Hay que hablar de las cosas que a lo largo de la historia de nuestro país se reiteran, aunque a veces, la mayoría no lo crea necesario. Pero Vicente Muleiro, escritor y periodista, sintió la necesidad de plasmarlo: y escribió una obra de teatro llamada Milonga sin variaciones, que presenta en El Tinglado los sábados a la noche, con dirección de Manuel Callau.

“Existe la posibilidad de tomar por caminos diferentes a los que propone la política neoconservadora liberal; hay momentos en que se presentan encrucijadas y siempre se termina yendo hacia el mismo lado, en contra de los proyectos nacionales democráticos y populares”, dice el autor. “Entonces se me ocurrió ponerlo en una obra que sea simple, pero directa, como esta:dos payasos tratando de entender si hay salida de esta laberinto”. Los clowns que llevan a cabo la tarea son Carlos March y Carlos Vignola.

Muleiro armó un recorrido histórico y humorístico que aborda desde el fusilamiento de Dorrego, a las caídas de Perón e Yrigoyen. Y no se olvida de la frase de Alfonsín, “la casa está en orden”, que según piensa, «no sólo fue icónica, sino que fue la pérdida de una oportunidad para modificar ciertas estructuras. En esta obra repensamos todos esos momentos”, admite el Muleiro.

-¿Cómo surgió la obra?

-Fueron unos ocho meses de escritura, entre borradores y correcciones. Son esas ideas que uno escribe, luego deja reposar, para retomarlas y perfeccionarlas con algo que surja en ese momento. Me tomé un tiempo de estudio de cómo componer los personajes, para que recorran este laberinto con gracia, haciendo un teatro sustentable, que se pueda realizar. No es tan fácil trabajar con grandes elencos. Entonces lo pensé para dos actores que conozco y lo han resuelto muy bien. Carlos Vignola y Carlos March, hacen a la perfección aquello que imaginé.

Muleiro
Foto: Gentileza-Alejandro-Pombo



-¿Cómo resultó la colaboración con Manuel Callau?

-La puesta en escena es otra escritura, que le da otra densidad más allá de lo que puso el escritor en el papel. Traduce las imágenes desde la cabeza del autor al cuerpo de alguien que representa aquello que se diga. Siempre hay alguien que te tiene que decir qué sobra y qué falta para determinadas escenas. Ese es el arduo trabajo que se hace entre el director y los autores. Este es un proyecto que se apoyó mucho en la dirección y eso me da confianza, porque confío en el criterio profesional de Manuel (Callau).

– ¿El humor es la mejor herramienta para generar la reflexión?

-Sin dudas es fundamental. Y al contrario de lo que se piensa, suele estar muy vecino al horror. Es un instrumento de alto poder comunicativo, que da la posibilidad de decir cosas que un estudio o informe histórico quizá no se logra trasmitir. Con el humor uno se puede permitir transgresiones que terminan diciendo una verdad que algo más solemnemente documentado no dice o no dirá jamás.

-¿El arte es capaz de mutar y subsistir ante cualquier catástrofe?

-Son múltiples los motivos por el cual se considera que el arte muchas veces cuenta otra mirada de la realidad. Hay algunas cosas que sólo puede explicar la pintura, o la poesía y el teatro, para construir verdades que pertenecen al cuerpo social. Sin ese tamiz de pasar por la imaginación de alguien para ver cómo contarlo, quizá sería imposible expresarlo.

Foto: Gentileza-Alejandro-Pombo


Defender los espacios de expresión

-¿Se siente un referente en esto de mezclar el humor con lo político?

-No, mi trabajo es más bien silencioso. Me entero si un libro o una obra o algo que yo escribí genera alguna discusión o revuelo, pero no mucho más. Mi imaginario cruza cultura y política constantemente, por formación generacional me parece. Es algo irrenunciable para mí, no podría ser de otra manera. Estoy constituido por ese cruce de estos dos aspectos, siendo siempre lo político más perjudicial que otros aspectos en los que mis creaciones se meten. Siempre hay una idea, una opinión o una imagen de una visión del mundo que se enfrente o se contraponga con otra. Son partes de las reglas del juego del oficio que recorrí, desde distintas aristas.

-¿Se podría tener un espectáculo como este en un espacio más comercial?

-Me parece que, para empezar, lo más importante es vivir con gran felicidad el poder integrarse en los derivados del teatro independiente, que hace todo a pulmón, con dedicación y disposición para el trabajo. Casi una especie de militancia. Aunque no estemos en las marquesinas de la calle Corrientes, con más glamour; o en las primeras planas de los medios hegemónicos, me parece que es importante. Manejar un discurso crítico es lo que hay que hacer, siento. Me parece que estoy donde debo estar. No envidio las luces y la masividad de las grandes salas. Me parece que está bien ir desde la periferia muchas veces.

-¿Luego de repasar estos hitos de la historia, es preferible ser optimista o  pesimista?

– Como decía el psicoanalista y ensayista Jorge Alemán, el pesimismo y el optimismo son dos trampas. Ambas opciones te pueden paralizar. Lo mejor es defender las ideas de cada uno, siendo consciente de donde te parás. En este escenario post pandémico, en un mundo en guerra, y una Argentina acechada por un neoliberalismo que habla con un trasfondo de tambores de muerte, está claro que estamos en una etapa oscurecida y soy consciente que nada ni nadie está librado de las amenazas que se ciernen sobre nuestra sociedad.

Más en este año electoral. Pero vamos a tener que seguir haciendo lo que amamos, y la promesa de que todo discurso crítico será callado, no les será tan fácil de llevar adelante. Hay que mantener un discurso que combata a la aplanadora de los medios hegemónicos, a su comunicación y a la producción artística que se desprende de ellos, cumpliendo un papel de asegurar ideologías excluyentes. Enfrentarse a eso nos hace sentir vivos a muchos de nosotros.


«Milonga sin variaciones», de Vicente Muleiro

Con Carlos March, Carlos Vignola y dirección de Manuel Callau. Sábados a las 22.15 en El Tinglado, Mario Bravo 948.