Con las imágenes propias que captó con su cámara y con aquellas que compra «obsesivamente» en anticuarios para luego intervenirlas a mano, el fotógrafo Marcos López presenta su nueva exposición «Clásico y moderno», desde este jueves en el Centro Cultural Borges, donde exhibe una serie de 90 imágenes en colores y en blanco y negro, que en sus palabras provocan un «surrealismo precario». Entre la estética del pasado y el pop contemporáneo, las fotografías de Marcos López (Santa Fe, 1958) resignifican lo que conservan a través de colores e intervenciones del artista que escapan a su estética y propuesta más conocida de collage o montaje fotográfico. En «Clásico y moderno» el artista si bien presenta imágenes de su autoría también comparte otro tipo de trabajo en el que interviene fotografías que compró en anticuarios o mercados de pulgas.

Dice López sobre esta muestra que se podrá ver a partir del jueves: «Esta exposición se podría llamar ‘El pasado’, y el título funcionaría perfecto. Toda fotografía tiene que ver con el pasado. Hasta las selfies hechas con los teléfonos. Atrapar el recuerdo. Si me pongo a pensar por qué desde hace tres o cuatro años me puse obsesivamente a revisar cajas de fotos viejas en los anticuarios de San Telmo, diría que tiene que ver con que desde hace un tiempo —yo diría desde que cumplí sesenta— siento que todo lo que tenía que fotografiar ya lo fotografié», escribe. Empezó, entonces, a pintar y a las imágenes antiguas de plata gelatina que compró «obsesivamente» en anticuarios, mercados de pulga o a través de internet decidió intervenirlas con materiales de los más diversos, desde pintura hasta aerosol flúor o aplicaciones de pelo. Parte de esa gran producción de piezas, que trabajó mucho durante la pandemia, es la que se podrá ver ahora en el Borges en el marco de esta muestra.

Sobre ese singular trabajo de intervención de fotografías antiguas, en las que López mete mano a paisajes, rostros y cuerpos que otro autor fotografió, hay también cierta tensión que el propio fotógrafo define así: «El hecho de pintarles encima de una novia un fuego o un cocodrilo, o un lobo que amenaza con comerse a una niña (cuyo vestido de comunión transformo en el de Caperucita Roja), me hace pensar qué derecho tengo yo para pintarle unos cuernitos de diablo al mismo tiempo que me da un placer enorme, ya que implica soltarme en un trazo infantil sin bocetos, y también me da culpa».

En este sentido, López confía y define la impronta de su nueva muestra: «Siempre traté de ser ´transgresor´ con mi obra y siempre lo viví con miedo y culpa. Esos sentimientos están en esta muestra. Hay también una especie de surrealismo precario». Con entrada gratuita, «Clásico y moderno» se podrá visitar desde el próximo jueves hasta el 2 de octubre, de miércoles a domingo de 14 a 20 en la fotogalería ubicada en el primer piso del Borges, en Viamonte 525, Ciudad de Buenos Aires.