La figura de Petrona Prane es el centro alrededor del que se desarrolla la novela de la escritora María Casiraghi, Otro dios ha muerto, pero en desarrollo de su historia particular puede leer la historia del despojo de las tierras del pueblo mapuche que comenzó con la Conquista y aún continúa vigente. Su publicación resultó lamentablemente oportuna en el marco de los sucesos que se vienen desarrollando en el Sur de la argentina. 

La literatura historiográfica de esta zona cuenta nada menos que con obras tales como: La Patagonia trágica, José María Borrero o La Patagonia Rebelde, de Osvaldo Bayer, relatos que marcan una gran colisión entre la vida urbana y el modo en el que se desarrolla lo justo en los vastos territorios de la Patagonia. Otro de los puntos fuertes que tiene este tipo específico de literatura es Los Dueños de la Tierra, de David Viñas, que da cuenta de la explotación de los hombres en el trabajo con el ganado. Hay otro relato, también de Viñas,  que no es casual que se encuentre un tanto silenciado; su ensayo Indios, ejércitos y fronteras donde el autor afirma que en muchos países latinoamericanos (Paraguay, Brasil, Colombia y Chile), aunque sus pueblos originarios hayan desaparecido, aún hoy se conservan leyendas, mitos, ecos de ese pasado. Y lo que llama la atención, es que en la Argentina, lo que más se conserva de aquellas huellas, es el más infinito silencio. Viñas se pregunta por qué este ocultamiento.

Uno de los méritos de Otro dios ha muerto es que, justamente, trabaja para romper ese silencio, porque se trata del testimonio de vida de Petrona Prane, indígena mapuche, y esa ruptura genera la postulación de  nuevas preguntas acerca de la cultura de los pueblos originarios y de la relación con ellos.


En la novela se conjugan los buenos oficios que practica María Casiraghi: la poesía, la ficción y el género periodístico, lo que se hace evidente en el manejo del lenguaje y la cadencia del relato.

Hay una parte del relato que dice: “Tu sueño nos devuelve un pasado que todavía no está sano, que nos duele a los mapuches, tu sueño es una pregunta, para empezar a responderla tienes que conocer la verdadera historia de tu gente”. En la cultura mapuche ¿cuál es el vínculo entre los sueños y la realidad?

– Hay un concepto dentro del mapudungun (idioma mapuche) que tiene que ver con el “estado de vigilia”. Se habla de catorce verbos que están relacionados con ese estadio: con el despertar, el estar consciente, alerta. Habría dos formas de soñar: despierto y dormido. El último es el que todos conocemos, pero ellos despiertos tienen visiones que funcionan como disparadores para comprender cuestiones vinculadas a la profundidad del ser. Es impresionante el mapudungun, viven el lenguaje como una filosofía en el presente; cada palabra remite a una cuestión que tiene que ver con el conocimiento y el crecimiento de uno mismo. En ese vínculo con la lengua son realmente muy avanzados, porque como cada palabra conserva su significado original, lo que produce es que uno se encuentre más cerca de una verdad primigenia. En cambio, cuando uno estudia la etimología de nuestras palabras, y cómo la semántica se va llenando de otras cosas, tenés que remontarte hasta el primer significado. Este tema de los dos tipos de sueños para ellos es algo muy importante. De hecho, hacen reuniones para transmitirlos en comunidad. En el caso de Petrona, ella le transmitía sus sueños a la machi (curandera mapuche), mujer con la que tenía un vínculo muy especial porque, además, era su tía.

-Nosotros para contar nuestros sueños le pagamos a un psicoanalista, ellos se juntan y los comparten. Me interesa mucho una imagen, de la página 19: “Poder tejer en el otro nuestra manera de pensar era y sigue siendo el más alto honor de un mapuche” ¿Cómo era eso?

