, que era una ‘estética que estaba por sobre la ética’. Él consideraba que estaba viviendo en una sociedad de la hipocresía, porque no se estaba contando toda la historia de lo que pasó en el Holocausto. Él buscaba un arte más social, que tuviera que ver con la realidad, con la verdad, y consideraba que el arte que se estaba haciendo era un arte para el mercado”, apunta González. 

En las obras de Lurie pueden verse imágenes impactantes; cuerpos disgregados, recortes de fotografías, superposiciones entre la frivolidad de la vida norteamericana y las víctimas del Holocausto, se van sumando a distintos elementos que retratan la inhumanidad del nazismo y las críticas a la sociedad de consumo.

A grandes rasgos, hay dos etapas en su producción. “En principio, sus obras eran más testimoniales. Era un arte totalmente diferente, de esta etapa es la Serie de la Guerra, un ciclo de pinturas con menor grado de transgresión con respecto a lo que vino después. Luego, cuando crea el NO!art, imprime toda su experiencia dolorosa, que tienen sus obras. Comienza a pensar que tiene que hacer algo más fuerte con la sociedad para mostrarle cómo se actualiza el tema del Holocausto, para que no quede en el olvido. Entonces, por ejemplo, hace superposiciones entre la vida en Nueva York, con las Pin Ups, y las imágenes del Holocausto. Todo sacado de recortes de los medios. El material que utilizaba también es un postura”, dice González. 

En Memoria pueden verse obras de sus dos etapas. La primera época del artista está mayormente en el Museo Judío de Buenos Aires. La etapa del movimiento del No!art, en el Centro Cultural Borges. Y las obras posteriores al movimiento pueden visitarse en el Museo Judío.

Mujeres desmembradas

Hay un tema recurrente en la obra de Boris Lurie: el cuerpo femenino. Es famosa en este sentido la “Serie de Mujeres desmembradas”, donde se pueden ver recortes de las modelos Pin Up y cuerpos fragmentados. En la actualidad, este tema despertó polémica en los espectadores. Pero, explica González, no hay que leer en Lurie una postura machista, más bien, buscaba criticar la idea de la mujer objeto; por supuesto, con las limitaciones propias de su época. “Boris Lurie utiliza en sus obras imágenes de las Pin Up, amuletos patrióticos para los soldados de la guerra. Él las sacaba de las revistas, completamente en auge en ese momento. Pero Lurie critica eso. Se puede ver en sus obras el choque de estas imágenes, como un horror al vacío muy sentido porque perdió a las mujeres de su familia, incluso también a su primera novia entre las mujeres que asesinaron en la Masacre de Rumbula. Y él utiliza esta imágen como un símbolo de la cultura americana. Era muy consciente de la mujer como víctima de la cultura, presentada como objeto de consumo”, concluye González.

Boris Lurie, un artista que desafió la norma y se convirtió en un agente de cambio, llega finalmente a Argentina en una exposición que conmemora su obra. La exposición Memoria, organizada por la Boris Lurie Art Foundation (BLAF) de la ciudad de Nueva York en colaboración con el Museo Judío de Buenos Aires y el Centro Cultural Borges, podrá visitarse en ambas sedes de manera libre y gratuita.

|En el Museo Judío de Buenos Aires (Libertad 769, Caba) de lunes a viernes de 10 a 18 horas, hasta el 1°de diciembre.

En el Centro Cultural Borges (Viamonte 525, Caba) de miércoles a domingos de 14 a 20 horas, hasta el 26 de noviembre.