-Sí, era y sigue siendo muy importante. Porque hacen grandes parlamentos en los que, además, el que habla, no puede ser interrumpido: hasta que no termina su concepto, no puede empezar a hablar el otro. Y estaba la figura del orador, el weupin. En este sentido, para ellos la palabra no es meramente un mensaje sino una verdad. Hay un libro muy bueno, que lo recomiendo mucho, se llama Filosofía Mapuche. Palabras arcaicas para despertar el ser, del etnógrafo chileno Ziley Mora Penroz que indaga sobre este vínculo del mapuche con su lengua y lo relaciona con Heidegger, en el sentido del lenguaje como la casa del ser y es que esto en la filosofía mapuche se ve muy claramente.

Porque además “poder tejer en el otro”, no se trata de imponer, sino claramente de otra búsqueda

– Había toda una preparación para el orador, se formaban en el poder de la palabra porque, a la vez, no sólo era importante aquello que se decía, sino también el tono, la cadencia, el sonido del fonema adecuado a la circunstancia; era tan importante la verdad como así también la belleza. Weupin significa justamente “el que se ha merecido el uso de la palabra”.

Un concepto muy arraigado en el mundo occidental, legitimado por el cristianismo, es el trabajo como castigo. Fíjate la diferencia que hay con esta otra filosofía: “El trabajo -dice un personaje- es solo lo que le cuesta a uno, lo que es difícil; si no presenta dificultad no es trabajo -repitió y enseguida aclaró- pero dificultad no es sufrimiento, nadie debe sufrir cuando trabaja, sólo sufre quien no tiene nada para atravesar en la vida, ése es el verdadero sufrimiento del hombre”.

– Son conceptos que también fueron apareciendo en las investigaciones que he realizado después de los encuentros con Petrona. Una cosa que aparece todo el tiempo en el libro es este cruce entre ambas cosmovisiones. Para ellos, claro, el trabajo es algo ligado al esfuerzo pero no al sufrimiento. Creo que es importante que empecemos a incorporar estos conceptos, para lograr un cambio social más justo, más humano.

Todas las comunidades tienen leyendas que dan cuenta tanto de su origen como así también de los grandes momentos de fractura. Cito de la página 23: “Fue hace muchos años, después de una gran agua, el mar se salía, se desbordaban los ríos y toda la tierra se cubrió de lluvia”. Luego de ese cataclismo, los que se salvan suben al cerro. El fragmento culmina con una frase muy llamativa que, tal vez, tenga que ver con la historia del despojo constante: “Cada mapuche debe vivir su propio destierro porque crecer nomás es ser desalojado, hay que estar listo siempre para buscarle otra casa a nuestro cuerpo”. Me fue inevitable pensar que, por un lado, ese desalojo es una metáfora y que, por el otro, se trata de una filosofía de fondo donde para crecer hay que salirse de uno mismo.

– Es el mito que narra la fundación del pueblo mapuche que, si bien también se inicia con un diluvio, es un relato que remite a su nacimiento, no buscan imponérselo al mundo entero. Después, cuando termina la lluvia, ellos bajan del cerro y pueblan la tierra. Es otra de las cuestiones que descubro luego, en las investigaciones que hice para la novela. Y cuando doy con esta “perla”, me cerró todo el libro. La problemática del desalojo es central en la novela. Petrona tenía un año cuando es desterrada del Boquete Nahuel Pan, en Chubut.

Afortunadamente esta novela plantea distintas posturas, ante la tierra, ante el otro, ante la vida pero no cae para nada en una especie de consignismo. Llama la atención esa especie de “ingenuidad” con que ven cómo el conquistador plantea el tema de la tierra. “Hoy donde la tierra tiene nombre huinca solo existe muerte porque Amaya -uno de los terratenientes- no sembró una papa, no trajo una vaca, no sabe lo que necesita la tierra, sólo sabe el dinero que vale”. Entonces, uno se pregunta si la cultura mapuche sabe lo que necesita la tierra, cuál es su relación con ésta y de dónde nace ese “asombro” por el sentido de propiedad.

– Bueno, recordemos que el significado de la palabra mapuche es “gente de la tierra”. Una cuestión que aparece en todas las culturas originarias, además, y es que pertenecen a la tierra; no son sus dueños. Yo creo que sí, que se siguen sorprendiendo. A partir de un fallo arbitral de fines de siglo XIX entre Argentina y Chile, dirigido por la Corona Británica, las familias que vivían en Nahuel Pan, -donde estaban los Prane-, se definen como argentinos. Y gracias a esa respuesta, se les otorga como “premio” la tierra, que en realidad era su lugar desde hacía tiempo. Luego, en 1937, son desalojados brutalmente, en respuesta a falsas denuncias de un vecino, Amaya que tenía relaciones de complicidad y amistad con el Ministro de Agricultura de la Nación y con gente de la Dirección General de Tierras. Amaya empieza a fabular sobre “los salvajes” (vagancia, robos, entre otros) y así fue como la comunidad mapuche es desterrada del Boquete Nahuel Pan. Bueno, es lo que pasa hoy. Si uno mira el presente y se fija lo que pasó antes, es exactamente la misma historia. Se repite una y otra vez. Amaya, junto con el apoyo de la policía, los desaloja y le dan de baja a la reserva de un día para el otro. Ahí comienza la tragedia de la Familia Prane, central en la novela. Pero yo creo que, hasta el día de hoy, ellos no pueden entender esta diferencia radical que existe entre “pertenecer a la tierra” versus “apropiarse de esta para la reproducción del capital”. En realidad, hay una mezcla de situaciones: los mapuches saben que ya no pueden confiar en nadie, por algo sucede esto de que palpen a los gendarmes antes de entrar a territorio mapuche como hizo Moira Millán; pero al mismo tiempo, y esto es algo que sentí cada vez que he estado con ellos, no terminan de entender esto del sentido de la propiedad.

Leyendo la historia desde el presente, tampoco se puede entender el pacto entre Atahualpa y Pizarro, que culmina con la traición y pena de muerte para con Atahualpa. Los españoles, si bien traían armas nuevas, eran muchos menos, y con algunas tácticas guerreras los podrían haber derrotado, pero siempre los pueblos originarios tenían esa idea de que un pacto se iba a respetar.

– Lo que pasa que ellos se manejan con pactos de palabra. No tenían la escritura y sí, confiaban. Hubo tratados que sí están escritos. Pero muchos de estos no han sido respetados por el propio Estado Argentino puesto que cuando éste asume como tal empiezan a traicionar los acuerdos que venían desde hace mucho tiempo. Los mapuches resistieron a los españoles porque tenían un sistema anárquico. No tenían un rey, un cacique mayor ante todas las comunidades; sino que estaban formados por muchas familias y cada familia tenía su lonco; por eso no pudieron derrotarlos: atacaban a uno y había una gran cantidad de familias más que aparecían. En el Imperio Inca, al atacar al Jefe Principal, se destruía todo; pero acá no pudieron. Y respecto de esta confianza frente a lo pactado, no creo que haya sido “ingenuidad”. No es de ingenuidad, sino de personas honradas cuya cultura está basada en la solidaridad con el resto de la comunidad y no en el interés privado, muy al contrario de los usurpadores de sus derechos.

– Hay una suerte de revisionismo histórico mapuche cuando uno de ellos se pregunta “¿Tendríamos que haber arrancado corazones huincas; haber sido todo lo salvaje que ellos decían que éramos? El habernos aquietado nos dejó a nosotros sin corazón. Hoy los mapuches andamos perdidos buscando al Dios que se va yendo”

– Y yo creo que…

– Sí, tendrían que haber arrancado corazones huincas (risas)

– Hubo resistencias más fuertes que otras. Es un pueblo que se ha preparado, que tiene estrategias de guerra. El otro día pensaba que la única forma que se tiene para allanar sus tierras es la violencia, por la vía legal no pueden porque la razón la tienen los mapuches. Si uno tiene un inquilino en su casa y éste no paga el alquiler, yo no lo puedo sacar a las patadas. Tengo que esperar que termine el juicio aunque sea mi propia casa. En este caso, si están tan seguros de que están en un lugar que no les corresponde por qué no esperan  los veredictos de la ley. Pero como no pueden, porque ellos tienen la razón histórica, van con la violencia. Entonces, bueno, yo no sé si la cuestión pacifista es la mejor. Habría que ver entre todos cuál es la forma. Creo que hay que dar un paso más, ahora que se está dando la prórroga de la ley 26.160, que impide sus desalojos.

– Hay un momento donde, por supuesto, se intenta catequizar a todos y todas: “Cuando hablamos de la primer mujer mapuche, la monja nos corrigió, poniendo soberbia en su boca, diciendo que el mundo era uno y también era una la primera mujer”. La idea de que el mundo es uno y de que la primera mujer es solo una, propia del cristianismo, chocaba seguramente con la visión mapuche ¿Qué armazón mitológica tenían?

– En realidad se habla de un padre supremo, el Futa Chao, o Ngenechén; pero hay distintas teorías. En definitiva, para ellos los dioses están en la naturaleza que los rodea, en sus antepasados. Para las culturas originarias no hay nada sobrenatural, sólo existe lo “natural desconocido”. O sea que todas las respuestas están en la naturaleza, ellos son naturaleza. Su religión es monista a diferencia de las dualistas occidentales. Es impresionante en este sentido cómo interpretan la salud y la enfermedad. Parecen homeópatas. Está todo unido: cuerpo, alma y mente. Por eso también han sufrido esta imposición a bautizarse, a catequizarse.

Hay un párrafo en la página 79 que dice: “Nos organizábamos como casi ningún otro pueblo. En lugar de confiar el poder entero en una persona, estábamos divididos en miles de familias dirigidas, cada una, por un lonco distinto. Las rucas podían ser tan grandes que entraban hasta cien mapuches”. ¿Qué es una ruca? y ¿Cómo se organizan socialmente ?

– La ruca es la casa. Ellos eran, y siguen siendo, comunitarios. Tenían, por ejemplo, la particularidad de que si llegaban chicos que se quedaba sin padres, los adoptaban. Y sí había una jerarquía, pero ésta tenía más que ver con el honor: el orador, el guerrero, la machi y el lonco, entre otros. Como explicaba hace un rato, era una especie de anarquía, que funcionaba. Uno trata de llegar a la anarquía ahora y le parece imposible, pero a ellos les funcionaba.

De hecho hubo y hay movimientos anarquistas que los apoyan. Una palabra que  hemos escuchado mucho en los últimos tiempos a raíz del caso Maldonado y que está en la novela es Cushamen. De esos términos que aparecen en el periodismo y se repiten y una y otra vez, pero uno nunca logra atrapar el significado. Hablame de Cushamen.

– Es un Departamento de la provincia de Chubut. Si no me equivoco, es una palabra Tehuelche, significa quebrado, lugar desolado. Los Prane, después de ser desalojados del Boquete Nahuel Pan, estuvieron en Cushamen para luego terminar en otra tierra absolutamente inhóspita. Por lo que yo sé, y ésta es una historia bastante desconocida, estos campos fueron regalados por el Estado argentino a la Corona Británica en “agradecimiento” por su labor de árbitros a finales del Siglo XIX. ¡Y se los regalaron por 99 años! Entonces, fue la Corona Británica la que le “vendió” la tierra a Luciano Benetton, y por eso no se sabe mucho sobre ese acuerdo, títulos, papeles, etc. En Chubut, la única localidad que supera el límite constitucional de tierras extranjeras es Cushamen. Algunas familias mapuches ya las han recuperado con juicios ganados al empresario italiano, pero otras hectáreas aún se encuentran en pleito.

– ¿Qué es el mapudungun?

– Significa el habla de la tierra. Es muy diferente al concepto de cárcel, más bien todo lo contrario. El mapudungun es el lugar donde se puede expandir el ser. Como la palabra está relacionada al origen, la palabra es su ser; de hecho cuando por algún motivo (ya sea exilio o destierro) pierden el vínculo con su lengua, se sienten perdidos. Y cuando regresan a sus palabras, se vuelven a sentir enteros, se vuelven a sentir en casa. En este momento, la juventud mapuche está haciendo un trabajo que me parece fundamental. En Roca, por ejemplo, he estado con personas que trabajan en la trasmisión del mapudungun en las escuelas. También desarrollan bibliotecas itinerantes con diferentes textos de cultura mapuche. Intentan reconstruir lo que se ha cortado. En algún momento se dio un quiebre, esto también lo he hablado con antropólogos. Esto se dio justamente con la generación de Petrona (de hecho, muchos se sorprendían de que ella tuviese tanta información) porque ahí lo que sucedió es que muchos migraron a la ciudad y la transmisión de ese saber, lentamente, se fue resquebrajando. Hay muchos ancianos que claramente poseen ese saber, pero hay un corte que duele y que lo he visto en los más jóvenes.

Otra cuestión que me llamó la atención es que en los rogativos mapuches, justamente: no se ruega. “Nosotros no les rogamos a los dioses, nosotros le compramos a los dioses” ¿Cómo es eso?

– Claro. La palabra Nguillatún (que nosotros mal traducimos rogativa) deriva de nguillan que significa comprar, no rogar. Ellos hacen ceremonias, los motivos son diversos. Uno de ellos, por ejemplo, es para obtener la lluvia. Es que para la cultura mapuche literalmente todo vuelve, porque el universo se encarga de eso. Dichas ceremonias duran varios días, terminan cuando lo que están buscando, llega.

– Hay otra escena que tiene que ver con la Campaña del Desierto. Uno de los mapuches le dice a uno de los militares que llegaron: “Mirá coronel, no ves este caudaloso río, estos dilatados bosques, estos tranquilos campos; pues bien ellos nunca han visto soldados en estos lugares. Nuestros ranchos han envejecido muchas veces, los hemos vuelto a levantar. Nuestros barcos, el curso de los años los apolillaron y hemos trabajado otros nuevos, y tampoco vieron soldados. Nuestros abuelos tampoco lo permitieron jamás. Ahora, cómo querrás que nosotros lo permitamos. No, vete coronel, con tus soldados, no nos humilles por más tiempo con ello en nuestro suelo”. El lugar está planteado como idílico, como si no hubiese lugar para el conflicto ¿Hay algo de eso?

– Yo creo que sí, que hay algo de eso. Supongo que conflictos habrán tenido como todos, sería ingenuo pensar que no. Pero creo que lo que no había, en el caso de las comunidades del sur de Argentina y Chile, eran conflictos territoriales. Entonces por eso, ésta invasión y codicia, les resulta impensable.

¿Cuál era el rol de la machi?

– La machi o el machi, porque también algunos eran hombres, es la curandera. También tienen algo de sabios. Sigue existiendo esa figura en el presente. Hace poco me enteré de que abrieron un hospital, con la práctica medicinal mapuche y quienes atienden allí son machis.

– Sí, una de las cosas que me llamó la atención es que hay un enfermo y van a buscar esa planta y no otra con absoluta certeza. Yo todavía estaría perdido entre los cardos (risas). Me parece que esta frase de la machi encierra mucha sabiduría y que remite a una concepción del sujeto, que había una idea de la individualidad también, a pesar del todo comunitario que los constituye: “Vigílate, Petrona, vigílate. Pero recuerda que para vigilarte necesitas perderte de vista.”

– Sí, claro. La importancia del sujeto individual es así, tal cual lo estás intuyendo. Si bien se mueven en comunidad, no es que son todos iguales. Hay méritos. Por ejemplo, esto que hablábamos de los oradores, de la machi.

– Había que adquirir capacidades y prepararse mucho para determinadas cosas.

– Sí. Hay una cuestión, en la que no he indagado tanto como me hubiese gustado, que tiene que ver con los estadios. Según lo que he investigado, para la filosofía mapuche, no todos somos personas, somos animales en potencia de ser personas y luego dioses. Podés morirte siendo una bestia, lo que quiere decir que no has aprendido ni desarrollado nada. Tanto la idea de desarrollo, como así también la del crecimiento del ser, son una parte importante de su filosofía.

Es tremendamente dramático cuando Petrona se da cuenta de que olvidó su lengua. Lo había perdido todo, dice. Y también, lo siguiente: “Solo lo recordarán los huincas”. Hay un momento donde pierde la fe.

– Cuando yo la conocí estaba atravesando una situación ambigua. Por un lado esperanzada porque había recuperado a sus hermanos y su lengua, después de treinta años sin contacto. Cuando se entera, por otros, que sus hermanos estaban luchando por la tierra, se vuelve a movilizar. Ella, hasta ese momento, pensaba que estaban todos desmembrados. Había dejado de creer, pero después se da cuenta de que no. Y se vuelven a juntar para la lucha, a través del reinicio de los camarucos anuales. Petrona tenía todo el conocimiento para estas ceremonias, pero le costaba transmitir tanta información, más que nada porque sentía que había algo perdido en las nuevas generaciones. Esto es lo que ella me decía. Y a esto me refiero con lo de sensación ambigua. Por un lado, sentía lo perdido y lo reconocía pero a la vez tenía esperanza, de enseñarle todo lo que sabía a su gente, y por ejemplo de poder dejar su vida plasmada en un libro. Quizás porque presentía que se iba a morir pronto. Eso me lo dijo una vez su sobrina Ana, con la que sigo en contacto. Yo creo que hoy están muy vivos los mapuches. Lo sentí así cuando fui al sur hace unos meses.

– Cuando uno se basa en hechos de la realidad, con los que tiene además una notable empatía como sucede con esta narradora donde se ve un alter ego tuyo evidente,¿cuál es el imán?

– Yo creo que el imán es el ser mapuche. A mí me atrajo ella como ser, antes de conocer toda la cultura. Era una persona realmente noble, y transparente. Uno a veces conoce gente y van saliendo capas y más capas y llega un momento que no sabés quién es. Bueno, supe quién era ella enseguida. Por otro lado, a mí personalmente toda esta cuestión de la cercanía con la tierra, con la naturaleza y de encontrar las respuestas ahí, me atrae. También, con el tema Maldonado mediante, creo que hoy necesitamos volver a esas fuentes y estas respuestas que nosotros no estamos encontrando. En mi caso, no sé qué le habrá pasado a Santiago, hay un sentido de responsabilidad. Siento responsabilidad desde mi cultura, de lo que hicieron mis antepasados. Algo tengo que hacer, yo sentía eso. No lo dudé; fue una cosa que me nació de adentro. Sí, fue un imán. Me atrajo ella, lo que contaba; quizás si lo pienso desde el punto de vista literario, era puro realismo mágico para mí. Era hermoso escucharla.

El tejido de esa cultura te llevó a una cadencia ¿Te trajo problemas en los tramos de ficción? ¿Hay pasajes de invención pura?

– Sí, sí hay. Me trajo un poquito de problemas al final. Por eso también necesité aclarar, al principio, que hay ficción. Estaba hablando, con mucho respeto, de otra persona, cuyos familiares viven. Hay pasajes y personajes que son inventados; pero la verdad es que traté de ajustarme lo más posible a la realidad. Escuché muchas veces las grabaciones para tratar de que la trasmisión de su voz se acercara lo más fielmente a ella. Pero bueno, también se ha puesto en juego mi yo escribiendo.